Víctimas, 5 de agosto: Manuel Peronié Díez y Juan Ignacio Calvo Guerrer

Libertad Digital.



Pasadas las tres y cuarto de la madrugada del 5 de agosto de 1983, la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Oyarzun al policía municipal de San Sebastián MANUEL PERONIÉ DÍEZ, cuando regresaba a su domicilio tras cenar en un restaurante junto a su amigo Víctor Zabala Urturi y ambos se resistieron a ser secuestrados.
El atentado se produjo a cuarenta metros escasos de la plaza de San Esteban de Oyarzun, localidad que estaba celebrando sus fiestas patronales. Manuel Peronié y su amigo Víctor Zabala se disponían a montar en el vehículo del primero, cuando fueron interceptados pistola en mano por tres terroristas del grupo Donosti de ETA. Los dos amigos fueron obligados a permanecer sentados en el bordillo de la calle junto a un pequeño jardín situado a un costado de la carretera que comunica Oyarzun con Rentería, a la espera de que un cuarto terrorista trajese un vehículo que pretendían utilizar para secuestrarlos.
Durante la espera, que se prolongó por espacio de un minuto, los dos amigos preguntaron insistentemente por las razones de su secuestro, pero fueron obligados a permanecer en silencio bajo la amenaza de las armas. Sin embargo, en un momento de descuido, justo cuando iban a ser introducidos en el vehículo, Manuel y Víctor trataron de huir corriendo, al tiempo que pedían auxilio a gritos. En ese momento, uno de los secuestradores abrió fuego contra ellos. Manuel fue alcanzado en el torso y en la ingle, mientras Víctor huyó carretera abajo perseguido de cerca por uno de los terroristas que descargó su pistola contra él. Sin dejar de correr, a pesar de sus heridas, Víctor Zabala logró escapar e interceptar un vehículo que lo trasladó a un puesto de la Cruz Roja.
También fueron alcanzados por los disparos una pareja de jóvenes, Coro Izaguirre e Íñigo Bengoechea, que pasaban en una moto cerca del lugar de los hechos. Efectivos de la Cruz Roja recogieron el cuerpo sin vida de Manuel Peronié y trasladaron a los dos jóvenes heridos a la Residencia Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián.
Víctor Zabala Urturi, de 45 años, era el delegado de ventas de la empresa Rank-Xerox en San Sebastián. Cuando llegó al hospital, no dejaba de repetir "¿Por qué, por qué?". Después de ser intervenido de sus heridas en el antebrazo y en la cadera, manifestó que hasta ver cómo asesinaban a su amigo no creyó en ningún momento que sus secuestradores estuvieran dispuestos a matarlos. "Mientras esperábamos la llegada del coche en el que querían meternos estuvimos intentando hacerles ver que se habían equivocado. Les dijimos nuestros nombres, dónde vivíamos, quiénes éramos... y todas esas cosas que uno dice cuando tiene miedo" relató. E insistían en preguntarles que qué querían hacer con ellos y qué habían hecho. "Pero nos ordenaron que nos callásemos y que permaneciéramos allí sentados. Era una zona poco iluminada, pero a nuestro lado pasaron algunas personas que, supongo, vieron las pistolas con las que nos apuntaban. Cuando llegó el coche les dijimos que no les acompañábamos, nos levantamos y, entonces Manuel, primero, y luego yo también, empezamos a gritar auxilio a la gente de la plaza. Vi caer a mi amigo y eché a correr. Uno de los dos me siguió disparando hasta que se le agotaron las balas. Estaba herido pero salí corriendo carretera abajo porque sabía que esa era mi única salvación. Paré un coche en la carretera y le dije a su conductor, un hombre joven, que me sacara de allí que me querían matar y que estaba herido".
Los terroristas huyeron en un coche en dirección a Rentería, pero a dos kilómetros de Oyarzuncolisionaron con otro vehículo y se salieron de la carretera, por lo que tuvieron que seguir la huida a pie campo a través. La Policía encontró en el interior del automóvil  una metralleta con dos cargadores, una pistola Browning y abundante munición del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF.
En protesta por el asesinato de Manuel, la Policía Municipal de San Sebastián y los trabajadores del Ayuntamiento iniciaron una huelga el mismo 5 de agosto. El alcalde de San Sebastián, el nacionalista Ramón Labayen, pidió a los donostiarras que mostrasen su solidaridad con Manuel Peronié.
