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Steve Jobs



Y miren que la idea de Jobs era sencilla: hazlo fácil. Un tipo capaz de venderte un ordenador sin manual de instrucciones o un teléfono móvil con un solo botón es alguien que ha dedicado muchas horas a pensar en ti. En el cliente, vaya. Ya conocen la frase: “hay algo capaz de competir con lo gratuito: lo sencillo“. ¿Qué es lo que hace que a una idea tan sencilla como la de la sencillez (y perdón por la redundancia) le cueste tanto entrar en la mollera de empresarios, diseñadores, programadores, burócratas, comerciales, ingenieros y editores?

***

En lugar de hundirse, o retirarse a vivir de las rentas, Jobs vendió todas sus acciones (menos una); con el dinero fundó otra empresa informática, NeXT, y compró a George Lucas un pequeño grupo de animación por ordenador, The Graphics Group, al que después llamaría Pixar. En 1995 estrenó Toy Story, la primera de una increíblemente exitosa serie de películas animadas por ordenador, que salvaron a Disney de la bancarrota y permitieron a Jobs hacer una provechosa venta y, así, convertirse en el mayor accionista individual de la compañía del tío Walt.

En 1996 Apple compró NeXT... y Jobs volvió a dirigir 
su compañía un año después. Los Mac estaban entonces en franca decadencia, pero el sistema operativo creado en NeXT sirvió de base para el Mac OS X, lo que permitió que, tecnológicamente, Apple volviera a estar en la vanguardia y, poco a poco, alcanzara cifras de venta que nunca antes había tenido. En 2001 lanzó el reproductor musical portátil iPod, del que se han vendido más de 200 millones de unidades; en 2007 le llegó el turno al iPhone, que ha superado los treinta millones de ventas...

Ah, y los Mac son los únicos ordenadores personales que han sobrevivido a la estandarización que supuso la aparición del PC, en 1982.



Fuentes:


Libres de texto por Daniel Rodríguez Herrera‏

¿Por qué el modelo del software libre no se aplica fuera de sus estrechos márgenes? Bueno, lo cierto es que no es un modelo de aplicación universal. Ya en la Wikipedia tiene sus problemas, porque la enciclopedia carece de un estándar objetivo que permita establecer si una aportación es valiosa o no. El software funciona o no funciona. Por mucha verborrea que tenga un programador, por muy convincente que sea, si su código no va sus aportaciones no sirven de nada. No obstante, pese a carecer de un estándar semejante para distinguir el valor de cada contribución, mal que bien Wikipedia va tirando.

Hay otro sector, con un modelo de negocio bastante estable, que parece pintiparado para disfrutar de las ventajas de las aportaciones voluntarias: los libros de texto. En España lo tendríamos fácil: el Ministerio impone qué debe estudiarse y sólo bastaría con que grupos de voluntarios prepararan el material apropiado no necesariamente para un curso entero, sino para determinadas "unidades didácticas", o como quiera que las llamen ahora los pedagogos cursis, que se podrían luego unir para ofrecer un libro completo a los alumnos.

El sector editorial facturó 844,45 millones de euros en España a cuenta de los libros de texto, ya fuera cobrando de las administraciones o de los padres. En buena medida la razón de semejante cifra está en la increíble velocidad con que estos materiales quedan obsoletos, pese a que los temarios no varían demasiado que digamos; se cambian dos dibujos y el tipo de letra de modo que los números de página no coincidan, y listo. En Estados Unidos pasa lo mismo. Scott McNealy, cofundador de Sun, recuerda que cada año se gastan entre 8.000 y 15.000 millones de euros en libros de texto. Es más de lo que pagó Oracle por su empresa. Ahora que tiene tiempo libre ha decidido embarcarse en la aventura de ofrecer libros de texto gratuitos mediante una organización llamada Curriki.

El principal problema no es encontrar buenos profesores en activo o retirados plenamente dispuestos a participar, sino pasar por el filtro de la aprobación oficial de ministerios y consejerías autonómicas. No sería de extrañar que algunos se resistieran a, ejem, permitir que las editoriales tradicionales como Santillana acabasen en la ruina. Ustedes ya me entienden. Pero, idealmente, supondrían un estándar de objetividad que le viene que ni pintado a un proyecto de estas características.

