Cara y cruz del mundo empresarial español por Juan Velarde‏

Entre los cambios más profundos que ha tenido la economía española destaca lo sucedido, en los últimos sesenta años, en el tejido empresarial.

Entre los cambios más profundos que ha tenido la economía española destaca lo sucedido, en los últimos sesenta años, en el tejido empresarial. De una realidad en este sentido agazapada en el mercado nacional, que buscaba sus beneficios casi siempre en actividades monopolísticas, y que tenía el complemento creciente de un amplio conjunto de empresas del sector público, se ha pasado a una realidad nueva como consecuencia del colosal proceso de apertura planteado desde 1957, puesto en marcha en 1959 y culminado en 1999, con la puesta en marcha de la Eurozona.

El primer cambio consistió en la aparición de nada menos que diez empresas situadas hoy entre las 500 mayores del mundo, de acuerdo con la relación que aparece en «Fortune», ahora en el ejemplar de 26 de julio de 2010, en el conjunto anual titulado «The World's largest Corporations. Global 500». Por supuesto no tenemos tantas grandes empresas como Estados Unidos, Gran Bretaña, China, Francia, Alemania, Japón, Holanda o Suiza, pero sólo nos adelantan en una, Canadá e Italia; Corea del Sur tiene 10, como España. Poseemos más que los tan ponderados BRIC —salvo lo señalado sobre China— pues Brasil tiene 7; Rusia, 6; e India, 8. Respecto a la relación de 2008 hemos perdido una empresa, Ferrovial, que ocupaba el puesto 447. Una de las empresas españolas está, además, en el grupo de las cincuenta mundiales con más personal: Telefónica, con 257.426. La media de las 500 era de 75.599 empleados. Además una de estas empresas, Banco Santander, que ocupa el puesto 37 mundial por beneficios, se encuentra en el puesto 17 de todas las 500 y es la más alta del conjunto bancario mundial. Telefónica ocupa el puesto 27 en ese grupo de las empresas de mayores beneficios. Finalmente, entre las cincuenta que perdieron más dinero no existe ninguna española, ni entre las veinte que por sus traspiés cedieron más puestos en la ordenación de las 500 de «Fortune».

Todo esto ha de ligarse a la acción en el exterior de las empresas españolas. Basta leer lo que se contiene en el volumen preparado por Alfredo Arahuetes y Federico Steinberg, «El Índice Elcano de oportunidades y riesgos estratégicos para le economía española: una Perspectiva Comparada con Brasil, Alemania, EE.UU. y Marruecos» (Real Instituto Elcano, diciembre, 2009). Sin pretender ser exhaustivo, se deben recoger algunos párrafos significativos: «Francia... se ha convertido en los últimos 12 años en uno de los principales destinos de las inversiones directas (IDE) españolas en la UE, tanto en actividades financieras como en construcción, infraestructuras, alimentación, bebidas, tabaco, actividades comerciales y energía eléctrica». Sabido es que esto es lo que sucede con Portugal, de modo parecido a lo que ocurre con Italia. «España ha intensificado sus flujos de inversión» con Hungría, y además en «un país estratégico aspirante a la entrada en la UE (Turquía)... Marruecos y Rusia, Brasil y México se convirtieron en importantes receptores de inversiones directas españolas ya en la segunda mitad de los años noventa y durante la última década han mantenido una importante capacidad de atracción de inversiones directas de forma que se han convertido en los principales destinatarios de las inversiones directas de las empresas españolas en América Latina».

Pero si esto es la cara, espléndida por otra parte, que mucho va a ayudar a nuestra economía, simultáneamente aparece una pesada cruz sobre ella, a causa del crecimiento del sector público empresarial en las comunidades autónomas. De acuerdo con el «Informe sobre el Sector Público Empresarial y Fundacional 2007» (IGAE) y del «Inventario de Entes de Comunidades Autónomas» (Ministerio de Economía y Hacienda), existían 455 empresas de este tipo en 1998. Habían subido a 599 en 2003, pero el gran salto se da en 2009, con 962, un 64% más que en 2003, y un 111% más que en 1998. Este auge se debe, esencialmente, a huir del Derecho Administrativo, que obliga mucho al Sector Público. Las Administraciones autonómicas prefieren escapar de él con empresas públicas. También a que las deudas de estas empresas pueden no consolidarse en el conjunto de la deuda autonómica. Igualmente por la búsqueda de sociedades instrumentales para efectuar sin trabas tareas muy concretas. Asimismo, mecanismos para socializar pérdidas o actuar de hospitales de empresas —desde Santana Motor a Túnel de Cádiz—, como ocurría con el extinto INI, al que también se imita creando «holdings» o cabeceras de empresas públicas. Piénsese, sin ir más lejos en la Sprisa del País Vasco. Huir de la dura economía de mercado frena la actividad global, en cuanto rebaja la productividad y disminuye la competitividad, incrementando la lacra del endeudamiento.

Que esta cruz puede frenar el progreso de la cara, es cosa evidente. ¿No ha llegado el momento de liquidar tal tentación peligrosísima?

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