El pintor manchego sale a la calle durante hora y media para plasmar en sus lienzos el «perímetro» de la plaza.
Nacido en 1936, el artista manchego lleva toda una vida dedicada a la pintura. Dice que el tiempo no importa (de hecho, tardó cerca de un lustro para concluir una obra de la Gran Vía madrileña) así que, cada tarde, desde hace unos días, esta es la ventana de Madrid que se abre a los ojos de Antonio López.
El artista marca su territorio con óleo. Desde él congela un trozo de la ciudad en el lienzo. La gestación de una obra de arte. El artista manchego sale a la calle cuando cae la tarde y durante hora y media se evade del mundo que lo contempla atónito.
Desafía al sol para hacerse con su luz, busca la perfección y alcanza el realismo. Cuando se acaba la tarde cierra su maletín. Se aleja humilde entre una ovación. Volverá mañana sin preocupar las horas que requiera su pintura. El tiempo no importa cuando la huella que se deja es eterna.
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