Al funeral, celebrado al día siguiente en la Iglesia de San Ignacio, totalmente llena de público, asistieron, además de la familia de Manuel Peronié, el delegado general del Gobierno en la comunidad autónoma vasca, Ramón Jáuregui, que había interrumpido sus vacaciones para poder asistir a las honras fúnebres; el director general de la Policía, Rafael del Río; los gobernadores civil y militar de Guipúzcoa; el alcalde de San Sebastián, Ramón Labayen; los concejales del Ayuntamiento donostiarra, así como el cuerpo en pleno de la Policía Municipal, cuyos componentes lucían en sus uniformes brazaletes negros. Previamente se había llevado a cabo en el cementerio de Polloe la inhumación de los restos mortales del policía municipal asesinado, acto al que sólo acudieron familiares del fallecido y compañeros del cuerpo.
Al término del funeral se organizó una manifestación silenciosa que recorrió las principales calles de la capital guipuzcoana. La marcha estuvo precedida por una dotación motorizada de la Policía Municipal, y estaba encabezada por el alcalde de San Sebastián y miembro del PNV, Ramón Labayen, y por concejales de este partido, del PSOE, Alianza Popular y Euskadiko Ezquerra. Seguía después la Policía Municipal, así como varios centenares de personas. Al pasar frente al domicilio de Manuel Peronié, situado en la calle Iparraguirre, los manifestantes se detuvieron durante un minuto para, posteriormente, seguir la marcha hasta la Inspección de la Policía Municipal, donde el público rompió a aplaudir a los miembros del cuerpo municipal, mientras algunos de los concejales del Ayuntamiento de San Sebastián abrazaban a los agentes municipales.
Los nombres de Manuel Peronié y de otro policía municipal adscrito al servicio de la brigada volante de San Sebastián, habían aparecido hacía varios meses en unos pasquines repartidos en el casco viejo de San Sebastián en los que se les acusaba de haber maltratado a un vecino que tuvo que ser asistido posteriormente a consecuencia de los golpes. Según fuentes de la Policía Municipal, Manuel Peronié se limitó a defenderse de la agresión y de los insultos de una persona que se interfirió en un servicio policial llevado a cabo de madrugada el mes de marzo de 1983. Esos pasquines fueron distribuidos con la firma de Herri Batasuna. Este fue el motivo por el que el concejal socialista de Oyarzun, Carlos García Cañibano, declarase que el asesinato de Manuel Peronié debía pesar sobre las conciencias de quienes habían publicado y distribuido dichos pasquines.
La Audiencia Nacional condenó en 1986 a Jesús María Zabarte Arregui a 29 años de reclusión mayor por el asesinato de Manuel Peronié, así como a otros 15 años de reclusión menor por el asesinato frustrado de Víctor Zabala. A las mismas penas fue condenado en 1989 Juan José Iradi Lizarazu. De los otros dos terroristas que participaron en el atentado no se sabe nada.
Manuel Peronié Díez, de 27 años y soltero, era agente de la Policía Municipal de San Sebastián desde un año antes de su asesinato. Estaba integrado en una brigada volante que patrullaba por las noches la ciudad. Veinticinco años después, en octubre de 2008, el Ayuntamiento de San Sebastián rindió homenaje al agente municipal y al jefe de la Guardia Municipal, el teniente coronel Miguel Garciarena Baraibar, asesinado el 27 de noviembre 1980, recibiendo ambos su primer reconocimiento público. Sus nombres figuran desde entonces en el recibidor de las dependencias del cuerpo policial, junto a una placa dedicada al sargento de la Guardia Municipal Alfonso Morcillo, también asesinado por ETA el 15 de diciembre de 1994.
En la madrugada del 5 de agosto de 1986 falleció en el Hospital de La Paz el guardia JUAN IGNACIO CALVO GUERRERO, que resultó gravemente herido en el atentado que la banda terrorista ETA cometió el 14 de julio en la plaza de la República Dominicana de Madrid. De esta forma se convirtió en la decimosegunda víctima mortal del atentado, todos ellos jóvenes guardias civiles. Juan Ignacio se encontraba desde el día del atentado en la UVI de La Paz. A pesar de los esfuerzos médicos, no pudo superar las graves heridas sufridas.
Juan Ignacio Calvo Guerrero, de 25 años, era natural de la Pola de Gordón (León). Estaba casado y tenía un hijo de corta edad. El agente había estado destinado en Mieres (Asturias) y había llegado a Madrid pocas semanas antes del atentado.

