La adicción a los sondeos para tomar decisiones conduce a prácticas políticas más conservadoras
En plena contienda entre los dos aspirantes a liderar la lista autonómica del Partido Socialista de Madrid se ha difundido la encuesta encargada por la dirección del PSOE que da ventaja a Trinidad Jiménez a la hora de enfrentarse a la actual presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre.
La difusión de la encuesta forma parte de la batalla interna y está pensada, tal vez, para convencer a los afiliados del PSM de la bondad de la candidata que tiene las bendiciones de la ejecutiva federal o, quizás, para demostrar a esos mismos afiliados que el afán de cambiar a Tomás Gómez por Trinidad Jiménez no obedecía a un capricho de preferencias personales, sino que tiene detrás una razón de peso político: el aumento de las posibilidades de llegar al poder.
Los resultados concretos de ese sondeo son la anécdota, salvo para los directamente implicados en la contienda, que ven sus intereses beneficiados, en un caso, y perjudicados, en otro, y que reaccionaron ante los números en función de cómo les iba en la feria. El perjudicado, Gómez, restó importancia al trabajo, y la beneficiada, Jiménez, se mostró satisfecha.
La categoría de ese episodio está en que se pone de manifiesto que la encuesta se ha convertido hace tiempo en la última ratio de los dirigentes políticos. Se hace aquello que según las consultas previas vaya a ser bien valorado por los ciudadanos y se para lo que pueda provocar más rechazo que aceptación. Salvo en circunstancias de causa mayor, como la aplicación de drásticas políticas de recorte económico adoptadas por obligación tras la presión de los principales líderes del mundo, no se asumen medidas que puedan enemistar al político que las toma con sus electores.
El uso de la encuesta como referencia de la toma de decisiones tiene su complemento perfecto en el globo sonda: un batidor se adelanta para anunciar una determinada medida –la conveniencia de subir los impuestos o cualquier otra–, luego se estudia la reacción suscitada por el anuncio y según el efecto provocado se sigue adelante, se deja para otra ocasión o se archiva para siempre.
El abuso del empleo de la encuesta conduce al abandono de una función característica de los partidos y los dirigentes políticos: la de liderar la sociedad, marcando objetivos hacia los que caminar y ejerciendo la persuasión para sumar voluntades hacia proyectos que supongan cambios relevantes. La adicción a los sondeos para tomar decisiones ha conducido a nuestros principales líderes a desarrollar prácticas políticas más conservadoras: uno no arriesga para ganar, sino que se queda a la espera de que el rival cometa errores y que el triunfo venga solo; otro no toma a tiempo las decisiones necesarias pero impopulares para solucionar los problemas confiando en que algún milagro evite tener que dar ese paso, agravando con ello la situación que había que resolver.
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