El camino a la servidumbre de Argentina

Por Diego Sánchez de la Cruz.

Ilya Shapiro, académico del Instituto CATO, escribió lo siguiente sobre la lenta y progresiva decadencia socioeconómica de Argentina,
“Hace un siglo, la Argentina salía de un gobierno oligárquico para entrar en una democracia cada vez más liberalizadora y en el club de los países más ricos del mundo. Para 1930, tenía la séptima economía más grande, por encima de las de Canadá y Australia, y atraía grandes oleadas de inmigrantes procedentes de Italia, España y Europa Oriental. ¿Cómo un país tan rico en recursos naturales y humanos pasó de estar en la cumbre a convertirse en el hazmerreír de los economistas? 
La respuesta la encontramos en el corporativismo autárquico legado por Juan Domingo Perón, que destruyó el flamante sector import-export, nacionalizó los ferrocarriles y dio a los sindicatos todo el poder que quisieron (tanto, que incluso empezaron a chocar con Perón. Combine esa locura macroeconómica –que lleva inevitablemente al descontento social y a una reacción represiva del propio gobierno– con una idiosincrásica política exterior detercera vía y la apuesta por redistribución de la riqueza, y sabrán por qué la Argentina volvió al mismo saco de los decaídos estados latinoamericanos.
La Argentina padeció una serie de populismos salvajes, tanto de izquierda como de derecha, una cadena de golpes de estado, una guerra sucia entre los dos extremos ideológicos y la desastrosa Guerra de las Malvinas. La democracia retornó definitivamente en 1983, pero salvo un breve período, en los 90, la casa económica nunca ha estado en orden. Recordemos que la Argentina fue el paradigma de la hiperinflación en los 80, e incluso ahora la inflación ronda el 20% (nadie lo sabe con certeza, ya que no se puede confiar en las cifras oficiales).
Luego de una crisis económica parecida en sus efectos a la Gran Depresión y que llevó, a principios de este siglo, a una dolorosa pero necesaria corrección –entre otras reformas necesarias, se desvinculó el peso del dólar–, un presidente accidental del sur, Néstor Kirchner, comenzó a reimponer la marca peronista. De ahí el impago de la deuda soberana, el control gubernamental del sector energético, la expansión de los programas sociales y el acercamiento al modelo chavista. Tras decidir no presentarse a la reelección, Kirchner entregó la presidencia a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, quien en esencia continuó sus políticas.
Argentina pone a prueba la teoría de que las democracias son capaces de corregir las extralimitaciones de los gobiernos. No sólo ha sido incapaz de salir del agujero negro del corporativismo, sino que se hunde cada vez más en él”.
Mary Anastasia O’Grady, columnista del Wall Street Journal, anota lo siguiente sobre la situación actual de Argentina:
“La experiencia de la Argentina de Kirchner es instructiva. Abandonó el libre mercado, aparentemente en aras de la justicia social. El resultado predecible ha sido una mayor injusticia, más pobreza y una creciente concentración de la riqueza y el poder en manos de la clase política y sus allegados. Los esfuerzos para hacer competitiva la economía han fracasado constantemente, y el nivel de vida se ha deteriorado”.
Por último, Adrián Ravier ha recopilado los diez errores capitales del Estado argentino desde el año 2003:

