«Generación perdida» es un sintagma de amplio espectro. La última aplicación es de Sara Elder, economista de la Organización Internacional del Trabajo. Ha realizado un estudio donde alerta sobre la diseminación del paro entre los jóvenes del mundo. La noticia del estudio incurre en el catastrofismo habitual, presentando la situación como inédita. Cuando lo cierto es que en el pasado la juventud, en zonas muy extensas del mundo, no formaba parte ni de las encuestas. Las únicas generaciones realmente perdidas de jóvenes han sido resultado de las guerras. La flor de la juventud francesa, cortada en 1914-1918, y la juventud alemana destruida en 1945.
Pero yo he venido a esto por la anécdota. La incongruencia (en términos de historia semántica) de aplicar este término a una juventud que no encuentra trabajo. Lost generation, en efecto, es como llamó Gertrude Stein (que siempre se distinguió por cultivar la semántica particular recreativa) al grupo de norteamericanos (Hemingway, Dos Passos, la propia Stein) que en el período de entreguerras se trasladó a vivir a Europa hartos de que Estados Unidos fuera un provinciano lugar sólo apto… ¡¡para el trabajo!!
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