José Blanco abrió un debate importante, el de los impuestos, lo hizo en unas declaraciones domingueras, pero fue un mero amago, no ha tenido continuidad más allá de declaraciones de oficio de la oposición, en contra por supuesto. Por parte del gobierno la vicepresidenta de Economía ha puesto punto final al debate rechazando la hipótesis de una reforma fiscal en las actuales circunstancias.
España ha sido desde hace siglos una nación resistente al hecho fiscal, y a los impuestos. Los intentos de modernizar la hacienda fracasaron a lo largo del siglo XIX y quedaron las sucesivas leyes desamortizadoras que quedaron a mitad de camino. Y el impuesto sobre la renta no llegó efectivamente hasta 1977, los anteriores fueron mero sucedáneo.
El actual IRPF es homologable con los equivalentes en el ámbito de las economías desarrolladas; su efectividad recaudatoria es razonable (representa una cuarta parte de los ingresos del Estado) y la presión fiscal que impone se sitúa en la zona baja de los europeos con los que compara.
El IRPF actual induce casi 20 millones de declarantes con rendimientos muy desiguales para Hacienda, rendimientos decrecientes a media que se amplía la base.
Un millón de declarantes (5%) con bases imponibles a partir de 60.000 euros al año, producen casi el 50% de la recaudación, y los siguientes 2,5 millones de declarantes (12%) con bases entre 30.000 y 60.000 euros aportan algo más del 25%. De manera que el 20% de los contribuyentes producen más del 70% de la recaudación efectiva.
Descalificar el modelo con el argumento de insuficiente progresividad se compadece mal con estos datos. La progresividad en sociedades desarrollados con rentas per cápita por encima de los 20.000 dólares, tiene sentido que se desplace hacia los mínimos exentos, más que a tipos altos que pueden llegar a disuasorios. Ampliar los mínimos, tiene costes recaudatorios para Hacienda pero introduce más factores de la llamada progresividad que una escalada de tipos y de tramos que solo producen litigiosidad y confusión.
Lástima que la reflexión de Blanco se vaya a quedar en nada, este podría ser un buen momento para un debate fiscal en serio que diera el salto de modernidad que requiere una economía y una sociedad como la española.
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