A la 1:45 de la madrugada del 8 de abril de 1976, tras permanecer veinte días secuestrado por ETA, apareció el cadáver del industrial ÁNGEL BERAZADI URBE en una cuneta de la carretera comarcal Elgóibar-Azcoitia, en el Alto de Alcorta. Boca arriba, con los ojos cubiertos por unas gafas de soldador y un tiro en la nuca.
Desde que en 1970 la banda terrorista secuestrase a Eugenio Beihl, cónsul honorífico de la República Federal de Alemania, se habían producido otros tres secuestros más que no terminaron en asesinato: Lorenzo Zavala Suinaga, secuestrado en 1972; Felipe Huarte Beaumont, en 1973; y José Luis Arrasate, el 13 de enero de 1976, liberado el 16 de febrero. Ángel Berazadi, por lo tanto, hacía el número cinco en la lista, pero fue el primer secuestro de la banda que se resolvió con el asesinato del secuestrado.
Ángel era director gerente de la empresa que fabricaba las máquinas de coser Sigma, de la que se hizo cargo tras el fallecimiento de su suegro y fundador de la empresa, Eulogio Estarta, en 1955. En la tarde del 18 de marzo de 1976, a la salida de la empresa, un grupo de terroristas le obligó a dirigirse con su coche a un área de servicio de la autopista Bilbao-Behobia. Allí abandonaron el vehículo de Ángel y el que llevaban los terroristas, y se introdujeron en un tercer coche con el que se dirigieron al caserío Ipiola, en Itziar.
El secuestro tuvo lugar pocos meses después de la muerte de Franco, en unos tiempos muy convulsos política y socialmente. En ese momento, además, había un fuerte y abiertoenfrentamiento en el seno de la banda terrorista entre los llamados Comandos Bereziak (especiales) de ETA político militar y la dirección de la organización encabezada por Eduardo Moreno Bergareche, alias Pertur, que desaparecería tres meses después. Este enfrentamiento interno pudo tener, según algunas versiones, nefastas consecuencias en el desenlace del secuestro.
El industrial fue secuestrado por los Comandos Bereziak encabezados por Francisco Múgica Garmendia, alias Pakito; Eugenio Etxebeste, Antxon, y Miguel Ángel Apalategui, Apala. Pidieron a la familia un rescate de doscientos millones de pesetas, que debía ser entregado antes del 5 de abril. El entonces ministro de la Gobernación, y mano derecha del presidente Arias Navarro, Manuel Fraga, que llegó a decir en alusión a las acciones terroristas de ETA que "si quieren guerra la tendrán", ordenó a Hacienda que controlara el movimiento del dinero de la familia Berazadi para impedir el pago de rescate.
Las negociaciones por parte de la familia las llevaron miembros del PNV, dado que el secuestrado era próximo a este partido. Incluso intervino el propio Xabier Arzalluz, según contaron los periodistas José María Irujo y Ricardo Arqués. Por parte de ETA, el negociador fue Eugenio Etxebeste, Antxon, aunque también intervino Moreno Bergareche.
Sobre el desenlace del secuestro, hay diferentes hipótesis. Según unas versiones, la banda terrorista se mostró inflexible desde el primer momento a la hora de rebajar el importe del rescate. La familia no logró reunir el dinero y se ordenó a los secuestradores que ejecutasen a Ángel.
Otras versiones hablan de que, la víspera del asesinato, familiares de Berazadi se entrevistaron con Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, para llegar a un acuerdo en la cantidad a pagar del rescate.Bergareche llegó a un "casi total entendimiento" con la familia y se rebajó el rescate a 50 millones de pesetas. Los Berazadi tenían que volver al día siguiente a Francia para cerrar el trato. Regresaron a San Sebastián a la una de la madrugada del 8 de abril, y una hora más tarde el empresario era asesinado.
En algunos periódicos de la época pudo leerse que "miembros de ETA se llevaron las manos a la cabeza cuando conocieron la noticia". Y aquí también hay otras dos versiones sobre el fatal desenlace: según unos, el enfrentamiento entre los Bereziak y Pertur fue determinante en esta fase final. Según otros, el trágico desenlace del secuestro pudo deberse a que los secuestradores que vigilaban a Berazadi se vieron acorralados por el peinado que la Guardia Civil, dirigida por Antonio Tejero, estaba realizando en la zona donde estaba el zulo y, por propia iniciativa, decidieron matar al empresario. La consecuencia fue que el enlace de la banda, que debía informar de lo acordado entre Pertur y la familia a los terroristas que tenían secuestrado a Berazadi, no llegó a tiempo.
El asesinato del industrial guipuzcoano, nacionalista próximo al PNV e impulsor de varias ikastolas en Elgóibar, Zaráuz y San Sebastián, provocó un enorme impacto en la sociedad, tanto dentro como fuera de España. En el 30 aniversario de su asesinato, El Diario Vasco recordaba que "la fotografía de Ángel Berazadi encañonado por la pistola de un etarra durante su secuestro dio la vuelta al mundo y estremeció a la sociedad vasca. Es la imagen del horror del terrorismo".
Los trabajadores de su empresa velaron por turnos el cadáver en la capilla ardiente instalada en la fábrica y posteriormente trasladaron su féretro a hombros hasta la iglesia parroquial de San Bartolomé. Su mujer, Carmen, declaró: "Pido a Dios que el sacrificio de mi esposo no sea estéril y que suponga el final de una trágica escalada de terror que atenaza a nuestro pueblo. Pido a Dios, con mi corazón dolorido, que me ayude a perdonar y olvidar".