El test de la psicopatía - The Psychopath Test

por Sandy Hingston.


Hace algunas décadas, en Mauricio, una pequeña isla frente a la costa de Madagascar, un grupo de investigadores sentó a 1.795 niños de tres años a la vez, les pusieron unos auriculares, reprodujeron un tono, esperaron unos segundos, y después les hicieron escuchar un ruido de objetos metálicos tintineando. El primer sonido, seguido del segundo, se repetía una y otra vez. Cada niño fue conectado a unos electrodos que medían la cantidad de sudor excretado en los intervalos entre los tonos. La inmensa mayoría de los niños empezó a sudar una barbaridad después de haber escuchado el primer tono, al asociarlo con el segundo y doloroso tono que le seguía.


Veinte años después, los investigadores identificaron a 137 de esos niños que al crecer tuvieron antecedentes penales —detenciones por temas de drogas, infracciones de tráfico, agresiones violentas—. Los juntaron con una «cohorte» de participantes con procedencias similares, pero sin antecedentes penales. Entonces compararon las pruebas de los grupos infantiles. Descubrieron que la cohorte había anticipado los desagradables segundos tonos. Pero los niños que se convirtieron en delincuentes demostraron una absoluta falta de anticipación a los tres años de edad.


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Kenji Matsubara

Cuadernos de retazos



Víctimas, 4 de agosto: Juan José Tauste Sánchez, José Expósito Afán, Cecilio Gallego Alaminos y Silvia Martínez Santiago

Libertad Digital.



