Del dominio digital por Arcadi Espada

Del dominio digital

Querido J:

El copypaste (al copiar y pegar textos en la pantalla del ordenador me refiero) es la palabra de nuestra época. Aunque me doy cuenta de que me estoy haciendo viejo y morigerado: ayer habría escrito que el copypaste es nuestra época. La palabra es más antigua de lo que imaginaba. He aquí el oportuno coypaste de la wikipedia: «La frase es anterior a los ordenadores. Por ejemplo, un libro de 1969, The Roman Years of Margaret Fuller. A Biography of Joseph Deiss dice: «Fue un trabajo de cortar y pegar, en el que las tijeras hacían de tijeras del censor». Las asociaciones e implicaciones del copypaste son infinitas. Esta mañana, antes de ponerme a escribirte, leía un agudo editorial del New York Times sobre el copypaste aplicado a la moda. Parece que los creadores norteamericanos van a exigir el copyright a sus creaciones, hartos ya de la actividad de los mantas. El editorial se mostraba comprensivo con los modistos y subrayaba que la copia hace un gran daño a la industria. Pero marcaba distancias entre la copia en la industria musical o cinematográfica y la de la moda.

«Existe una buena razón por la que los diseños de moda nunca hayan estado protegidos por copyright. Algunos diseñadores han perdido ventas por las falsificaciones, pero la copia de los diseños no ha sido una amenaza seria para la superviviencia de la industria. Al contrario, mucho del crecimiento y la creatividad en la industria depende de la imitación. ¿A qué se debe? A algo que todos sabemos instintivamente sobre la moda. Como dijo Shakespeare: «La moda gasta la ropa más rápidamente que el hombre». Es decir, que mucha gente compra ropa nueva no porque la necesite, sino sólo para estar a la última. Sin las restricciones del copyright, los diseñadores son libres de rehacer un diseño y lanzar lo que esperan que sea un estilo que dé dinero. El resultado es el concepto más sagrado de la industria: la tendencia.»

La tendencia, es decir la principal filosofía de nuestro tiempo, no puede entenderse sin la copia.

Fíjate hasta dónde ha llegado el copypaste y su influencia que los toreros quieren inscribir sus faenas en el registro de la propiedad intelectual. Es asombroso, sobre todo, porque sin copypaste no habría habido toreo. Los naturales, las verónicas ¡y hasta el salto de la rana! no habrían podido fijarse como suertes. Y, a diferencia de lo que sucede con otras suertes, como las novelas, las sinfonías, las tres unidades dramáticas y la minifalda, es difícil apreciar a simple vista qué queda, aparte de la suerte en sí, que pueda inscribirse en el registro.

Las asociaciones son tentadoras, pero no querría perderme en más arrabales. El copypaste informático, que es lo que hoy me interesa, tiene una doble cara. Es un extraordinario vector de cultura/Es una peligrosa amenaza de la cultura. Pocas herramientas habrán aumentado la potencia cultural, y por lo tanto puramente física, muscular, de la Humanidad como la posibilidad de tener acceso mediante la digitalización de libros, periódicos, documentos diversos en los más diversos idiomas, a informaciones cuyo acceso era inifinitamente más laborioso. El ctrl-f (las teclas de búsqueda en windows) permite llegar en segundos a rincones (nombres, cadenas de palabras) que antes eran inaccesibles si no era a fuerza de azar y tiempo. El ctrl-c (las teclas de copia) permite capturar esa información con una limpieza, rapidez y usabilidad muy superior a la de una fotocopia. El ctrl-v (las teclas de pega), permite volcar esa información en un marco cualquiera (en otro texto, en un mensaje, etc) asociarla y diseminarla. Búsqueda, captura y reproducción son funciones claves en el sistema cultural de la humanidad: la digitalización las facilita hasta un extremo inconcebible hace sólo una década. La contrapartida es conocida: copiar nunca fue tan barato. El precio es, exactamente, la cuestión. No sólo en dinero, también en esfuerzo. Comprar cultura (un disco, un libro) siempre ha sido, en el fondo, copiarla. En el mundo analógico ni siquiera era necesario el dinero. Cualquiera podía copiar a mano un libro. Y ya no digamos aprenderse una canción y cantarla. ¡Lo que yo copio, y con tanta gracia, en este campo!

El bajo precio de la copia ha llevado a reaccionar a la industria de la cultura. Si copiar es gratis, crear es gratis. Y «crear es gratis» es un oxímoron de aquellos que tanto apreciaba Rafael el Gallo, el imposible. La reacción es necesaria. Pero hay problemas. Tengo al lado este artefacto soberbio. El iPad. Acabo de descargarme un número monográfico de Nature: El genoma humano a los diez años. A los diez años del primer borrador de la secuenciación, claro. El copypaste es imposible. Y el hipertexto (los links) está reservado a la publicidad. Tan plano (tan duro) como una revista de papel. Puedo sacar fotocopias, claro, con mi iPad: pero tendré texto tan inanimado como una fotografía. Texto que impide, por ejemplo, entre otras muchas cosas importantes, la importantísima traducción automática. Lo de Nature no es accidental. Es lo que están haciendo otros. Wired. Fortune. La web cerrada. Es una limitación y una vuelta atrás.

Por suerte no es lo que está haciendo este periódico donde te echo las cartas. Su aplicación Orbyt permite el copypaste y por lo tanto una relativa circulación de la información. Y digo relativa porque Orbyt (o cualquier otro sistema parecido) plantea otro grave problema: la fragmentación de la información. Es decir atenta contra la principal y más admirable de las utopías google: la unificación del conocimiento. Estas palabras tan gordas quieren decir lo siguiente. Todo lo que publica este periódico ya no está indexado por google. Busca en google «Sigue con salud.» No verás más que esporádicos resultados del periódico, anteriores a Orbyt. Es tremendo. ¡Casi doscientas cartas tocando madera! Tu única posibilidad es buscarlas en la hemeroteca de Orbyt. Te aparecerán. Pero no podrás linkarlas, ni siquiera para otros suscriptores. Ahora imagínate que pasa lo mismo (como pasa en general) con el resto de grandes periódicos. Con las grandes revistas. Que haya que buscar la información nicho por nicho. Lo que se pierde, en términos de posibilidad de conocimiento, es realmente incalculable.

Este equilibrio entre el conocimiento y el precio es difícil de resolver. Pero creo que la única posibilidad es el establecimiento de lo que podríamos llamar «el dominio digital». Tú sabes que, en España, los libros de un autor pasan al dominio público a los 70 años de su muerte. No creo que estas cartas nuestras necesiten tanto. Ni los libros, por cierto. En todo caso ahora estamos hablando de periódicos. Los editores deben calcular el tiempo en que la indexación por google no afectará al modelo de negocio. Lo comentaba esta mañana con Luis F. Nistal, que es el responsable de hacer de Orbyt un negocio.

—Hay que pensar en ello. Al cabo de un tiempo la indexación de nuestros textos por los buscadores no nos perjudicaría, comercialmente hablando.

Confieso que la diferencia entre morir ahogado y morir de sed no me parece ahora relevante. La cuestión es vencer a dios y su mandato de muerte. Saber; con esa sed tan humanísima.

Sigue con salud

A.

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