No obstante, aún habría que imprimirlo y eso cuesta. Pero podría distribuirse por vía electrónica. El primer Kindle, lanzado en 2007, costaba 399 dólares. El siguiente modelo se lanzó el año pasado a un precio de 359 dólares que fue bajando paulatinamente hasta los 259. El más reciente está disponible ahora mismo por 139 pavos. Evidentemente, esta bajada no va a continuar indefinidamente, pero no parece impensable que los precios acaben en los alrededores de los 50 euros para los modelos más sencillos en muy pocos años. ¿Se imaginan que ese fuera el único gasto que tuvieran que hacer en los libros de texto de sus hijos durante toda su etapa escolar? ¿Qué a partir de ahí bastara con alimentar estos cacharros con material gratuito escrito bajo las premisas que han permitido la creación de Linux, Firefox y otras aplicaciones que usamos a diario sin enterarnos?

Sin duda, librerías y editoriales sufrirían como lo han hecho discográficas y tiendas de discos. Pero no podrían quejarse más que aduciendo que crean empleo, y cuando ese es el único argumento que puedes ofrecer para justificar tu existencia es que ya no tienes nada útil que aportar a los consumidores.

Quizá lo único que nos haga falta para olvidarnos del pastizal que nos gastamos cada mes de septiembre y el enorme peso que hacemos descansar sobre las lumbares de nuestros niños sea un Scott McNealy dispuesto a liderar un proyecto como éste. ¿Alguien se anima?

Daniel Rodríguez Herrera es subdirector de Libertad Digital, editor de Liberalismo.org y Red Liberal y vicepresidente del Instituto Juan de Mariana.

El Gobierno de EEUU cree que el Kindle viola los derechos civiles por Daniel Rodríguez Herrera‏

Siempre con buenas ideas los gobiernos. ¡¡¡Liberales!!!



Es un clásico del Gobierno metomentodo. Cuando algunas universidades pensaron que podían ahorrar costes y ser más ecológicos empleando libros electrónicos, el Gobierno de Obama amenazó con denunciarles por violar los derechos civiles de los ciegos.

En mayo de 2009 Amazon anunció un programa piloto con varias universidades para emplear el Kindle DX en sustitución de los libros de texto de papel. Pese a que el aparato es capaz de leer en voz alta los textos, no hace lo mismo con el menú, lo que lo hace difícil de operar para un ciego. No obstante, parece difícil pensar que pese a esa carencia es peor para los ciegos que un libro normal en papel que no esté en Braille. De hecho, la capacidad de aumentar el tamaño de letra puede facilitar las cosas a quienes tengan problemas de visión pero aún vean algo. El Gobierno de EEUU, sin embargo, no es de la misma opinión.

En junio de 2009, la National Federation of the Blind denunció ante el Departamento de Justicia a la Universidad del Estado de Arizona por violar la ley que "protege" a las personas con alguna discapacidad física, pese a que ninguno de los cursos contaba con ninguna persona con problemas de visión, algo nada extraño dado el pequeño tamaño del experimento: Princeton, por ejemplo, lo probó con tres asignaturas y un total de 51 estudiantes.

La sección 504 de la American with Disabilities Act (ADA) establece que "ningún individuo cualificado con una discapacidad en los Estados Unidos puede ser excluido de, negado los beneficios de o quedar sujeto a discriminación en" ningún programa o actividad del Gobierno o sus organismos o de cualquier entidad que reciba dinero del Gobierno nacional de EEUU.

La denuncia fue atendida por el Gobierno de Obama, en concreto por el director de la División de Derechos Civiles, Thomas Perez. Sí, de derechos civiles. El organismo procedió a enviar cartas amenazantes a las universidades que se habían apuntado al programa conminándoles a dejar de usar el Kindle: si no podían emplearlo los estudiantes ciegos, entonces que nadie lo hiciera.

"Debemos estar vigilantes para asegurarnos de que todos los nuevos dispositivos no dejen atrás a las personas con discapacidad", aseguró Perez. Para él, impedir que los estudiantes sin problemas de visión no puedan usar el Kindle refleja "la importancia de dar oportunidades educativas completas e iguales para todos".

El caso es que el nuevo Kindle ya lee los menús. Quizá así el Gobierno de EEUU permita el uso de un aparato que podría ahorrar cantidades ingentes de dinero a los estudiantes y que resulta más "ecológico" al reducir el número de árboles que deben morir para que un alumno se gradúe. O no.

El fruto del matrimonio de IBM y Microsoft: el PC por Daniel Rodríguez Herrera

Daniel Rodríguez Herrera sobre IBM y Microsoft.

Esas decisiones que cambian muchas vidas. Qué fácil se ve todo a posteriori.



William Henry Gates III era un programador muy bueno y un empresario con olfato y pocos escrúpulos. Pero sólo con esas cualidades, imprescindibles por otra parte para su éxito, no se hubiera convertido en el hombre más rico sobre la faz de la tierra. Hizo falta otra: la suerte.

