Resulta sugerente que las reflexiones sobre las próximas subidas de impuestos recaigan en el ministro de Fomento, que recuerda por su permanencia agosteña en todos los frentes a los ministros de jornada de antaño, y no en la titular del ramo fiscal.
Lo sugerente es pensar que es en el Partido Socialista donde se fragua una propuesta de este corte y no desde el Gobierno. El debate presupuestario del otoño necesita rebañar los apoyos parlamentarios imprescindibles y sabido es que hay palmeros de la subida de impuestos que estarían encantados.
Y es que el vicesecretario general del PSOE, en su reflexión fiscal, deja de incluir importantes elementos de análisis, lo que le lleva directamente al error, piadosa manera de llamar la ocultación deliberada o media verdad e ineludiblemente a una manera de burdo chantaje. O servicios o impuestos. ¿Se ha enterado de que un Gobierno es sobre todo un administrador?
El Gobierno no puede agarrarse a la presión fiscal general, un dato sinceramente burdo en una fase económica como la presente. Lo que conviene es definir la presión fiscal en función del gasto público final, ya que todo lo que se incremente éste acabará por una vía u otra y, más pronto o más tarde, pagándose con impuestos. Por tanto, la irresponsabilidad de la subida irrefrenable del gasto es la que acarrea la subida de impuestos, nunca al contrario.
Además, José Blanco habla como si el Gobierno no hubiera subido ya los impuestos desbocadamente en el último año (IVA, IRPF, Rentas del capital, especiales...). Una galante invitación a la sumersión de una parte de la economía, que otro miembro del Gobierno, Celestino Corbacho, se atrevió a cifrar por encima de la quinta parte del PIB.
Antes de subir más los impuestos, el Gobierno (o Blanco) debería explicar a los españoles por qué se le escurren entre los dedos a Hacienda unos 200.000 millones de productos y servicios libres de impuestos.
Hernando F. Calleja, periodista de elEconomista.
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