Afirma el ex presidente Aznar que Israel es un Estado democrático, que su combate es el nuestro.
Hagamos algunas precisiones.
Dejando de lado la partición de 1947 donde se otorgó el 60 por ciento de Palestina al 35 por ciento de su población judía, y dando por buena incluso la limpieza étnica que significó la expulsión de sus hogares de más de un millón de árabes, observemos el presente.
El problema de Medio Oriente no es el de la seguridad israelí, garantizada por su infinita superioridad militar.
Queda, y esa es cierta, la amenaza terrorista.
Pero la ecuación no puede resolverse si no se contempla la esencia del conflicto: la ocupación.
Porque Israel no se limitó a establecer un glacis de seguridad. No, Israel desde el tercer día de la conquista comenzó a colonizar y a limpiar de árabes el territorio de Cisjordania y Gaza.
Y la colonización no es un tema opinable: está tipificado como crimen de guerra en la Convención de Ginebra y el Código Penal español.
¿Democracia? ¿Igualdad? Cualquier judío del mundo tiene automático derecho a establecerse en Israel a diferencia de los palestinos expulsados.
Tampoco el ex presidente Aznar admitiría que España definiera la españolidad por la catolicidad. Israel no podría jamás ser admitido en la Unión Europea por carecer de esa mínima base democrática.
Y recuerde el ex presidente que en España, discriminar por religión o raza es asimismo delito tipificado en nuestro Código Penal.
Más allá de recetas primarias aznaristas está, entre otros, el historiador S. Sand que afirma que "Israel tiene que ser un estado de sus ciudadanos y no de los judíos del mundo", ¡negando a los judíos derecho histórico alguno sobre la tierra palestina!
El Sr. Sand seguramente debe ser un feroz antisemita, un judeófobo radical, un islamista peligroso? si no fuera porque es hijo de supervivientes del campo de Auschwitz. Y es judío.
Pero sobre todo es demócrata.
Javier Nart, abogado.
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