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Los tres últimos ases que pueden salvar a Obama, por Jordi Pérez Colomé


La elección en Estados Unidos está empatada. En la media nacional de encuestas Romney saca 0,9 puntos en todo el país. Está dentro del margen de error y tiene menos importancia que los sondeos por estado.

De aquí al 6 de noviembre, si no ocurre nada sensacional, los sondeos nacionales no darán datos más seguros. Cualquiera de los dos candidatos podrá ganar. Hace tres semanas en la campaña de Romney pocos soñaban estar en esta situación, aunque desde la de Obama siempre habían dicho que sería reñido.

Una voluntaria en una oficina de Romney me decía: “Hace unas semanas la gente nos llamaba enfadada solo para decir lo que Romney tenía que hacer para ganar”. Ahora ya no. Mitt Romney puede ser el próximo presidente de Estados Unidos.

Por primera vez Romney congrega en sus mítines a multitudes del nivel de Obama. El martes había 12 mil en este mitin en Colorado. Para un candidato poco carismático y soso, es increíble. No hay que olvidar que a la gente le gusta ir con el que gana.


Solo llevo tres días en Estados Unidos. De momento reúno más bien material para hablar de los dos bandos con más datos y sensaciones. Pero por lo que he visto en las oficinas de cada candidato, en los carteles, en el ambiente, es algo evidente: está más igualado que hace cuatro años.

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Qué esperar de los debates entre Obama y Romney por Jordi Pérez Colomé

El presidente Obama tiene ventaja en los sondeos. Pero ni mucho menos está todo decidido. Queda más de un mes para las elecciones y las encuestas pueden exagerar la ventaja de un candidato. Pero hoy nadie puede negar que Obama lo tiene mejor para seguir en la Casa Blanca.


La campaña de Mitt Romney se marcó tres momentos para dar un vuelco a esta elección y colocarse como favoritos: la elección del candidato a vicepresidente (fue Paul Ryan, que no tiene de momento un papel clave), la convención (que salió mal y el discurso más recordado fue de Clint Eastwood) y los tres debates. Solo queda el último cartucho. Mitt Romney tiene más a ganar que perder en los debates. Hoy miércoles es el primero (aunque en España empezará a las 3 de la madrugada del jueves). Debe aprovecharlo.

Las ventajas de Romney.- Solo por poder discutir cara a cara con el presidente, el caché de Romney subirá por dos motivos. Primero, los millones de norteamericanos que lo vean tratarán de imaginar qué tal quedaría un presidente Romney. Por poco que lo haga bien, esa impresión de que está preparado va a mejorar.

Segundo, hace cuatro años que nadie discute con Obama. En Estados Unidos no hay un líder de la oposición que interrogue al presidente en el Congreso, como ocurre en Reino Unido o en España. Las únicas preguntas difíciles que recibe el presidente son de periodistas y puede alargarse cuanto quiera o dar largas. En los debates deberá discutir con alguien a su nivel y no perder los nervios.

Las desventajas de Romney.- La historia juega en contra de Romney. Desde 1960 hay debates presidenciales televisados en Estados Unidos, con la excepción de 1964, 68 y 72: los entonces presidentes Lyndon B. Johnson y Richard Nixon no quisieron. De las diez ocasiones, en solo dos han servido para remontar en los sondeos: quien iba ganando pasó a ir perdiendo.

Fue en 1960 entre Kennedy y Nixon, y en 2000 entre Al Gore y George W. Bush. En ambos casos el candidato que iba mejor era vicepresidente saliente de un presidente que tras ocho años dejaba el país bien: Nixon con Eisenhower y Gore con Clinton. Pero su presentación como candidatos fue mal y perdieron.


Qué mundo se encontró Obama y cómo lo deja por Jordi Pérez Colomé


El presidente Obama estará lunes y martes en Nueva York para la cumbre anual de Naciones Unidas. No tiene previstas reuniones con otros jefes de Estado, pero dará un discurso el martes. Es un buen momento para repasar qué ha logrado en cuatro años en el mundo.


Durante la presidencia de Obama el mundo ha cambiado bastante: la guerra de Irak ha terminado y la de Afganistán lo hará pronto, Osama bin Laden y Muamar Gadafi están muertos; Hosni Mubarak, Zine El Abidine Ben Ali y Ali Abdulá Saleh están jubilados; Siria está en guerra. Estos son sus seis asuntos principales.

Afganistán. Las tropas americanas saldrán de Afganistán en 2014. Ya es la guerra más larga de la historia de Estados Unidos -aunque hay dudas sobre cuánto duró Vietnam. El objetivo de Estados Unidos era doble: dejar un país estable y que no fuera un santuario para terroristas. El primer punto no se conseguirá. El otro, parece que sí.

