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Cómo salir de la parálisis cuando hay demasiadas cosas que hacer

Por César Tomé.

Hay momentos en el año, o de la semana o del día, en los que, simplemente, hay demasiado que hacer. Puede que ello no te amilane, seas capaz de concentrarte y salgas del aprieto o, como le ocurre a la mayoría de la gente, te sientas sobrepasado y te quedes paralizado. Para estas situaciones, como para los incendios, es necesario tener un plan de actuación y cumplirlo a rajatabla. El siguiente es un ejemplo de plan efectivo y que ayuda a reducir la presión psicológica, más incapacitante que la real, rápidamente. Modifícalo para que se adapte a tus circunstancias.

1. Haz una lista. Escribe todo lo que necesitas hacer en una hoja de papel.

2. Haz lo que se pueda hacer rápidamente. Emplea 15 minutos, no más (usa un reloj), en hacer las cosas más rápidas de la lista: un correo breve, una llamada de 2 minutos, etc. Emplea el reloj para mantener la concentración.

3. Distracciones fuera. Desconecta el teléfono y las alarmas de e-mail. Durante 35 minutos concéntrate exclusivamente en lo más complicado que tengas en la lista.

4. Tómate un descanso de 10 minutos.

5. Vuelve a empezar por el primer paso con una hoja de papel nueva.

Idea clara: Para salir de la parálisis que provoca una acumulación de trabajo lo mejor es ceñirse a un plan de actuación.

El papel de Jovellanos en el gran cambio de 1808. Juan Velarde


El genio de Keynes acertó a explicarlo así en las líneas finales de su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero: "Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se exagera mucho, comparado con la intrusión gradual de las ideas... Tarde o temprano son las ideas y no los intereses creados los que ofrecen oportunidades, tanto para el mal como para el bien".

[...]

De acuerdo con Francisco Comín Comín, las ideas –y ahora vemos que éstas han acabado triunfando– pueden agruparse en diez apartados: 1) Ataque al intervencionismo, y busca del imperio del mercado; no en balde Jovellanos comparó en la Economía, al "teorema de la mano invisible" de Adam Smith con el principio de la gravitación universal de Newton para la Mecánica; 2) Primeros escarceos del librecambismo, hoy triunfante; 3) La desamortización de los bienes raíces en poder de las manos muertas; 4) La desvinculación de mayorazgos y la disolución de los señoríos; 5) El acotamiento de las propiedades territoriales, consagrando para siempre el derecho de propiedad privada; 6) La disolución de la Mesta; 7) La desaparición del diezmo eclesiástico y la creación de un sistema tributario moderno; 8) La responsabilidad estatal ante la Deuda pública, con lo que se entró en el circuito financiero mundial; 9) Tras la crisis de los vales reales, la ordenación del sistema crediticio; y 10) Creación, con el artículo 321 de la Constitución de Cádiz, del inicio del Estado de Bienestar español. Yo añadiría su odio a la corrupción, como factor de freno a la actividad, y su preocupación por una enseñanza diferente, como mostró en el Instituto de Gijón.


Leer completo en Libertad Digital.

Ideas y no hombres

En esta entrevista a Carlos Rodríguez Braun, es sobresaliente la primera respuesta:

–¿Quiénes son, en su opinión, los cinco mejores economistas de todos los tiempos? ¿Y los más dañinos?
–Esa pregunta es tan popular como equívoca, porque no hay tal cosa como una persona completamente óptima o completamente pésima. Y esto vale también para los economistas. Por ejemplo: a nuestros lectores seguramente les gustará que les diga que creo que Hayek es un buen economista y Keynes es malo. Desde luego, yo lo creo. Sin embargo, Hayek abogó en Camino de servidumbre por un amplio sistema de Seguridad Social, lo que es un grave error, mientras que Keynes afirmó en su Teoría general que el poder de las ideas es más importante que el de los intereses, lo que es un gran acierto. También tuvo ideas provechosas el economista que más ha propiciado el intervencionismo además de Keynes, que fue J. S. Mill. Apunto de paso que el mismo Hayek elogió a Keynes por la mencionada afirmación en una entrevista que le hice hace muchos años en Revista de Occidente. Quizá en vez de buscar buenos y malos economistas habría que buscar buenas y malas ideas de los buenos economistas.