Los peligros de ser como el Che por Carlos Ríos Otero

Cubanet.

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Fidel Castro y sus camaradas del Buró Político acordaron, el 8 de octubre de 1968, en el primer aniversario de la  muerte de Che Guevara, declarar la fecha como el Día del Guerrillero Heroico, y decretar que los pioneros cubanos deben ser comunistas y además como el Che.
Es curioso que los líderes del régimen, tan nacionalistas como dicen ser, hayan sublimado a un aventurero extranjero, escogiéndolo como modelo de las nuevas generaciones de cubanos. José de la Luz y Caballero, maestro de próceres; Félix Varela, el que nos enseñó a pensar; Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria; José Martí, el Apóstol; Antonio Maceo, nuestro Titán de Bronce, y toda una pléyade de patriotas merecen esa distinción mucho más que el Che, y por derecho natural.
Mientras, para el popular comandante y jefe del Ejército Rebelde, Camilo Cienfuegos, desaparecido misteriosamente, el 28 de octubre de1959, los cerebros del Comité Central del Partido determinaron tirar flores al mar en sus aniversarios. Luego, cuando les convino, enyuntaron a Camilo y Che en una “jornada ideológica”.
Al Che se atribuye el fetichismo ideológico de aquella carta a Fidel Castro, donde anunciaba que partiría a los nuevos campos de batalla “con la fe que me inculcaste”. Algo que le vino de perilla a Castro para, entre otras cosas, instaurar el lucrativo negocio internacional de souvenirs con la imagen del fotogénico asesino.
De Camilo Cienfuegos, Castro aprovechó su nota al ser ascendido a comandante guerrillero, donde decía: “Fidel, dejaría de respirar antes que traicionarte”. El ascenso, firmado por Castro, le fue entregado a Camilo por el oficial enlace de la comandancia, Luís Olazábal. De vuelta a la comandancia con la respuesta de Camilo, Olazábal se enteró de que su hermano menor, con apenas 17 años, había sido ejecutado por el Che, porque se había tomado media lata de leche condensada de uno de los guerrilleros. Olazábal estuvo denunciando este asesinato hasta el día de su muerte, ocurrida en la ciudad de Matanzas, en el verano de 2008.
Tanto Camilo como el Che tienen sus tejados de vidrio para los intereses castristas.
Camilo, en la primavera del propio año 1959, cuando se reunió con los oficiales sediciosos del Regimiento de Holguín, que protestaban ante su comandante por ascender a filo comunistas a grados y puestos superiores, mientras estigmatizaba a demócratas de la juventud cristiana y ortodoxa, les ordenó que depusieran esa actitud porque: “…si esto es comunismo, yo estaré con Uds.”
Guevara declaró en la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en Argel, en 1965, que la Unión Soviética era el otro imperialismo. Por eso empezó a resultar incómodo. Tal vez ello explica su queja, anotada en el diario de Bolivia, en  julio de 1967, de que La Habana y Castro lo habían abandonado a su suerte.
Además de asesino, Guevara fue un absoluto fracaso como administrador. Durante su permanencia en el puesto de presidente del Banco Nacional de Cuba, literalmente aniquiló las bases bancarias modernas que estimulaban a la  pequeña y mediana empresa, columna vertebral del desarrollo de la nación. Antes, en los días de la Reforma Agraria, se le ocurrió la descabellada idea de sembrar en una granja matancera dátiles para exportar.
Pero aun mayor fue su descalabro al frente del Ministerio de Industrias, donde importó plantas obsoletas tecnológicamente, como la fábrica de lápices de Batabanó, y la INPUD  (utensilios domésticos). Por si fuera poco, como resultado de políticas improvisadas, desmanteló 130 mil hectáreas de caña de azúcar de las mejores variedades, lo que redujo notablemente la producción azucarera, de 1962 a 1964.
Otro garrafal desacierto de Che Guevara fue declarar, en 1961, que la industria cubana crecería un 15 % anual.  Sus errores económicos fueron criticados por el vicepresidente y economista, el comunista Carlos Rafael Rodríguez.
Se habla del “asesinato” de Che Guevara, sin decir que le pagaron con los mismos métodos que usó contra los cubanos: la muerte sin apelación. En febrero de 1959, se jactaba en la TV de que los fusilamientos en la fortaleza de La Cabaña se hacían por orden expresa suya. Y unos años después, advirtió en la ONU que si era necesario se seguiría fusilando en Cuba.
El Che fue el Robespierre de la revolución cubana: mandaba a ejecutar por simples sospechas. Fidel Castro tuvo en Guevara el verdugo frío e implacable que necesitaba para imponer el terror revolucionario.

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