En Afganistán, el ejército, los talibanes y otros grupos se pelean por dominar parte del territorio. Desde hace una semana, los soldados americanos no forman ni hacen misiones son afganos porque los ataques de talibanes infiltrados se han multiplicado. Era demasiado peligroso. Cuando Estados Unidos se vaya, la guerra por el dominio de Kabul seguirá. Ni hay negociaciones de paz ni nadie pierde claramente.

Afganistán fue el gran tema de política exterior de los dos primeros años del mandato de Obama, sobre todo en 2009. El presidente deliberó durante seis meses si enviar más soldados para intentar ganar a los talibanes en las provincias donde eran más fuertes. Al presidente Bush en Irak, más tropas -el surge- le había ido bien. Obama aceptó pero puso un plazo. Las nuevas brigadas cumplieron su objetivo en Helmand y Kandahar, pero los talibanes no se fueron, se desplazaron o escondieron.

Estados Unidos no va a ganar la guerra de Afganistán. En la campaña de 2008, Obama dijo que esta era la guerra importante. Se refería a la guerra contra Al Qaeda, que es la única que va más o menos ganando. Afganistán no será un lugar pacífico en los próximos años.

No es responsabilidad solo, claro, del presidente actual. Mitt Romney no ha dado una alternativa clara a la salida de tropas, aunque hay en su partido senadores que dicen que deben seguir allí sin plazo.


La veta populista de Obama

por Andrés Oppenheimer.



El aviso de la campaña del presidente Barack Obama que critica duramente al virtual candidato republicano Mitt Romney por supuestamente haber presidido empresas que “fueron pioneras en transferir empleos estadounidenses a países con bajos salarios”, y que afirma que “el presidente Obama cree en crear empleos en casa” es injusto, hipócrita y peligrosamente tramposo.
A pesar de que estoy más de acuerdo con Obama que con Romney en la mayoría de los temas, en este caso particular no puedo apoyarlo. El aviso de Obama es uno de los más deshonestos intelectualmente que he visto en mucho tiempo. Y la respuesta defensiva de la campaña de Romney, que afirma que, más que Romney, “el presidente Obama es el verdadero campeón de los que transfieren empleos al extranjero” es igualmente patética.
En realidad, tanto Obama como Romney apoyan el “outsourcing”, o la práctica de larga data por la cual las empresas multinacionales manufacturan productos o partes en otros países porque les resultaría muy costoso hacerlo en casa.
Y está bien que así sea. El “outsourcing” no sólo es una necesidad en la economía global de hoy, sino que además en muchos casos ayuda a la economía de Estados Unidos al hacer que las exportaciones estadounidenses sean más competitivas en el exterior, y al permitir que los consumidores estadounidenses paguen menos por muchos productos.
MEDIAS VERDADES
Y casi todas las opiniones en contra del “outsourcing” por parte de los políticos —incluyendo la de los legisladores que están poniendo el grito en el cielo por el hecho de que los uniformes olímpicos de Estados Unidos hayan sido fabricados en China— son medias verdades, o mentiras.
Primero, y contrariamente a la opinión generalizada, varios estudios demuestran que el principal motivo por el que las multinacionales invierten en fabricas en otros países no son los bajos salarios, sino la proximidad a los mercados extranjeros. Casi el 95 por ciento de los consumidores del mundo están fuera de Estados Unidos, y las empresas necesitan estar cerca de ellos, tanto para reducir los costos de transporte como para adecuar sus productos al gusto de los consumidores extranjeros.
En segundo lugar, “en general, las empresas estadounidenses no invierten en el exterior para exportar productos o servicios de regreso a Estados Unidos. Casi el 90 por ciento de los productos y servicios que estas empresas producen en el exterior son vendidos en el exterior”, según me dijo el economista Raymont Mataloni, de la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos.
En tercer lugar, la mayoría de las inversiones extranjeras estadounidenses no van a países de bajos salarios, sino a países ricos. Si los bajos salarios fueran la razón primordial para invertir en el exterior, Haití estaría lleno de plantas fabriles estadounidenses. Pero no es así.
Según la Oficina de Análisis Económico, el 72 por ciento de las inversiones extranjeras directas de Estados Unidos el año pasado fueron a Europa, Canadá, Japón, Australia y Singapur.
En cuarto término, estamos en una economía global de grandes bloques comerciales, en la que los países asiáticos y europeos crean cadenas de abastecimiento dentro de sus regiones con el objetivo de reducir costos. Si Estados Unidos quiere seguir siendo un gran exportador mundial de aviones y autos, por ejemplo, necesitará ampliar —y no reducir— sus cadenas de abastecimiento en México y Canadá.
En quinto lugar, a Estados Unidos le puede convenir más fabricar aviones que camisetas deportivas.
“Aunque nuestros atletas marchen por la pista del estadio olímpico de Londres con sus uniformes hechos en China, y agitando sus banderas estadounidenses hechas en China, lo más probable es que los atletas chinos hayan llegado a Londres en aviones fabricados en Estados Unidos”, señala acertadamente el economista Daniel Ikenson, del Instituto Cato.
En sexto lugar, ni Obama ni Romney combatirán el “outsourcing”, porque ningún político se va a arriesgar a que los consumidores estadounidenses paguen el doble por sus iPads, televisores o ropa deportiva.
TÁCTICA EFECTIVA
Mi opinión: No es ningún misterio que Obama está usando el tema del “outsourcing” en contra de Romney porque sabe que puede ser efectivo. Tal como señaló recientemente Ruy Texeira del Centro para el Progreso Americano, citando la encuesta de NBC/Wall Street Journal que revela que el 86 por ciento de los estadounidenses creen que el “outsourcing” es la principal razón del desempleo en el país, “el público está muy preocupado por la transferencia de empleos al exterior”.
Pero Obama está engañando a la opinión pública (y Romney también, al declarar que él también está en contra del “outsourcing.”). Cuando los candidatos presidenciales dicen cosas en las que claramente no creen, contribuyen a promover la idea de que todos los políticos son unos mentirosos, lo que lleva a la apatía electoral y perjudica al sistema democrático. El aviso de Obama y la respuesta de Romney son un lamentable ejemplo de demagogia populista.
Twitter: @oppenheimera