“1. Está claro que el desarrollo económico depende en el largo plazo del nivel de inversión. Los precios récord de los commodities generan un extraordinario estímulo para extender la siembra hacia tierras vírgenes, importar nuevas técnicas y aprovechar la ocasión para vender a China y, por qué no, a la India y Brasil. 
Pues bien, las autoridades han sumado a la ya excesiva estructura tributaria retenciones a las exportaciones del orden del 35%, que automáticamente se deducen de las divisas que ingresan en el país.
2. La mayor demanda global de nuestros productos implica una oportunidad única para desarrollar aún más las industrias relacionadas con la carne, la leche, los vinos, etc., esto es, aquellos productos en los que tenemos ventaja comparativa, lo cual eleva sus precios en el corto plazo, al menos hasta que se incremente la producción. Pues bien, el gobierno ha decidido imponer precios máximos a dichos productos, y prohibir en varios casos la exportación, con la idea de reducir los márgenes de ganancia de los productores y evitar que esos mercados reciban nuevas inversiones. No sólo eso, se ha presionado y amenazado a los empresarios que intenten subir los precios, lo cual representa un obstáculo más a la inversión.
3. El gobierno ha prohibido a las empresas la importación de algunos insumos básicos para el desarrollo de sus proyectos, y fijado en otros casos aranceles que encarecen el coste de la importación. Con esto garantizamos que las empresas afronten cuellos de botella que les impidan desarrollarse.
4. En vez de seguir el modelo chileno, el gobierno ha decidido nacionalizar las pensiones. Cien mil millones de pesos (30.000 millones de dólares) fueron consumidos en cuatro años al objeto de evitar todo posible retorno a un proyecto que durante toda una década había financiado inversiones de capital que podían generar cierto desarrollo nacional.
5. El gasto público excesivo (pasó del 30 al 45% del PIB), basado fundamentalmente en el dinero obtenido de las pensiones y en la mayor presión tributaria, genera un estímulo de demanda que produce en el corto plazo un mayor crecimiento y hasta mejoras salariales. Pues bien, el gobierno atentó contra esa mejoría imprimiendo moneda y generando inflación, lo que acabó con las mejoras en lo relacionado con el nivel adquisitivo.
6. La estabilidad monetaria se podría garantizar con una buena cantidad de reservas en dólares en el Banco Central, para emplearlas cuando fuera necesario y sostener un tipo de cambio relativamente fijo. Qué mejor, entonces, que exigir al Banco Central que utilice esas divisas para cancelar compromisos con el FMI. Eso reduce nuestras reservas… y nuestras posibilidades de captar inversores.
7. La inversión extranjera directa se ha concentrado en estos años en los países que proveen a China de los insumos que necesita para producir los bienes que después consume el mundo entero. Pues bien, el gobierno apostó por el nacionalismo y por alinearse con países como Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia, lo que se ha traducido en una subida del riesgo-país y, de nuevo, en una huida de potenciales inversores. La política nacionalista tiene dos objetivos: impedir la recepción de capitales y estimular la fuga de capitales, lo cual hace inviable cualquier desarrollo a largo plazo.
8. Un país tan extenso necesita de las mejores aerolíneas, que hagan accesible el territorio a los empresarios. Las provincias sólo podrán reducir su dependencia del gasto público nacional cuando consigan inversiones sustentables de largo aliento, las cuales, a su vez, permitirán elevar la recaudación tributaria. Para evitar este riesgo que hubiera ayudado al desarrollo, el gobierno decidió estatizar Aerolíneas Argentinas y seguir una política de “cielos cerrados” para las demás compañías. Para disimular, se permitió a la chilena LAN operar en forma limitada, pero sus vuelos no representan más del 10% de los vuelos locales.
9. Otro punto fundamental para mantener a la Argentina en el subdesarrollo es evitar que el riesgo-país descienda. Para ello se necesita incumplir los compromisos adquiridos con el exterior, no pagar al Club de París y evitar todo acuerdo. Mejor aun es estafar a aquellos acreedores que esperan cobrar intereses de la deuda en torno a la tasa de inflación, para lo cual el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) se dedica a airear una tasa de inflación que es un tercio de la real.
10. También es importante impedir que el mercado laboral sea flexible. Para ello, nada mejor que potenciar los planes Trabajar y para Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, crear incentivos para mantener improductiva a la fuerza laboral, generar mucho empleo público, fundamentalmente en las provincias, y mantener una estructura de poder que garantice el triunfo en las sucesivas elecciones.

Conforme se acerca 2012, el gobierno está nervioso y ya prepara un nuevo arsenal de medidas que profundicen en el subdesarrollo. La primera ha apuntado a mayores controles para la compra y venta de dólares, lo que potenciará la fuga de capitales. También se quiere expandir el gasto público: el último presupuesto plantea un aumento del 35% del gasto nominal. Una posible Ley de Tierras, aunque inconstitucional, apuntaría a evitar que cualquier extranjero compre tierras y las explote”.

"Evening" 9x12 oil on panel

By Casey Baugh.


"Evening" is part of my outdoor figure studies which explore various moods of fading light.

2011 no es año para cínicos

Por Jordi Pérez Colomé.

Si hace poco más de un año -antes de que empezaran los disturbios en Túnez- me hubieran dicho que hoy Muamar el Gadafi, Osama bin Laden y Kim Jong-Il estarían muertos, que Zine El Abidin Ben Alí, Hosni Mubarak y Ali Abdulah Saleh no serían presidentes de Túnez, Egipto y Yemen, que en Siria habría habido más de 5 mil muertos, que en Bahráin habría tropas saudíes  y que no habría soldados americanos en Irak, y me hubieran preguntado cómo iba a ocurrir, habría dicho lo siguiente:

Gadafi y Kim Jong-Il murieron en la cama y sus hijos son presidentes, Mubarak y Saleh se jubilaron por salud y sus hijos son presidentes, igual que Ben Alí, aunque su yerno sería el nuevo dirigente. Irak era la fácil: Obama dijo que se iría a final de 2012 y había cumplido. A Bin Laden lo mataron con un drone -un avión sin piloto- y me habría faltado imaginación para decir cómo habían podido morir tantos en Siria y por qué las tropas saudíes habían entrado en Bahráin.

