2011 no es año para cínicos

Por Jordi Pérez Colomé.

Si hace poco más de un año -antes de que empezaran los disturbios en Túnez- me hubieran dicho que hoy Muamar el Gadafi, Osama bin Laden y Kim Jong-Il estarían muertos, que Zine El Abidin Ben Alí, Hosni Mubarak y Ali Abdulah Saleh no serían presidentes de Túnez, Egipto y Yemen, que en Siria habría habido más de 5 mil muertos, que en Bahráin habría tropas saudíes  y que no habría soldados americanos en Irak, y me hubieran preguntado cómo iba a ocurrir, habría dicho lo siguiente:

Gadafi y Kim Jong-Il murieron en la cama y sus hijos son presidentes, Mubarak y Saleh se jubilaron por salud y sus hijos son presidentes, igual que Ben Alí, aunque su yerno sería el nuevo dirigente. Irak era la fácil: Obama dijo que se iría a final de 2012 y había cumplido. A Bin Laden lo mataron con un drone -un avión sin piloto- y me habría faltado imaginación para decir cómo habían podido morir tantos en Siria y por qué las tropas saudíes habían entrado en Bahráin.

Solo habría acertado dos: la guerra de Irak y Kim Jong-Il. Esa secuencia de hechos era la más previsible, en 2011 y en los años siguientes. Pero la historia ha cambiado. La noticias que no ocurrieron como se imaginaba fue porque miles de personas quisieron un futuro distinto. No ha sido fácil: “He aprendido más de lo que nunca habría imaginado de distintos tipos de pistolas y de política”, dice aquí un médico libio. Tampoco ha terminado: Siria es hoy el país que más sufre y las transiciones van a ritmos distintos según el país.

Ha sido sobre todo un año para derrotar al cinismo. Un cínico es un optimista bien informado, he oído alguna vez. No este año. A final de año mirábamos manifestaciones en Rusia o en las repúblicas de Asia Central y ya no podía decirse que eran pasajeras. De repente había que razonar por qué no serían una nueva primavera árabe, e incluso puede ser que algunos crean que sí lo serán. Yo conozco mejor el caso de China. Estoy convencido de que no ocurrirá algo así en breve, pero tengo alguna duda más que hace un año. Hasta el New York Times cree que las protestas en China pueden crecer.

El miedo también ha cambiado. Jon Donnison, de la BBC, dice aquí: “Me voy de Libia tras dos semanas. El mayor cambio desde la última vez que vine hace cuatro años es que en 2007 nadie quería hablar contigo. Ahora todos quieren hacerlo”. Han perdido el miedo. Aquí explico la versión egipcia de la misma sensación.

Así era en 2010 el mapa de los países no libres del mundo: son los azules. Nadie es capaz hoy de apostar que será un bloque tan sólido en 2020. Los cínicos deben callar más.



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