Microsoft, la empresa fundada por Bill Gates y Paul Allen, había prosperado bastante desde que le vendieran su intérprete de Basic a Ed Roberts, el creador del primer ordenador personal. Durante la segunda mitad de los años 70 un montón de empresas se dedicaron a lanzar sus propios ordenadores personales basados en el procesador Intel 8080 y casi todos tenían instalados dos productos de software: el Basic de Microsoft y un sistema operativo creado por Digital Research y llamado CP/M, cuya ubicuidad provocó que fuera conocido como el "Unix de los microordenadores".

Así, en 1981 las dos empresas tenían una situación similar. Ambas contaban con unos 100 empleados y facturaban 15 millones de dólares. Sin embargo, unos meses antes Digital Research le había dejado a Microsoft en bandeja la llave de un casi inagotable baúl de dinero. Eso sí, ni uno ni otro lo sabían.

El Proyecto Ajedrez

IBM había dejado pasar la revolución del ordenador personal, más que nada porque comenzó como un fenómeno de frikis que tenían el ordenador como hobby. Pero estos pequeños aparatos empezaron a colarse dentro de las empresas, y el gigante azul reaccionó con una velocidad sorprendente y un enfoque revolucionario para una compañía acostumbrada a hacerlo todo en casa. En julio de 1980, el directivo William Lowe propuso al consejo de IBM crear un ordenador personal a base de juntar piezas producidas por otras compañías, de modo que pudieran tenerlo listo lo antes posible, ya que la velocidad parecía fundamental en este nuevo mercado. La propuesta fue aceptada dos semanas después, con la obligación de tenerlo listo en un solo año.

El equipo de IBM encargado del "proyecto Ajedrez", nombre en clave del futuro PC, no sólo tenía que construir una máquina sino también equiparla con software. Así que se puso en contacto con Microsoft para incluir su Basic e interesarse por alguno de los otros lenguajes de la compañía, Fortran y Cobol. Como no estaban muy puestos en el mercado, preguntaron quién podía proporcionarles un sistema operativo. La respuesta era obvia, pero a Gates no le hacía mucha gracia decirla, porque sus relaciones con Digital Research se habían enfriado bastante desde que se llegaran a plantear una fusión año y medio antes. Tenían entonces un pacto tácito de no agresión según el cual Microsoft no hacía sistemas operativos y Digital Research se abstenía de vender lenguajes de programación. Pero en 1979 la empresa dirigida por Gary Kindall lo violó vendiendo un Basic propio.

Sin embargo, Gates hizo de tripas corazón y llamó a Kindall para decirle que le pasaba unos clientes, que volarían desde Seattle a California al día siguiente por la mañana y que por favor los tratara bien. No lo hizo. Lo que pasó aquel día nunca quedó demasiado claro. Sí sabemos que Kindall estuvo volando con su avión privado, según él en viaje de negocios. Aun así, asegura que llegó a tiempo para la reunión, ya por la tarde. La gente de IBM, en cambio, afirma que nunca le vieron la cara. En cualquier caso, pese al fiasco de aquel primer acercamiento, siguieron intentando llegar a un acuerdo, pero Kindall no estaba seguro de poder cumplir con los estrictos plazos del gigante azul: debía adaptar su CP/M para los nuevos procesadores de 16 bits de Intel y tener una primera versión preliminar para enero y no quiso comprometerse a ello, de modo que finalmente IBM volvió a llamar a la puerta de Bill Gates preguntándole si podía ofrecerles algo.

Bill Gates respondió que sí, que por supuesto, que cuándo firmaban. Su regla era siempre vender primero, aunque luego se incumplieran los plazos pactados y tuvieran que hacer una rebaja. La apuesta era muy arriesgada, porque el único contacto de Microsoft con los sistemas operativos era una adaptación de Unix para microordenadores llamada Xenix que vendían pero no habían desarrollado ellos: una operación producto de la rabieta que les entró cuando supieron que Digital Research vendía un Basic. Gates estimó que el sistema que necesitaba IBM no era tan complicado y lo podrían tener a tiempo. Se equivocaba. Pero le vino Dios a ver en la forma del QDOS.

Seattle Computer Products era una de las decenas de empresas que intentaban vender ordenadores personales en aquella época. Pero dos características la hicieron destacar sobre las demás: que estaba a veinte minutos en coche desde la sede de Microsoft y que, hartos de esperar a que Digital Research sacara una versión de CP/M para los nuevos y más rápidos procesadores de Intel, los 8086, decidieron crear un clon ellos mismos, el "rápido y sucio sistema operativo" o QDOS por sus siglas en inglés. En cuanto se enteró, Gates compró primero una licencia y luego el sistema completo y fichó a su programador Tim Patterson, que lo adaptó a las necesidades de IBM. Ah, también le cambiaron el nombre. Se llamaría MS-DOS.