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y

En la campaña de Obama. Jordi Pérez Colomé. 2008

El libro es estupendo, las vivencias del autor en la campaña de Barack Obama para las presidenciales de 2008. Lo incluyo entre mis libros.


El libro se puede adquirir aquí.


Jordi Pérez Colomé escribe en su imprescindible blog sobre política internacional Obamaworld, y este libro tiene el mismo nivel que el blog. Aunque se pueda discrepar de algunas de las opiniones del autor, lo cierto es que se mete en la boca del lobo y nos relata de primera mano como son las cosas. 


A continuación la presentación del libro por parte del autor:
En la campaña de Obama
En 2008 hice dos viajes a Estados Unidos para ver de cerca la campaña de Obama: en agosto para la precampaña y la convención y en octubre y noviembre para las elecciones. En verano fui en coche desde Maine -en Nueva Inglaterra, al noreste- a Denver, Colorado, casi en la otra punta, donde se hacía la convención que escogió a Barack Obama como candidato del Partido Demócrata a las elecciones. Son más de 3.500 kilómetros (y luego vuelta a Nueva York).
Para ver luego las elecciones fui solo a tres estados: Virginia, Pensilvania y Ohio. Eran estados disputados, donde podía ganar cualquiera de los dos candidatos. En Columbus, capital de Ohio, viví la elección de Obama.
No es un libro de viajes, sino de periodismo. Estuve en muchas oficinas y actos de la campaña de Obama -al candidato solo le vi en un mitin en Springfield, Illinois. Hablé con docenas de personas que dedicaban montones de horas a ayudar a Obama a ser presidente. Fui con ellos de puerta a puerta, oí cómo llamaban por teléfono o introducían datos estadísticos del barrio en el ordenador. Comprobé algo que ya sabía: el sistema político americano se vive de otra forma. En el libro cuento cómo ganó Obama y cómo funciona el sistema americano. El nombre de este blog es producto de este libro.


El libro es muy didáctico y nos mete de lleno en las elecciones americanas, por ejemplo, como los delegados se costean los viajes para las primarias del partido demócrata:
Los delegados salen de las elecciones primarias de cada partido en los distintos estados. Las primarias son las elecciones que hace un partido para escoger su candidato para la elección general. Según el porcentaje de votos, cada candidato tiene un número de delegados que votarán por él en la convención. Para ganar las primarias hay que conseguir más de la mitad de delegados totales. Aquí, en el estado de Nueva York, ganó Hillary Clinton (que es senadora federal por este estado), pero no por tanto como era de esperar y Obama en Syracuse consiguió dos de los cinco delegados. Uno será Lisa, que tiene que pagarse el avión y el hotel. La campaña selecciona quiénes serán los delegados de su candidato. Según Lisa, intentan hacer que sea representativo entre origen geográfico, sexo, edad y raza. (P. 15).