Solo habría acertado dos: la guerra de Irak y Kim Jong-Il. Esa secuencia de hechos era la más previsible, en 2011 y en los años siguientes. Pero la historia ha cambiado. La noticias que no ocurrieron como se imaginaba fue porque miles de personas quisieron un futuro distinto. No ha sido fácil: “He aprendido más de lo que nunca habría imaginado de distintos tipos de pistolas y de política”, dice aquí un médico libio. Tampoco ha terminado: Siria es hoy el país que más sufre y las transiciones van a ritmos distintos según el país.

Ha sido sobre todo un año para derrotar al cinismo. Un cínico es un optimista bien informado, he oído alguna vez. No este año. A final de año mirábamos manifestaciones en Rusia o en las repúblicas de Asia Central y ya no podía decirse que eran pasajeras. De repente había que razonar por qué no serían una nueva primavera árabe, e incluso puede ser que algunos crean que sí lo serán. Yo conozco mejor el caso de China. Estoy convencido de que no ocurrirá algo así en breve, pero tengo alguna duda más que hace un año. Hasta el New York Times cree que las protestas en China pueden crecer.

El miedo también ha cambiado. Jon Donnison, de la BBC, dice aquí: “Me voy de Libia tras dos semanas. El mayor cambio desde la última vez que vine hace cuatro años es que en 2007 nadie quería hablar contigo. Ahora todos quieren hacerlo”. Han perdido el miedo. Aquí explico la versión egipcia de la misma sensación.

Así era en 2010 el mapa de los países no libres del mundo: son los azules. Nadie es capaz hoy de apostar que será un bloque tan sólido en 2020. Los cínicos deben callar más.



Cubanos que lo arriesgan todo tirándose al mar. Sobreviviente narra lo acontecido

An Undeniable Asymmetry

By Don Boudreaux.

One possible objection to the anti-statist implications of posts such as this one on North Korea (and on Mark Perry’s posts linked therein) is the following (in my words):
North Korea’s experience tells us very little about the likely consequences of the implementation of serious proposals in countries such as United States for greater government intervention.  No reasonable person in the free world today wishes to establish such extensive and detailed and harsh top-down planning and protectionism as is practiced in North Korea.
The world isn’t always linear, so as a matter of logic it certainly does not follow that imposing more state control over the economies of the west – say, imposing the amount of additional state control endorsed by “Progressives” such as Paul Krugman or even Harold Meyerson – would necessarily move the west closer either to the economic consequences or the political consequences (or both) that we witness today in North Korea (and that were everywhere the horrific results when states had such extensive power – e.g., Mao’s China, Stalin’s Russia, and Castro’s Cuba).
But let’s be clear about one indisputable fact: capitalism vigorously pursued hasnever produced the atrocities – starvation, tyranny, and genocide – that are produced by statism vigorously pursued.  Nothing remotely close.
Capitalism vigorously pursued might produce trade cycles and long periods of high unemployment; it might produce anxiety in yesterday’s successful entrepreneurs who now face competition from today’s upstart entrepreneurs; it might cause too many people to become obese; it might kill off animal species in unusually high numbers; it might cause the earth’s climate to change; it might create asset bubbles; it might spark envy and over-work in the Smiths who are trying to keep up with their neighbors, the Joneses.  It might do these things and others that reasonable people might regard as unfortunate in comparison with some imaginable paradise.
But we must never lose sight of this important asymmetry: complete or near-complete state control of the economy has proven to be a sure recipe for deep impoverishment and brutal tyranny, while historical periods that have been close to laissez faire – that is, much closer to laissez faire than is America at the dawn of 2012 – have produced nothing remotely of the sort.  Indeed, whatever problems might be caused by more and more reliance upon laissez faire capitalism are always accompanied by – and are at least partially (and arguably more than completely) off-set by – unambiguous benefits of capitalism such as the elimination of starvation, more abundant supplies of clothing, and better housing.
Any problems promoted by greater and greater reliance upon capitalism, in short, are first-world problems (which isn’t to say that these problems should be tolerated); they are problems incomparably more tolerable than are the horrors promoted by the elimination of capitalism.

Entrevista a Carlos Alberto Montaner. Víctor Gago


Esta semana, Víctor Gago recibe en Contemporáneos a uno de los grandes del liberalismo hispano, Carlos Alberto Montaner. Nacido en La Habana, en 1943, Montaner reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina y Estados Unidos. Además, Montaner es escritor y periodista, de los más seguidos en todo el mundo.

The Cuba Prostitution Documentary