Capítulo 028. Los trenes de la muerte de Iasi.
Lo cuenta Marcu Rozen en su libro Holocaustul sub guvernarea Antonescu, cortesía del genetista y presidente de la Asociación de Judíos Rumanos Víctimas del Holocausto Liviu Beris.
«En toda Europa los judíos fueron exterminados con distintos métodos: cámaras de gas, fusilamientos, hambre, etc. Pero su embarque en vagones herméticamente cerrados (...) y su asesinato por asfixia y deshidratación fueron utilizados sólo en Rumanía».
En el verano de 1941 corrieron esa suerte unos 5.000 judíos de Iasi. Después del bestial pogromo de los días 27 y 28 de junio algunos de los supervivientes fueron hacinados en trenes de ganado cerrados herméticamente en dirección a Podu Ilioaiei y Calarasi. Es el testimonio del ingeniero Iancu Tucherman, superviviente.
«A mí me subieron a un vagón en el que íbamos 137 personas (...) En el suelo había una capa de estiércol de cuadra, sobre el que habían esparcido polvo de cal viva. Viendo que las pequeñas ventanas del vagón estaban abiertas hacia el interior, un trabajador de la estación (...) cogió una escalera y las cerró desde fuera (...) El tren se puso en marcha. El estiércol y la cal viva empezaron a exhalar mucho calor (...) Estábamos en pleno verano y el calor se hizo insoportable. Sin aire, sin agua, después de la primera media hora tuvimos la primera víctima.»
«De sed, muchos comenzaron a beberse su propia orina; otros se volvían locos tirándose contra sus compañeros, buscando de un extremo a otro del vagón con desesperación y delirio una gota de agua o una bocanada de aire. Ya no nos dábamos cuenta de quién era un cadáver y quién no. Después de nueve horas de tortura (...) el tren paró en la estación de Podul Ilioaiei. Las puertas del vagón se abrieron. Del mío bajamos sólo ocho supervivientes. El resto, 129, habían muerto sofocados y deshidratados.»
Los escasos supervivientes de los trenes de la muerte, prosigue Rozen, fueron internados en campos de concentración de Calarasi y Podul Ilioaiei, y sólo después de seis meses pudieron regresar a sus casas. Según la investigación judicial el pogromo y los trenes de la muerte se cobraron en Iasi cerca de 8.000 vidas. En la exposición sobre el Holocausto rumano de una de las sinagogas de Bucarest existen algunas listas de exterminados en los trenes. Aparecen algunos Herscovici.
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Capítulo 033. Paul Léautaud, 17 de julio de 1942 (Vel d'Hiv).
Viernes 17 de julio - ¿Hago bien apostando por la victoria de los Ocupantes?¿Cuándo los veo entregados a esos secuestros, a esos traslados masivos? si son vencedores en todos los sentidos, ¿a qué excesos de fuerza no se entregarán tal vez? El exceso de desorden, de escándalos a la luz del día o a escondidas, de tendencias demagógicas en discursos o en actos, de falta de sentido moral en los escritores, en los que se llama hoy en día el ancien régime, todo lo que uno puede imaginarse que volvería, y quizá acrecentado, en caso de victoria de los otros, hacen que nos inclinemos de su lado. ¡Pero cuánto desconocimiento hay! Lo digo a menudo: ¿cuántos franceses se dan perfecta cuenta de la situación de Francia, presente y futura, sin contar con lo que se ignora, sin contar con lo inesperado posible? Cuando el pensamiento se detienen en esa guerra de 1939, en sus causas, sus efectos presentes, sus continuaciones posibles: políticas, sociales, económicas, - un acontecimiento considerable.
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Capítulo 036. Victor Klemperer, 18 de julio de 1942.
Eva tuvo ayer una especie de ataque gripal con algo de fiebre. Por la tarde se acostó y hoy, durante el desayuno, se ha quedado en la cama. Después ha tenido que ir a la ciudad, aquí no había nada de comer para ella. En lugar de sentir compasión, ayer sólo me obsesionaba una cosa: si hoy estaría en condiciones de levantarse. Esta mañana ya no tenía fiebre, sólo estaba molida: la caminata no le ha sentado mal, y esto es lo único bueno que puedo consignar sobre el día de hoy. La escasez de comida ha llegado a un punto álgido, no sabemos a quién mendigar, no sabemos cómo remontar la semana que viene. Eva también está en muy mala situación, no tiene cupones de grasas ni de pan, y, entre las doce y la una, el “plato único” está reservado para «los que trabajan». Los dos estamos pasando un hambre terrible.
Una tarjeta de Trude Scherk: el estado de Grete ha empeorado, no saldrá ya del hospital; eso es, en cualquier caso, lo que le ha dicho a ella Anny Klemperer (que a mí ya no me escribe), puesto que ella, Trude, ya no logra recorrer el camino hasta el hospital: ¡dos horas y media a pie! No puedo desear a Grete nada mejor que una pronta salida de este mundo. Los Marckwald me dieron el jueves pasado una bolsa de patatas, diciendo que seguramente ya no eran comestibles. Efectivamente, olían muy mal y estaban repugnantemente húmedas. Pese a ello hoy he cepillado y hervido como la mitad de las que traje, las que todavía estaban un poco enteras. Y de algunas, en efecto, se han podido comer algunos trozos. Repugnante. Hoy todo el día en faenas domésticas, también, para aliviar un poco a Eva, he fregado la escalera.
Por la mañana he leído las Memorias de Siemens.
Por la tarde, Steinitz aquí. De pronto muy envejecido, muy deprimido. Me previno otra vez contra Seliksohn; dice que todos tienen el mismo juicio negativo sobre él. (Pero nadie dice qué fechorías ha cometido o piensan que ha cometido.)
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Capítulo 038. Sebastian, Tricolorul, Manea.
Ştefanescu, Popovici articulated in very specific terms the real import of the "Sebastian revelations":
The issue is the participation of some of our great spirits (Eliade, Noica, Cioran) in the extreme right wing movement . If Mr . Ştefanescu has read these authors — and I don't doubt that he has, if he considers them representative for our culture—and I suspect that he does, if when he read them he identified with them spiritually at least in part, if he admits that they left their mark through their oeuvre upon us, then the shame of which I was speaking . . . "extends in truth over a whole period our culture and national history, and its shadow casts itself upon you also."
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