La campaña de Mitt Romney se marcó tres momentos para dar un vuelco a esta elección y colocarse como favoritos: la elección del candidato a vicepresidente (fue Paul Ryan, que no tiene de momento un papel clave), la convención (que salió mal y el discurso más recordado fue de Clint Eastwood) y los tres debates. Solo queda el último cartucho. Mitt Romney tiene más a ganar que perder en los debates. Hoy miércoles es el primero (aunque en España empezará a las 3 de la madrugada del jueves). Debe aprovecharlo.
Las ventajas de Romney.- Solo por poder discutir cara a cara con el presidente, el caché de Romney subirá por dos motivos. Primero, los millones de norteamericanos que lo vean tratarán de imaginar qué tal quedaría un presidente Romney. Por poco que lo haga bien, esa impresión de que está preparado va a mejorar.
Segundo, hace cuatro años que nadie discute con Obama. En Estados Unidos no hay un líder de la oposición que interrogue al presidente en el Congreso, como ocurre en Reino Unido o en España. Las únicas preguntas difíciles que recibe el presidente son de periodistas y puede alargarse cuanto quiera o dar largas. En los debates deberá discutir con alguien a su nivel y no perder los nervios.
Las desventajas de Romney.- La historia juega en contra de Romney. Desde 1960 hay debates presidenciales televisados en Estados Unidos, con la excepción de 1964, 68 y 72: los entonces presidentes Lyndon B. Johnson y Richard Nixon no quisieron. De las diez ocasiones, en solo dos han servido para remontar en los sondeos: quien iba ganando pasó a ir perdiendo.
Fue en 1960 entre Kennedy y Nixon, y en 2000 entre Al Gore y George W. Bush. En ambos casos el candidato que iba mejor era vicepresidente saliente de un presidente que tras ocho años dejaba el país bien: Nixon con Eisenhower y Gore con Clinton. Pero su presentación como candidatos fue mal y perdieron.
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