El autor destaca la importancia de estas primarias:
En las primarias se dan cita todas las tendencias dentro de un partido: los más progresistas, los antiabortistas, los que estuvieron a favor de la guerra de Irak, los que quieren salir corriendo. Todas las ideas se debaten y luego puede ocurrir que gane alguien a quien el aparato del partido no daba opciones. Este año fue así: Hillary Clinton era la gran favorita. Sin primarias, hoy Barack Obama no sería presidente. En España, sin primarias, aunque haya diez partidos, tenemos que conformarnos con el menú limitado del aparato de cada formación: tenemos que comernos lo que nos ponen en la mesa. (Pp. 17 – 18).

Fundamental el tema de la financiación de las campañas de los candidatos:
Cada candidato debe pensar cómo pagará su campaña (anuncios, folletos, sueldos de asesores). Si quieres presentarte, apáñate, es la máxima, que encaja muy bien con el espíritu nacional. El partido ofrece, por supuesto, recursos básicos, pero si el rival sabe reunir más dinero, hará más folletos, anuncios y reuniones. Y ganará. La capacidad de reunir dinero es una virtud aquí. Depende también de la oficina a la que se aspire. No es lo mismo querer ser senador federal –dos por estado– que sheriff del condado. (P. 23).

Obama no es diferente a otros políticos, puede decir una cosa y la contraria en poco espacio de tiempo, todo depende de lo que más le favorezca:
Se pueden criticar los donativos –que sólo pueden dar ciudadanos norteamericanos, para evitar que extranjeros obtengan favores de políticos nacionales– y aspirar a que la financiación se limite a dinero público, que para la campaña a presidente son unos 85 millones de dólares. Pero el candidato que los acepta está limitado a gastarse sólo ese dinero. Esta vez los aceptó únicamente McCain. Obama, en cambio, que había apostado antes por la “reforma” del sistema de financiación y se había comprometido a aceptar esos 85 millones, consiguió reunir tanto dinero que optó por renunciar a los fondos públicos. Sólo en septiembre recaudó más de 150 millones, lo que con lo que ya tenía sumaban 225 para la elección general. (P. 24).


Para trasladarse por las ciudades y pueblo de Estados Unidos el coche se hace imprescindible:
Para ir del restaurante al barrio, unos doscientos metros, cogemos el coche. En los suburbios no se camina. Todo está pensado para el coche. Las calles son anchas, siempre hay donde aparcar y apenas hay aceras o pasos de peatones. Me acostumbré tanto a esto que cuando veía a alguien andando por un lugar inhóspito para el peatón pensaba: “¿Qué hace ese?” O al contrario, cuando he querido andar yo, me he sentido memo y un poco fuera de la ley. Es un país para coches. Las casas están en una zona, las tiendas todas juntas en otra, el coche es indispensable. (P. 29).

Una de las diferencias con el sistema electoral español es que: 
En la mayoría de los estados norteamericanos hay que registrarse para votar. (P. 31).


La actividad de la campaña de Obama fue clave para su triunfo, el mismo autor fue testigo de ello:
Por tanto, el otro gran objetivo de Obama en esta precampaña es, además de localizar a los votantes y espabilarlos, encontrar potenciales votantes sin registrar. Esto se hace preguntando por la calle, en ferias, en la cola de un concierto, en la entrada de un pub, en el béisbol, en un centro comercial, donde sea. Todo este esfuerzo sale poco en los medios, que prefieren los mítines y los discursos. Pero no es ninguna broma. Yo estuve en Estados Unidos casi un mes y seis veces intentaron por azar registrarme para votar por la calle (dos en Nueva York, en Broadway alrededor de la calle 120, cerca de la Universidad de Columbia, que es un barrio no muy acomodado y joven; otra en Brattleboro, Vermont; Chicago y Springfield, Illinois, y Denver, Colorado). Ninguna vez se me acercó alguien del Partido Republicano a pedírmelo. (P. 34).

La mayoría de los voluntarios no cobran por ello y la organización está muy planificada:
Christopher Mammen, el encargado de la oficina de Warrenton, cuyo cargo oficial es field organizer (“organizador del terreno”, más o menos). De todos los que hay en esta sala es el único que cobra de la campaña; los demás son voluntarios: el recepcionista, los otros dos miembros del staff y el señor que llama.
Chris tiene 25 años y es de San Antonio, Texas. La campaña le mandó a Warrenton el 3 de agosto para montar todo el tinglado. Primero se puso en contacto con los voluntarios del lugar que se habían registrado en la web de Obama. Su tarea inicial no fue buscar a los votantes, sino averiguar qué personas en la comunidad tenían la habilidad y ganas de poder liderar como voluntarios. Entonces había que pedirles que dedicaran tiempo a la campaña. Había que reclutar a los mejores disponibles a sabiendas de que iban a trabajar sin pagar. Luego hubo que alquilar una oficina. En la que están ahora es la segunda; la primera se les quedó pequeña. Chris ha vivido estos tres meses en casa de un voluntario local, gratis. (Pp. 76-77).