A las ocho y media de la mañana del sábado 4 de agosto de 1979 la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Éibar (Guipúzcoa) al guardia civil JUAN JOSÉ TAUSTE SÁNCHEZ cuando se disponía a arrancar su automóvil aparcado en una calle de la localidad para dirigirse al cuartel donde trabajaba.
Juan José salió del portal del domicilio de sus suegros, donde se había instalado con su mujer, y se dirigió al lugar donde tenía aparcado su vehículo, un Ford Fiesta matrícula de Jaén. Nada más sentarse en el asiento del conductor dos terroristas, que le estaban esperando, sacaron sendas armas de fuego y le dispararon a corta distancia. A continuación los terroristas volvieron a ocultar sus armas y huyeron a pie del lugar en dirección a un cruce de caminos situado a escasos metros de la autopista Bilbao-Behobia, donde muy probablemente les esperaba un vehículo con el que se dieron a la fuga. En el lugar de los hechos se recogieron varios casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF.
Los disparos alcanzaron a Juan en el estómago, en el tórax y en la cabeza. El primero que se percató del atentado terrorista fue un policía municipal que se encontraba de servicio en la zona y que dio aviso inmediato a la Policía Nacional y a la Guardia Civil. El barrio de San Salvador, próximo al lugar del crimen, celebraba sus fiestas aquellos días, y algunos vecinos confundieron los disparos con cohetes de las fiestas, incluida su esposa, que sólo se dio cuenta de lo que había pasado cuando se escucharon algunos gritos y se formó un corrillo de gente alrededor del automóvil. Concepción bajó de la vivienda y se encontró a su marido moribundo. Ella misma comenzó a sacarle del coche mientras gritaba: "¿Qué le han hecho a mi marido?". Juan Tauste fue trasladado inmediatamente al Hospital Militar de San Sebastián, donde llegó cadáver.
El atentado fue reivindicado por ETA militar en un comunicado enviado a diversos medios de comunicación de Bilbao, donde también asumía la colocación de un artefacto explosivo en el domicilio del cónsul francés en la capital vizcaína. En ese comunicado la banda asesina expresaba su intención de seguir adelante con su campaña para que las Fuerzas de Orden Público abandonasen el País Vasco y contra los intereses franceses en la comunidad autónoma.
Juan José Tauste Sánchez, de 26 años, se había casado el 17 de junio conMaría Concepción García Bouzas, de 18 años, en el santuario de Arrate en Éibar. El joven matrimonio se instaló en casa de los padres de Concepción en esa localidad, donde Juan José estaba destinado. El agente era natural de Villacarrillo (Jaén), donde con motivo del veinticinco aniversario de su asesinato se le rindió un homenaje y se le dio su nombre a una calle.
A la una y veinte del mediodía del domingo 4 de agosto de 1985 la banda terrorista ETA asesinaba en Elgóibar de un tiro en la nuca al guardia civil en situación de reserva activa JOSÉ EXPÓSITO AFÁN. Hacía media hora que había finalizado en Vitoria el funeral por el guardia civil Fernando Amor Calvo, muerto el día anterior mientras intentaba desactivar un artefacto explosivo en Luyando (Álava).
José Expósito fue alcanzado por un único disparo en la nuca cuando, desarmado y vestido de paisano, caminaba en solitario por la céntrica plaza de la Magdalena de Elgóibar. La bala, calibre 9 milímetros parabellum, le atravesó el cerebro, provocándole la muerte instantánea. Los clientes de un bar situado a escasos metros del lugar del atentado oyeron el disparo y al salir se encontraron a la víctima caída de bruces en la acera en mitad de un gran charco de sangre. El cuerpo del guardia civil asesinado permaneció en el lugar del atentado cubierto con una manta y protegido del sol por una furgoneta hasta que finalmente, a las cuatro de la tarde el juez al que correspondía el levantamiento del cadáver autorizó su traslado al depósito del cementerio de la localidad. A continuación, el cuerpo de José Expósito fue conducido a su domicilio, donde quedó constituida la capilla ardiente ante la presencia de un comandante y varios oficiales de la Guardia Civil y compañeros de la víctima.
El funeral por su memoria se celebró al día siguiente, 5 de agosto, en la parroquia de San Bartolomé de Elgóibar. Poco antes de iniciarse el funeral, a las siete de la tarde, la iglesia quedó abarrotada por centenares de vecinos que secundaron el llamamiento efectuado expresamente por la junta local del PNV. El féretro, cubierto con una bandera española sobre la que descansaba el tricornio, fue introducido a hombros por los familiares del guardia civil, y ante la presencia de unidades de la Policía Nacional y de la Guardia Civil que le rindieron homenaje. Ese mismo día el alcalde de la localidad, el peneuvista Lucio Beitia, afirmó que Expósito "era un vecino más, estaba plenamente integrado y su muerte ha sido una verdadera sorpresa para la gran mayoría de este pueblo".
El mismo día del asesinato de José Expósito unas quinientas personas convocadas por el Comité Pro Refugiados se manifestaron en Elgóibar para protestar por el asesinato en Saint Jean Pied de Port (Francia) del etarra Juan María Otegui Elizegui, alias Txato, a manos de los GAL. En Itsasondo, localidad natal del miembro de ETA, la Guardia Civil impidió la celebración del funeral religioso. La corporación municipal de esta localidad, integrada por representantes de Herri Batasuna, Partido Nacionalista Vasco y Euskadiko Ezkerra, nombraron a Juan María Otegui "hijo predilecto de la villa". Otegui Elizegui participó, entre otros atentados, en el asesinato del teniente coronel retirado de la Guardia Civil Luis Cadarso San Juan, el 14 de abril de 1981.
