En la campaña de Obama. Jordi Pérez Colomé. 2008

El libro es estupendo, las vivencias del autor en la campaña de Barack Obama para las presidenciales de 2008. Lo incluyo entre mis libros.


El libro se puede adquirir aquí.


Jordi Pérez Colomé escribe en su imprescindible blog sobre política internacional Obamaworld, y este libro tiene el mismo nivel que el blog. Aunque se pueda discrepar de algunas de las opiniones del autor, lo cierto es que se mete en la boca del lobo y nos relata de primera mano como son las cosas. 


A continuación la presentación del libro por parte del autor:
En la campaña de Obama
En 2008 hice dos viajes a Estados Unidos para ver de cerca la campaña de Obama: en agosto para la precampaña y la convención y en octubre y noviembre para las elecciones. En verano fui en coche desde Maine -en Nueva Inglaterra, al noreste- a Denver, Colorado, casi en la otra punta, donde se hacía la convención que escogió a Barack Obama como candidato del Partido Demócrata a las elecciones. Son más de 3.500 kilómetros (y luego vuelta a Nueva York).
Para ver luego las elecciones fui solo a tres estados: Virginia, Pensilvania y Ohio. Eran estados disputados, donde podía ganar cualquiera de los dos candidatos. En Columbus, capital de Ohio, viví la elección de Obama.
No es un libro de viajes, sino de periodismo. Estuve en muchas oficinas y actos de la campaña de Obama -al candidato solo le vi en un mitin en Springfield, Illinois. Hablé con docenas de personas que dedicaban montones de horas a ayudar a Obama a ser presidente. Fui con ellos de puerta a puerta, oí cómo llamaban por teléfono o introducían datos estadísticos del barrio en el ordenador. Comprobé algo que ya sabía: el sistema político americano se vive de otra forma. En el libro cuento cómo ganó Obama y cómo funciona el sistema americano. El nombre de este blog es producto de este libro.


El libro es muy didáctico y nos mete de lleno en las elecciones americanas, por ejemplo, como los delegados se costean los viajes para las primarias del partido demócrata:
Los delegados salen de las elecciones primarias de cada partido en los distintos estados. Las primarias son las elecciones que hace un partido para escoger su candidato para la elección general. Según el porcentaje de votos, cada candidato tiene un número de delegados que votarán por él en la convención. Para ganar las primarias hay que conseguir más de la mitad de delegados totales. Aquí, en el estado de Nueva York, ganó Hillary Clinton (que es senadora federal por este estado), pero no por tanto como era de esperar y Obama en Syracuse consiguió dos de los cinco delegados. Uno será Lisa, que tiene que pagarse el avión y el hotel. La campaña selecciona quiénes serán los delegados de su candidato. Según Lisa, intentan hacer que sea representativo entre origen geográfico, sexo, edad y raza. (P. 15).

El autor destaca la importancia de estas primarias:
En las primarias se dan cita todas las tendencias dentro de un partido: los más progresistas, los antiabortistas, los que estuvieron a favor de la guerra de Irak, los que quieren salir corriendo. Todas las ideas se debaten y luego puede ocurrir que gane alguien a quien el aparato del partido no daba opciones. Este año fue así: Hillary Clinton era la gran favorita. Sin primarias, hoy Barack Obama no sería presidente. En España, sin primarias, aunque haya diez partidos, tenemos que conformarnos con el menú limitado del aparato de cada formación: tenemos que comernos lo que nos ponen en la mesa. (Pp. 17 – 18).

Fundamental el tema de la financiación de las campañas de los candidatos:
Cada candidato debe pensar cómo pagará su campaña (anuncios, folletos, sueldos de asesores). Si quieres presentarte, apáñate, es la máxima, que encaja muy bien con el espíritu nacional. El partido ofrece, por supuesto, recursos básicos, pero si el rival sabe reunir más dinero, hará más folletos, anuncios y reuniones. Y ganará. La capacidad de reunir dinero es una virtud aquí. Depende también de la oficina a la que se aspire. No es lo mismo querer ser senador federal –dos por estado– que sheriff del condado. (P. 23).

Obama no es diferente a otros políticos, puede decir una cosa y la contraria en poco espacio de tiempo, todo depende de lo que más le favorezca:
Se pueden criticar los donativos –que sólo pueden dar ciudadanos norteamericanos, para evitar que extranjeros obtengan favores de políticos nacionales– y aspirar a que la financiación se limite a dinero público, que para la campaña a presidente son unos 85 millones de dólares. Pero el candidato que los acepta está limitado a gastarse sólo ese dinero. Esta vez los aceptó únicamente McCain. Obama, en cambio, que había apostado antes por la “reforma” del sistema de financiación y se había comprometido a aceptar esos 85 millones, consiguió reunir tanto dinero que optó por renunciar a los fondos públicos. Sólo en septiembre recaudó más de 150 millones, lo que con lo que ya tenía sumaban 225 para la elección general. (P. 24).


Para trasladarse por las ciudades y pueblo de Estados Unidos el coche se hace imprescindible:
Para ir del restaurante al barrio, unos doscientos metros, cogemos el coche. En los suburbios no se camina. Todo está pensado para el coche. Las calles son anchas, siempre hay donde aparcar y apenas hay aceras o pasos de peatones. Me acostumbré tanto a esto que cuando veía a alguien andando por un lugar inhóspito para el peatón pensaba: “¿Qué hace ese?” O al contrario, cuando he querido andar yo, me he sentido memo y un poco fuera de la ley. Es un país para coches. Las casas están en una zona, las tiendas todas juntas en otra, el coche es indispensable. (P. 29).