La jerarquización es clave:
A pesar de la palabrería, la organización era muy jerárquica. Chris Mammen, en su oficina de Warrenton, informaba al director regional de su zona, quien por encima tenía al subdirector estatal y al director de la campaña en Virginia, que a su vez informaba al cuartel general en Illinois. Chris trataba sólo con su director regional, tanto para pedirle ayuda o consejo como para comunicarle los resultados de su trabajo. (P. 81).


Y, por supuesto, está la esperanza de un trabajo futuro cercano al poder:
Antes de irme, le pregunto a Chris por lo que ocurrirá la semana que viene, después de las elecciones: “Tenemos que irnos en dos días. Todo lo que ves aquí es prestado. La campaña sólo nos ha dado un ordenador y los teléfonos. Las mesas, las sillas nos las han dejado la gente; los portátiles son los nuestros. Tendremos que devolverlo”. ¿Y con vosotros qué pasará? “Nos dijeron que si ganábamos podrían haber oportunidades para trabajar en Washington, con el gobierno o con algún congresista. (Pp. 83-84).


Las diferencias de Estados Unidos con Europa son palpables:
El día que en Europa cojamos a la familia y los bártulos en Toulouse, conduzcamos hasta Cracovia, hablemos al llegar una lengua en la que nos entiendan y empecemos a trabajar al día siguiente, Europa se habrá construido de verdad. (P. 120).


El propio autor hace de voluntario, y le toca vivir alguna situación divertida:
Le llama y sale por la puerta del comedor un señor de ochenta años, recio, piernas delgadas arqueadas, barriga pesada que le hace oscilar un pelín adelante, típica cara norteamericana, parecida al padre de George W. Bush. Cuando me ve, dice:       –¿De dónde ha salido este? Antes de irnos que se corte el pelo y se afeite. ¡Si vamos con él al bar del pueblo y le ven con nosotros seguro que perdemos! –mientras habla el tío se me acerca y me estira los pelos de la barbilla, sin remilgos. (P. 125). 

Las elecciones americanas son mucho más complejas y completas que las europeas:
Este año tienen que votar para lo siguiente: presidente, fiscal general, congreso federal, congreso estatal, consejero del condado (dos representantes), fiscal, oficial del tribunal de primera instancia, sheriff, registrador del condado, tesorero del condado, ingeniero del condado (sólo hay un candidato), juez pesquisidor. Hasta aquí los cargos a los que se presentan representantes de un partido u otro; ahora los cargos que no van asociados a partidos: miembro del consejo de educación del estado, juez del Tribunal Supremo estatal (dos representantes), para juez del Tribunal de Apelaciones (dos representantes), para juez del Tribunal de causas comunes (cinco representantes). (P. 150).

El libro es mucho más que estas citas que he recogido, se lo recomiendo. Y más ahora que las elecciones americanas son inminentes.

La guerra secreta de Obama

Jordi Pérez Colomé.



El terrorismo islámico ha vuelto a las portadas en Europa. El francés Mohamed Merah mató a siete personas en la región de Toulouse. Su vinculación real a Al Qaeda aún no está clara. A pesar de la gravedad, ladiferencia con los anteriores ataques de la banda en Europa -Madrid y Londres- es notable.
La capacidad de Al Qaeda se ha reducido. Desde hace unos años no ha logrado culminar ninguna operación a gran escala. Ni siquiera los dos terroristas solitarios que intentaron volar aviones sobre el Atlántico lo consiguieron. Es indudable que Al Qaeda, aunque no ha desaparecido, tiene menos fuerza.
De las tres ramas de la banda, dos están tocadas: el núcleo en la región tribal entre Pakistán y Afganistán y los grupos afiliados que aprovechan la marca. El recurso más temible que les queda son los terroristas solitarios nacidos en Occidente, como Merah. Su amenaza es menor, pero son más difíciles de detectar.
La administración Obama es la principal responsable de la debilidad de Al Qaeda. El gobierno americano ha usado dos métodos basicos para perseguir a los islamistas: los aviones sin piloto (drones) y las fuerzas especiales. Los dos forman parte de una estrategia oculta -o, mejor, no reconocida. Es la guerra secreta de Barack Obama.

