Publicada en 1861, ‘Humillados y ofendidos’ es la novela con la que Fedor Dostoievski cosechó su gran primer éxito, a pesar de que no tuvo una buena acogida por parte de la crítica. Aun cuando la obra está concebida como un folletín y hay concesiones al sentimentalismo, no hay duda de que el escritor ruso muestra lo mejor de su talento.
El maestro de San Petersburgo tenía una asombrosa capacidad para penetrar en los entresijos del alma humana, pero siempre destacan en sus trabajos los personajes fascinados por el mal. Quedará para siempre la genial creación de su Raskolnikov, atrapado por la codicia, el alcohol y los remordimientos, o del nihilista Stavroguin, que empuja a unos hombres ilusos al crimen. En ‘Humillados y ofendidos’, Dostoievski traza con una perspicacia diabólica el carácter del malvado príncipe Valkovsky, que destruye a todos los seres humanos con los que se relaciona.
Valkovsky arruina a su honrado administrador Ikmeniev, abandona a su mujer y su hija, intenta aprovecharse de su amante y manipula a su hijo Aliocha, destruyendo su amor por Natacha. Hay en la novela una larga conversación entre Valkovsky e Ivan Petrovich, el protagonista, en la que el príncipe, totalmente borracho, hace una exaltación de las ventajas del mal. Son 25 o 30 páginas que deberían figurar en cualquier antología de la literatura universal, al mismo nivel que la apasionada declaración de amor de Hans Castorp a Madame Chauchat en la ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann.
Valkovsky es un sofista que defiende de forma brillante la inocuidad del bien y la superioridad moral del mal, que es para él una forma de legítimo egoísmo. Considera un favor hacia su hijo forzarle al matrimonio con una noble millonaria, de la que él podría sacar rédito a costa de destrozar la felicidad de su vástago.
Los bajos instintos de Valkovsky le llevan a visitar el miserable piso en el que viven Aliocha y Natacha para fomentar la discordia y reírse de la desgracia de esta mujer atormentada. El príncipe disfruta con la ofensa y la humillación y utiliza su fortuna para hundir a sus adversarios.
Tal y como sucede en la realidad, el mal triunfa en las novelas de Dostoievski, en las que con frecuencia los buenos son víctimas de la explotación o el oprobio, mientras que los que carecen de prejuicios llegan a lo más alto en la escala social.
Nuestra sociedad también está llena de malvados como Valkovsky que anteponen el éxito o el dinero a cualquier otro valor. Lo malo es que son presentados como triunfadores que merecen ser imitados por los demás. Incluso algunos de ellos adoptan un discurso pseudoético para confundir al personal. Haría falta un nuevo Dostoievski para desenmascarar a esos falsos profetas que atraen tanto a algunos ilusos.
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