Tres de los asesinos de Ángel fueron capturados pocos días después en un control policial en San Sebastián. Los tres detenidos (José Agustín Echaga Aguirre, José Ignacio Egaña Aristi y José María Aldalur Arocena) se confesaron autores del secuestro y asesinato -por orden de Miguel Ángel Apalategui Ayerbe- del industrial. En el coche en el que viajaban estaba el casquillo de la bala con la que habían asesinado a Berazadi.
Ángel Berazadi Urbe tenía 58 años. Había nacido en Zaráuz en el seno de una familia modesta. Treinta años antes de su secuestro y asesinato entró a trabajar en la empresa Estarta y Escenarro S.A. Posteriormente se casó con la hija del fundador, Carmen Estarta, con la que tuvo cinco hijas y un hijo. La familia abandonó el País Vasco después del asesinato.
A las tres de la tarde del 8 de abril de 1981, ETA asesinaba en la localidad vizcaína de Baracaldo al policía nacional VICENTE SÁNCHEZ VICENTE. Dos encapuchados le dispararon instantes después de haber dejado a la puerta del colegio de Santa Teresa a su hija menor, Olga, de cuatro años de edad.
Vicente se dirigió a su vehículo y, antes de que hubiera cerrado la puerta del mismo, dos encapuchados, que habían salido de un coche aparcado en las inmediaciones, efectuaron varios disparos a bocajarro. El automóvil del policía, que estaba aparcado en una subida, se deslizó sin control por la pendiente por espacio de unos quince metros, estrellándose finalmente contra otro vehículo. Durante todo el recorrido, el cuerpo de Vicente Sánchez osciló por la puerta abierta, sin llegar a salirse totalmente del automóvil, escena contemplada desde la parte alta de la cuesta por otros padres y niños que se disponían a entrar en el colegio.
Para el Partido Socialista de Euskadi, este atentado ponía de relieve el "carácter desalmado deasesinos sin escrúpulos ni entrañas, de quienes son capaces de matar a una persona en presencia de sus hijos de corta edad y ante la puerta de un colegio, cuando entraban muchos niños".
La víctima fue trasladada al Hospital de Cruces, donde los médicos únicamente pudieron certificar su fallecimiento. El cuerpo presentaba once impactos de bala. Tras realizarle la autopsia, el cadáver de Vicente fue trasladado al cuartel de la Policía Nacional de Basauri, en una de cuyas dependencias se instaló la capilla ardiente.
ETA asumió el atentado el 11 de abril. No se sabe nada de los autores del asesinato, pero tuvo que producirse necesariamente un seguimiento de sus actuaciones y rutinas diarias. Entre ellas, llevar a su hija al colegio después de comer, algo que la víctima hacía todos los días.
Vicente Sánchez Vicente, de 32 años de edad, era de la localidad salmantina de Fuentes de San Vicente. Llevaba ocho trabajando en el País Vasco y estaba adscrito al equipo de desactivación de explosivos de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao. Estaba casado y tenía dos hijas de 7 y 4 años. Tras el funeral, fue trasladado a Salamanca, donde fue enterrado.
Diez años después, el 8 de abril de 1991, y también en Baracaldo (Vizcaya), ETA asesinaba de nuevo a un policía nacional. JOSÉ MANUEL CRUZ MARTÍN, agente de la escala básica, murió como consecuencia de la explosión de una bomba adosada a los bajos de su coche cuando circulaba por la calle Juan de Garay, a unos 200 metros del cuartel de la Policía. Eran aproximadamente las siete y media de la tarde.
Su mujer, Catalina Rebollo Samaniego, que le acompañaba, resultó herida grave en las piernas y tuvo que ser trasladada al Hospital de Cruces. Estuvo incapacitada 270 días. Catalina, además, sufrió una fuerte crisis nerviosa al ver el cuerpo de su marido completamente destrozado dentro del coche. Varios transeúntes tuvieron que sacarla del amasijo de hierros en que había quedado convertido el vehículo.
La onda expansiva de la explosión produjo, además, heridas leves a un chaval de 15 años, Asier de la Mata, y a María del Carmen Álvarez Serrano, de 37.
El funeral se celebró al día siguiente en Bilbao. El ministro del Interior, José Luís Corcuera, advirtió a los autores del atentado que "serán puestos a disposición de la Justicia, entre otras cosas porque nos ayudará este pueblo a detenerles. Incluso creo que quienes hasta hace poco eran sus amigos también nos van a ayudar a apartar de la circulación a esta especie que no puede vivir en sociedad".
En 1995 fueron condenados a 50 años de cárcel, como autores del asesinato de José Manuel Cruz, los etarras Raúl Alonso Álvarez, Germán Urízar de Paz y Jesús María Mendinueta Flores, alias Manu. Mendinueta Flores fue detenido en una operación contra el grupo Vizcaya de ETA el 29 de agosto de 1991, en la que resultaron muertos tras un tiroteo el etarra Juan María Ormazabal, El Turco, y el ertzaina Alfonso Menchaca.
En 2006 fue condenado a 52 años, también como autor, Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi, que consiguió huir de la operación en que fue detenido Mendinueta Flores. Durante el juicio el etarra tuvo que ser esposado por su negativa a levantarse del asiento y estuvo paseando por la cabina en actitud desafiante durante toda la sesión.
La Audiencia Nacional consideró probado que Mendinueta Flores e Iglesias Chouzas confeccionaron el artefacto explosivo que mató al agente. Después se lo entregaron a Alonso Álvarez y Urízar de Paz, con la información del domicilio y los datos del vehículo de José Manuel. Ambos forzaron la cerradura del vehículo y colocaron el artefacto bajo el asiento del conductor.
José Manuel Cruz Martín, natural de Huelva, tenía 27 años. Su mujer, 24. Había ingresado en la policía en 1988 y estaba destinado en el País Vasco desde el 1 de febrero de 1989. El matrimonio no tenía hijos.
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