El pasado viernes, los medios de información anunciaron con gran alboroto el crecimiento de la economía alemana, el principal motor de la economía europea. Según la Oficina Federal de Estadística del Gobierno alemán, se trataba del mayor incremento que aquella economía había experimentado durante el periodo de existencia de la Alemania unificada. Inmediatamente, tal aumento del crecimiento se ha presentado como ejemplo de lo bien que han ido, para Alemania y para todos los países de la eurozona, las políticas de austeridad propuestas por el Gobierno de Angela Merkel.
Puesto que, unos días antes, el Banco Central estadounidense (Federal Reserve Board) había anunciado un retroceso del crecimiento económico de Estados Unidos –resultando en una tasa de crecimiento menor que la nueva tasa experimentada por la economía alemana–, los medios españoles (la mayoría de sensibilidad conservadora y neoliberal) inmediatamente lanzaron las campanas al vuelo, concluyendo que la elevada tasa de crecimiento alemana demostraba la superioridad de las políticas de austeridad fiscal identificadas con el Gobierno Merkel sobre las políticas de estímulo económico aplicadas por el Gobierno Obama en EEUU. Uno de los economistas neoliberales más habituales en los medios de comunicación, inmediatamente definió las políticas de estímulo de Obama como un “enorme desastre”, mostrando, una vez más, la hipérbole que caracteriza su discurso.
Para llegar a esta conclusión se olvidan, o ignoran, varios hechos. Uno de ellos es que el incremento del crecimiento económico alemán tiene poco que ver con las políticas de austeridad del Gobierno. El crecimiento se debe, entre otras razones, al rápido descenso del valor del euro, que ha facilitado el aumento de las exportaciones alemanas, sobre todo a China y a EEUU, países que durante estos años de crisis han tenido mayor crecimiento económico que Alemania, como consecuencia, por cierto, del estímulo económico que han aplicado a sus economías.
Alemania es el mayor exportador del mundo. Las exportaciones, no la demanda doméstica, son el motor de su economía. En realidad, los salarios –la mayor fuerza motriz de la demanda doméstica– permanecen estancados desde hace ya muchos años en Alemania. Esta situación la han denunciado no sólo los sindicatos y la izquierda del país, sino también la ministra de Economía del Gobierno Sarkozy, Christine Lagarde, pues tal estancamiento de la demanda doméstica está detrás de la falta de recuperación económica de la eurozona, dado que la falta de un incremento de la demanda doméstica en Alemania explica la paralización de las importaciones de productos producidos en los otros países de la eurozona. En realidad, la enorme concentración de euros en Alemania (que su banca ha prestado a los bancos del sur de Europa y ha utilizado también para comprar la deuda pública de esos estados) se basa en esta situación: Alemania exporta mucho e importa poco y paga a sus trabajadores mucho menos de lo que producen. De ahí que, como bien decía el corresponsal de The New York Times, el “milagro exportador” en Alemania se ha basado en los sacrificios de la clase trabajadora (14-08-10).
Acentuando este estancamiento de los salarios, Alemania ha sufrido políticas de austeridad del gasto público, incluido el social, desde la época del Gobierno Schroeder (1998-2005), por el descenso de los ingresos al Estado, consecuencia de una reducción de los impuestos de sociedades y de las rentas superiores, política seguida más tarde, también, por Angela Merkel. Los impuestos sobre el capital disminuyeron ni más ni menos que 21 puntos y el nivel de gravación de las rentas superiores se redujo 9,5 puntos. Si Alemania hubiera mantenido los niveles de imposición fiscal de 1998, el Estado habría obtenido 75.000 millones de euros más por año que lo recaudado en 2009, una cantidad casi idéntica al déficit que Merkel quiere reducir a base de políticas de austeridad.
Estas políticas determinaron que el crecimiento de la productividad beneficiase enormemente a las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo. Lo cual quiere decir que había, y continúa habiendo, un problema grave de falta de crecimiento de la demanda interna. Como dijo Peter Bofinger, del Consejo Económico alemán, “el problema de Alemania es que vive muy por debajo de sus posibilidades”. Por cierto, una situación muy semejante se ha estado produciendo en España.
Por otra parte, las duras políticas de austeridad que se están aplicando en la eurozona (particularmente acentuadas en los países del sur, como España, Grecia y Portugal) son impuestas no tanto por los mercados financieros –como constantemente y erróneamente se acentúa, incluso por las izquierdas– como por el Banco Central Europeo (próximo al Banco Central Alemán), por el Consejo Europeo (liderado por el Gobierno conservador-neoliberal alemán) y por el Fondo Monetario Internacional (portavoz del capital financiero internacional), cuyo objetivo primordial es que aquellos países paguen a los bancos alemanes y a los bancos de otros estados centrales el dinero que se les debe.
La economía estadounidense, que ha tenido durante este año tasas de crecimiento económico muy superiores a las alemanas, ha empezado a disminuir como consecuencia, precisamente, del descenso del estímulo económico. Ello explica la petición por parte de algunos sectores de la Administración Obama de incrementar dicho estímulo, que tuvo un impacto positivo y permitió un crecimiento económico mayor que el alemán, pero que, al ir terminándose, está dejando paso a un descenso del crecimiento económico. Precisamente, una de las causas de que el crecimiento sea tan débil en España es la falta de tal estímulo económico, resultado de las medidas de austeridad de gasto público equivocadas que el Gobierno está desarrollando.
Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University.
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