El ataque de los aviones sin piloto


Los drones sirven para dos objetivos: reunir información y atacar. Estados Unidos los utiliza en zonas de guerra -Afganistán, Irak, Libia- y para grabar qué hacen otros países con sus armas o posibles arsenales nucleares -Irán, Corea del Norte, China. Pero el uso más letal de los drones ha sido contra el terrorismo. Estados Unidos los ha empleado en tres países: Pakistán, Yemen y Somalia.

Cómo será el ejército americano en 2020 y qué peligros afrontará

Por Jordi Pérez Colomé.


El presidente Obama hizo esta semana algo que ningún predecesor suyo había hecho: ir a la sala de prensa del Pentágono a presentar una nueva estrategia de Defensa. El documento se titula “Mantener el liderazgo de Estados Unidos: prioridades para el siglo XXI”. No es un texto detallado, sino ocho páginas de guías generales.


Pero es importante por dos motivos: primero, el gobierno quiere recortar el presupuesto de Defensa y empieza a anunciar cómo y, segundo, da una idea de las intenciones militares de Estados Unidos para esta década. Según el secretario de Defensa, Leon Panetta, el objetivo del plan es construir “el ejército de 2020, una fuerza de tamaño y forma distintos a la de la Guerra Fría”. Es decir, más pequeño y aún sin un enemigo de su capacidad.

La idea no es nueva. El primer secretario de Defensa de George W. Bush, Donald Rumsfeld, quería en 2001 hacer algo parecido. El 11-S y las guerras de Afganistán e Irak cambiaron los planes. Tras el final de esas dos guerras, la administración Obama retoma el proyecto actualizado.


Obama’s Math Works Only in BizzaroEcon World

By Don Boudreaux.



Last night on “60 Minutes” (HT IndianaJim) President Obama said to interviewer Steve Croft about tax cuts:
Steve, the math is the math.  You can’t lower rates and raise revenue, unless you’re getting revenue from someplace else.
This answer reveals a deplorable understanding of either economics or math or both.
Revenues are the product of the “price” per unit (for example, the tax rate on a dollar of income) multiplied by the number of units for which that price is paid.  If the percentage cut in the price per unit is smaller than a corresponding percentage increase in the number of units for which the now-lower price is paid, revenues don’t fall; they rise.  The math, indeed, is the math.
Obama’s math works only in a bizzaro economic world – a world where changes in prices have no, or never more than a de minimis, effect on people’s behavior.
In that bizzaro world producers would never lower prices.  (Why do so if lowering prices won’t result in a larger sales volume and higher revenues?)  In that bizzaro world McDonald’s would charge $1,000 for each Big Mac.  (Why not, if prices don’t affect people’s consumption choices?)  In that bizzaro world no one would propose taxing cigarettes to discourage smoking.  (Why do so if higher prices don’t affect behavior?)  And in that bizzaro world no one would ever call for higher tariffs to protect domestic producers from foreign competition.  (Why do so if raising tariffs does not reduce the number of imports that people buy?)
It’s one thing to question a claim’s empirical relevance; it’s quite another to dismiss it categorically as being an alleged violation of the laws of mathematics.
What sorry testimony about the “reality-based” political community that the current President of the United States believes it to be simply a matter of “math” that lower tax rates necessarily result in lower tax revenues.

El triunfo de la esperanza sobre la experiencia

Por Diego Sánchez de la Cruz:




El 9 de enero de 2009, el presidente de Estados Unidos Barack Obama afirmó confiado que “nadie discutía” la necesidad de un “plan estatal de recuperación”. Acto seguido, la Casa Blanca propuso la aprobación de un millonario “paquete de estímulo”, valorado en más de 787,000 millones de dólares. Era evidente que la apuesta del Ejecutivo para salir de la Gran Recesión pasaba por aumentar el tamaño del Estado.
Aunque el presidente se había mostrado muy confiado, algunos le llevaron la contraria. El Instituto CATO, uno de los think-tanks más influyentes de EEUU, no tardó en encabezar la oposición liberal al gran proyecto keynesiano del gobierno de Barack Obama. Así, el CATO organizó la publicación de un breve manifiesto, firmado por cientos de economistas y reproducido a toda página por los principales periódicos estadounidenses. El texto afirmaba lo siguiente:
“Con el debido respeto, Señor Presidente, lo que afirma no es cierto. Pese a que los estudios digan que todos los economistas son keynesianos y que todos respaldamos un gran aumento en el peso del gobierno, nosotros, los que aquí firmamos, no creemos que más gasto público pueda mejorar el desempeño de la economía estadounidense. El aumento aprobado por los gobiernos de Hoover y Roosevelt no sacó a la economía estadounidense de la Gran Depresión en la década de 1930. Tampoco resolvió la ‘década perdida’ de Japón en los noventas. De tal manera que es un triunfo de la esperanza sobre la experiencia creer que más gasto público ayudará a EEUU hoy. Para mejorar la economía, los políticos deberían enfocarse en reformas que eliminen los obstáculos al trabajo, al ahorro, a la inversión y a la producción. Tasas de impuestos más bajas y una reducción de la carga tributaria siempre son las mejores maneras de utilizar la política fiscal para estimular el crecimiento”.