El IBM PC salió a la venta en agosto de 1981 y sólo con la fuerza de la marca logró convertir al ordenador personal en algo respetable que las empresas podían y hasta debían comprar. Pronto se agotaron y tuvo que cuadruplicar su producción para atender a la demanda. Tanto la máquina como el sistema operativo se convirtieron en el estándar, y sus herederos aún continúan con nosotros, en nuestras casas y nuestras oficinas. Ningún fabricante salvo Apple logró sobrevivir a la estandarización.

El divorcio

IBM y Microsoft vivieron este proceso de formas bien distintas. La única pieza del PC realmente propia de IBM era la BIOS, un pequeño chip que reconoce las distintas partes del ordenador, cada una de su padre y su madre, y las pone en marcha y coordina antes de cargar el sistema operativo. Pronto fue copiado y, como las distintas piezas se podían comprar a sus respectivos fabricantes, pronto aparecieron los llamados clónicos, ordenadores capaces de ejecutar MS-DOS y que hacían las mismas funciones que los de IBM. Pero mucho más barato.

Microsoft, por su parte, se puso a vender su sistema operativo a todos estos fabricantes y creció como la espuma gracias a las ganancias. IBM nunca mostró ninguna intención de comprar ni el sistema operativo ni el Basic que la empresa de Seattle había desarrollado para el gigante azul por temor a las demandas: había perdido varios juicios por encargar programas a terceros, venderlos con su nombre y encontrarse después que el contratista había copiado parte del código de otros. Así que Bill Gates y Paul Allen se forraron vendiendo el MS-DOS tanto a IBM como a sus competidores: era la única pieza imprescindible para poder llamar PC a un PC.

Pero seguían teniendo dos problemas: que el sistema operativo era realmente cutre y que carecían de un entorno gráfico tan atractivo y fácil de usar como el del Macintosh de Apple. Todos nuestros amigos desarrollaron uno: Digital Research hizo el GEM, Microsoft lanzó Windows e IBM uno que llamó TopView. Fracasaron estrepitosamente, porque el PC era aún demasiado poco potente para poder ejecutarlos. Pero sólo Microsoft perseveró, pese a una infructuosa demanda de Apple por copiarles tan descaradamente como los de Steve Jobs le habían hecho a Xerox, hasta que la versión 3.0 alcanzó el éxito.

Sin embargo, Windows 3.0 seguía funcionando bajo el mismo y cutre MS-DOS de siempre. A partir de 1985, IBM y Microsoft empezaron a desarrollar conjuntamente un sucesor, al que llamarían OS/2. Pese a ser muy superior, fracasó por la misma razón por la que Microsoft estaba nadando en una montaña de dinero: porque por más cutre que fuera, MS-DOS era el estándar, y OS/2 era incompatible con él, es decir, no podía ejecutar los miles de aplicaciones que se habían desarrollado durante estos años para el PC.

El éxito de Windows 3.0 y el fracaso de OS/2 llevaron a Microsoft a divorciarse de IBM a comienzos de los 90. El gigante azul empezó a tener pérdidas poco después y tuvo que reinventarse a sí mismo como empresa de servicios para lograr sobrevivir; con el tiempo dejó incluso de fabricar los PC que había inventado. Microsoft, en cambio, gracias a las distintas versiones de Windows, convertido ya en sistema operativo en detrimento del MS-DOS con el que guardó la compatibilidad mucho tiempo, y a sus aplicaciones de ofimática, pasó a ser la primera empresa de informática del mundo.

El tercero en discordia, Digital Research, fue vendido a Novell en 1991 después de que lanzara varias versiones de DR-DOS, un sistema compatible con MS-DOS y, la verdad sea dicha, bastante mejor; tanto que Microsoft pensó en introducir falsos errores en Windows para que no funcionara con él. Kindall se pasó años teniendo que escuchar a todo el mundo que, de no haberse ido en avión aquella mañana, bien podría haber sido el hombre más rico el mundo. Murió en 1994 en una pelea en un bar de motoristas.

Allen se retiró a comienzos de los 80 tras morir su padre y enfrentarse a un cáncer linfático. Pero siguió siendo amigo de Gates y permaneció en la junta directiva de Microsoft. Bill, el soltero más codiciado de su tiempo, se casó con una empleada en 1994 y se retiró en 2006 para dirigir junto a ella una fundación. Aun sin él, Microsoft sigue siendo la principal empresa de informática del mundo. Y eso sí que no es cuestión de suerte.