Una de las diferencias con el sistema electoral español es que: 
En la mayoría de los estados norteamericanos hay que registrarse para votar. (P. 31).


La actividad de la campaña de Obama fue clave para su triunfo, el mismo autor fue testigo de ello:
Por tanto, el otro gran objetivo de Obama en esta precampaña es, además de localizar a los votantes y espabilarlos, encontrar potenciales votantes sin registrar. Esto se hace preguntando por la calle, en ferias, en la cola de un concierto, en la entrada de un pub, en el béisbol, en un centro comercial, donde sea. Todo este esfuerzo sale poco en los medios, que prefieren los mítines y los discursos. Pero no es ninguna broma. Yo estuve en Estados Unidos casi un mes y seis veces intentaron por azar registrarme para votar por la calle (dos en Nueva York, en Broadway alrededor de la calle 120, cerca de la Universidad de Columbia, que es un barrio no muy acomodado y joven; otra en Brattleboro, Vermont; Chicago y Springfield, Illinois, y Denver, Colorado). Ninguna vez se me acercó alguien del Partido Republicano a pedírmelo. (P. 34).

La mayoría de los voluntarios no cobran por ello y la organización está muy planificada:
Christopher Mammen, el encargado de la oficina de Warrenton, cuyo cargo oficial es field organizer (“organizador del terreno”, más o menos). De todos los que hay en esta sala es el único que cobra de la campaña; los demás son voluntarios: el recepcionista, los otros dos miembros del staff y el señor que llama.
Chris tiene 25 años y es de San Antonio, Texas. La campaña le mandó a Warrenton el 3 de agosto para montar todo el tinglado. Primero se puso en contacto con los voluntarios del lugar que se habían registrado en la web de Obama. Su tarea inicial no fue buscar a los votantes, sino averiguar qué personas en la comunidad tenían la habilidad y ganas de poder liderar como voluntarios. Entonces había que pedirles que dedicaran tiempo a la campaña. Había que reclutar a los mejores disponibles a sabiendas de que iban a trabajar sin pagar. Luego hubo que alquilar una oficina. En la que están ahora es la segunda; la primera se les quedó pequeña. Chris ha vivido estos tres meses en casa de un voluntario local, gratis. (Pp. 76-77).

La jerarquización es clave:
A pesar de la palabrería, la organización era muy jerárquica. Chris Mammen, en su oficina de Warrenton, informaba al director regional de su zona, quien por encima tenía al subdirector estatal y al director de la campaña en Virginia, que a su vez informaba al cuartel general en Illinois. Chris trataba sólo con su director regional, tanto para pedirle ayuda o consejo como para comunicarle los resultados de su trabajo. (P. 81).


Y, por supuesto, está la esperanza de un trabajo futuro cercano al poder:
Antes de irme, le pregunto a Chris por lo que ocurrirá la semana que viene, después de las elecciones: “Tenemos que irnos en dos días. Todo lo que ves aquí es prestado. La campaña sólo nos ha dado un ordenador y los teléfonos. Las mesas, las sillas nos las han dejado la gente; los portátiles son los nuestros. Tendremos que devolverlo”. ¿Y con vosotros qué pasará? “Nos dijeron que si ganábamos podrían haber oportunidades para trabajar en Washington, con el gobierno o con algún congresista. (Pp. 83-84).


Las diferencias de Estados Unidos con Europa son palpables:
El día que en Europa cojamos a la familia y los bártulos en Toulouse, conduzcamos hasta Cracovia, hablemos al llegar una lengua en la que nos entiendan y empecemos a trabajar al día siguiente, Europa se habrá construido de verdad. (P. 120).


El propio autor hace de voluntario, y le toca vivir alguna situación divertida:
Le llama y sale por la puerta del comedor un señor de ochenta años, recio, piernas delgadas arqueadas, barriga pesada que le hace oscilar un pelín adelante, típica cara norteamericana, parecida al padre de George W. Bush. Cuando me ve, dice:       –¿De dónde ha salido este? Antes de irnos que se corte el pelo y se afeite. ¡Si vamos con él al bar del pueblo y le ven con nosotros seguro que perdemos! –mientras habla el tío se me acerca y me estira los pelos de la barbilla, sin remilgos. (P. 125). 

Las elecciones americanas son mucho más complejas y completas que las europeas:
Este año tienen que votar para lo siguiente: presidente, fiscal general, congreso federal, congreso estatal, consejero del condado (dos representantes), fiscal, oficial del tribunal de primera instancia, sheriff, registrador del condado, tesorero del condado, ingeniero del condado (sólo hay un candidato), juez pesquisidor. Hasta aquí los cargos a los que se presentan representantes de un partido u otro; ahora los cargos que no van asociados a partidos: miembro del consejo de educación del estado, juez del Tribunal Supremo estatal (dos representantes), para juez del Tribunal de Apelaciones (dos representantes), para juez del Tribunal de causas comunes (cinco representantes). (P. 150).

El libro es mucho más que estas citas que he recogido, se lo recomiendo. Y más ahora que las elecciones americanas son inminentes.

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