Las siete vidas de un presidente americano. Jordi Pérez Colomé

Leer entrada completa.


Extracto:

La propuesta de Obama es simple: poner más dinero en el bolsillo de los americanos. Tiene dos partes: una, recortar impuestos a empresas y empleados y, dos, gastar más en mejorar transportes y escuelas y en aumentar el seguro de desempleo. Los republicanos no quieren saber nada más de gastar.

Pero las medidas económicas son solo una parte del discurso. Pueden hacer algo por el empleo y al menos se notará que el gobierno se mueve. Pero Obama tenía otros dos objetivos: separarse de los republicanos y animar a sus bases.

La culpa de la crisis quizá no sea de Obama -el declive comenzó antes de que llegara a la presidencia-, pero sí que es ya su responsabilidad. Habrán pasado cuatro años de crisis; es bastante tiempo. Por políticas ineficaces -suyas o de otros, según la versión- o porque la crisis es mayor de lo previsto, quizá no dé tiempo para que el paro mejore antes de las elecciones de noviembre de 2012. Así que debe empezar a buscar alternativas para intentar ganar las elecciones con un paro alto y una economía débil. Es más difícil, pero es posible.

What we’ve learned about Obama (and power) by Russ Roberts

Cambien Obama por Zapatero y el artículo es válido igualmente.

Quién iba a pensar que el gobierno presidido por Zapatero iba a vender bombas de racimo a Gadafi hasta 2007, y ahora apoyar una guerra contra Libia, en vez de promover la alianza de civilizaciones, o justificar el asesinato de Osama bin Laden.


What we’ve learned about Obama (and power) by Russ Roberts. (En español)

Go back to the campaign of 2008, McCain (remember him?) and Obama. Suppose in the middle of the campaign, someone returned from the future and told you that by 2011, the President of the United States will have kept Guantanamo Bay open, launched a war against Libya, and crossed covertly into an ally’s territory to assassinate Bin Laden. Who would you think that would be? McCain or Obama?
Couldn’t be Obama. The man who was repulsed by American exceptionalism, who pledged to close Guantanamo Bay, the man who said the way to deal with bad guys is to talk to them, not attack them.
What happened?
Three possibilities come to mind. The first is that politicians on the campaign trail lie and dissemble. They need to motivate their base, craft an image, and so on.
The second possibility comes from a CIA economist who told me in the middle of the 2008 campaign that when Obama becomes President, he’ll know what Bush knows (meaning horrific and frightening classified information) and he’ll do the same thing as Bush.
The third possibility is that when you get into power, you change. It’s fun to play video games with real lives. You can’t help yourself. It’s easy to convince yourself (given that classified information) that you have no choice.
I think it’s a mix of two and three. I think Obama the candidate really thought he would be different. President Obama is not so different.

Un desastre de prosa por Arcadi Espada

Este artículo de Michael Gerson en el Post, que traduce el periódico. Parece inapelable, y es justo que arranque con el vaivén de contradicciones de Obama respecto a la edificación de una mezquita en la Zona Cero. Pero a mí el artículo sólo me da que pensar una y otra vez en el presidente del Gobierno español. Que llegó al gobierno con una mayoría débil. Que se ha esforzado en gobernar de un modo partidista. Cuya brillantez retórica es descriptible. Cuyos ideales más nítidos tienen que ver con la permanencia en el poder. Y al que le ha salido mal todo lo importante que ha emprendido: la reforma territorial, la negociación con los terroristas, el liderazgo europeo y la gestión de la crisis. Sus únicas victorias son del tipo haiku (el periódico dice que lee a un Mukarami): igualdad, aborto, memoria.


La esperanza perdida de Barack Obama por Michael Gerson

La brecha más destructiva para el Presidente Obama no es la ventaja Republicana inexpresiva en las urnas de las legislativas, ni siquiera una impopularidad de su labor que ha superado a la popularidad, es la brecha entre aspiraciones y realidad.

La polémica de la mezquita de Manhattan ilustra el problema de forma comprimida. Primero vimos al Obama de los principios resonantes (el principio casi totalmente acertado, en mi opinión). Después vino un reajuste interesado políticamente. Luego la explicación de un gabinete descoordinado. Más tarde un silencio vergonzoso, puesto que es difícil aclarar la aclaración de una aclaración. Luego la lamentable declaración del "niego echarme atrás" por parte del presidente.

Fue más que un traspié. Desde el despido de Shirley Sherrod a la obsesión con Fox News, pasando por las críticas vertidas contra la "izquierda profesional", la administración Obama se ve involucrada en un acto diario de hipocresía. Ataca la contundencia y la virulencia de los rigores de la actualidad al tiempo que es totalmente cautiva de su ritmo. En el proceso, a menudo da imagen de ser reactiva, estar desbordada y falta de principios.

Esta brecha entre ideales y práctica se está convirtiendo en la narrativa definitoria de la administración. Obama prometió en tiempos, por ejemplo, poner fin a las "divisivas peleas de comedor en Washington". Al parecer hay una excepción en los refrescos. En su nuevo discurso de campaña, dice: "Resbalamos y nos deslizamos y sudamos la gota gorda, y al otro extremo los Republicanos, están allí de pie mirándonos con sus Fresisuis". En Seattle, el Presidente de los Estados Unidos hacía como que se bebía un Fresisuis para burlarse de sus detractores. Un político como Ronald Reagan sabía levantar ampollas en campaña con un guiño y una sonrisa. La retórica partidista de Obama logra ser sensiblera, mezquina y sin gracia. En campaña, se burla y se queja. No encandila.

Pero esto está claro: la retórica encaja al mensaje. Después de haber dejado atrás los sueños de Franklin Roosevelt para dar lugar a un paro del 9,5%, Obama ha llegado a un callejón sin salida ideológico. Su tendencia política natural sería aún más gasto en estímulos, hoy una imposibilidad política. De forma que sólo le queda atacar a los Republicanos. Es una tendencia política natural. Pero deja a Obama a la misma altura de cualquier otro político partidista en la cuerda floja.

Los motivos de tensión se acumulan. El candidato que se comprometió a superar diferencias partidistas aprobó su agenda en un desfile constante de votaciones superadas a golpe de disciplina de partido y maniobras legislativas al borde de la intimidación. El candidato que pretendía superar divisiones partidistas es percibido en una encuesta reciente de Democracy Corps como "demasiado izquierdista" por el 57% de los electores probables. El candidato que dijo que iba a "cambiar de forma fundamental la forma en que funciona Washington" ha visto crecer la desconfianza de la opinión pública en la administración hasta niveles pre-Revolución Francesa.

El fracaso a la hora de cambiar, o al menos a desafiar, la cultura de Washington irrita a izquierda y derecha. Esto dice Lawrence Lessig en The Nation: "Obama va a dejar la presidencia, sea en 2013 o en 2017, con Washington esencialmente intacto y el movimiento que inspiró traicionado".

La altura de la caída política de Obama se mide por lo incómodos que parecen ahora los ecos de su antigua retórica. Cuando hace poco dijo "Alcancemos la esperanza", se trataba de un verdadero esfuerzo. Sonaba a cantante pop entrado en años, barrigudo y desentonado, que tropieza en un viejo éxito. A Obama le persiguen los recuerdos de su propia promesa.

Los políticos se han hecho famosos por decir una cosa y hacer otra. Y los elevados ideales y la elevada retórica siempre generan el potencial de la hipocresía. Pero la decepción con Obama es especialmente acusada. Llegó al cargo proporcionando refrescantes esperanzas a votantes nuevos. América estaba borracha de idealismo -que termina en una resaca particularmente dura. Pocas presidencias se han levantado de forma tan consciente o completa sobre una marca idealista, con su propio lenguaje e iconos característicos. Pero esta "nueva clase de política" ha demostrado ser convencional en su conducta, predecible en su contenido y excepcional solamente en la profundidad de las divisiones que ha provocado. A la administración Obama se le presenta no sólo la perspectiva de un rechazo electoral masivo, sino una cuestión: ¿cómo se ajustará a la muerte de la fe que alumbró?

Para algunos, esto es simplemente la confirmación de su visión preexistente de la política, que el idealismo es un fraude, que la inspiración retórica es un timo. Es cierto que muchos políticos no mejoran tras un análisis más de cerca, que ningún hombre es admirado entre los que le conocen bien. Pero una nación de conocedores perderá su talento para los grandes propósitos. De forma que debería ser fuente de tristeza que Obama, para muchos, se haya transformado en fuente de cinismo.

Todos los políticos caen, pero no desde tan alto.