José Expósito Afán, de 62 años, era natural de Aguilar de la Frontera (Córdoba), pero llevaba treinta y cinco años viviendo en el País Vasco. Estaba casado y tenía cuatro hijos, tres chicos y una chica de edades comprendidas entre los 20 y los 31 años. Ingresó en la Guardia Civil en 1949 y un año antes de ser asesinado había pasado a la reserva activa. Hasta ese momento había trabajado en el Departamento de Intervención y Revisión de Armas, lo que le convirtió en una persona muy conocida en la localidad. Según la Policía Municipal de Elgóibar, José Expósito se encontraba perfectamente integrado en la población, tenía su propia cuadrilla de amigos y estaba bien considerado, en general, por su disposición a hacer favores a sus vecinos, como la aceleración de los trámites para la renovación de los documentos nacionales de identidad, de los pasaportes o de las licencias de caza. Las mismas fuentes apuntaban que a la hora en que fue asesinado José acostumbraba a realizar su habitual ronda de bares, un hábito que compartía casi siempre con amigos de su cuadrilla.
A las 20:30 horas del domingo 4 de agosto de 2002 la banda asesina ETA hizo explotar un coche-bomba cargado con cien kilos de dinamita Titadyne y metralla frente a la casa-cuartel de la Guardia Civil en Santa Pola (Alicante) y junto a una glorieta muy concurrida de la localidad. La explosión mató a CECILIO GALLEGO ALAMINOS, ciudadano jubilado que esperaba la llegada de un autobús en la parada situada enfrente del cuartel para dirigirse a Torrevieja, y a la niña de seis años SILVIA MARTÍNEZ SANTIAGO, hija de José Joaquín Martínez, agente de la Guardia Civil, que se encontraba en ese momento jugando en su domicilio de la casa-cuartel junto a su madre, Toñi Santiago, una tía y un primo.
La explosión causó, además, heridas de diversa consideración a otras cincuenta y seis personas, según consta en el escrito fiscal (entre ellos Borja, primo de Silvia de tres años y medio, que sufrió cortes en la cara, el brazo y la pierna derecha) y cuantiosos daños materiales en los inmuebles cercanos. Dos pisos de la casa-cuartel de la Guardia Civil resultaron destrozados y decenas de edificios de los alrededores resultaron dañados por la onda expansiva de la explosión, por lo que unos ciento cincuenta vecinos tuvieron que ser realojados por el Ayuntamiento. La explosión provocó una densa columna de humo visible a varios kilómetros de distancia, el estallido de cristales de numerosas ventanas y la caída de tabiques de los inmuebles cercanos. Además, la deflagración del coche bomba mantuvo esta zona de Santa Pola conocida como El Palmeral sin fluido eléctrico. La detonación del vehículo pudo ser oída en un radio de varios kilómetros, según explicaron comerciantes del lugar. La zona fue acordonada por agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado pues se temía que se produjera la explosión de un segundo coche-bomba.
Un equipo de la Cruz Roja se desplazó hasta el lugar para atender a los heridos por la explosión. Los más graves, cuatro personas, fueron trasladados al Hospital General de Elche, el centro sanitario más cercano al lugar en el que se produjo el atentado. Los más leves fueron atendidos en el lugar de los hechos en una especie de hospital de campaña.
El coche-bomba estaba situado junto a la verja del cuartel de la Guardia Civil de la localidad alicantina, al lado de una glorieta muy concurrida, pues allí se encontraban varias paradas de autobuses que comunicaban Santa Pola con Alicante y Torrevieja. Media hora después iba a celebrarse un festival de danza infantil en el lugar, lo que podía haber provocado un drama aún mucho mayor. A Cecilio Gallego la onda expansiva le lanzó a varios metros del lugar, provocándole la muerte en el acto. La niña Silvia sufrió heridas de extrema gravedad y murió mientras era trasladada al hospital.
El objetivo de la banda terrorista era provocar una matanza, pues no se recibió ningún aviso sobre la colocación del coche-bomba, según indicaron fuentes de la Delegación del Gobierno. Nada más tener noticia de la acción terrorista, el ministro del Interior, Ángel Acebes, que se encontraba descansando en esa provincia con su familia, se trasladó hasta el lugar de los hechos. El titular de Interior se mostró convencido de que la intención de ETA fue colocar el coche en el lugar exacto "en el que más daño podía hacer, junto a las viviendas", destrozando todo el ala del edificio. El ministro, que visitó a la familia de la niña asesinada, aseguró que el número de víctimas "se habría multiplicado" si en el momento de la explosión se hubiesen encontrado más personas en ese ala de la casa cuartel.
Tras conocer la noticia del doble asesinato, el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, en un tono muy duro, y muy diferente al que actualmente se utiliza hacia el entorno proetarra, manifestó que no estaba dispuesto "a que se siga enterrando víctimas mientras que los dirigentes de Batasuna, que son basura humana y responsables tanto como los comandos de ETAde esos crímenes, estén sueltos por la calle". Por su parte, el hoy presidente del Gobierno, y entonces líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, declaró que Batasuna se "había situado una vez más al lado de la violencia y el crimen" y que era "el momento de aplicar las leyes con firmeza y seguridad, con consenso y garantías jurídicas". Estaba aludiendo implícitamente a aplicar al brazo político de ETA la Ley Orgánica 6/2002, conocida comúnmente como Ley de Partidos, aprobada por el Consejo de Ministros en junio de 2002, semanas antes del asesinato de Cecilio y Silvia. En marzo de 2003 el Tribunal Supremo ilegalizó Euskal Herritarrok y Batasuna, alegando en el fallo su apoyo a la banda terrorista ETA y su no rechazo a la violencia.
El cambio tan radical en la política antiterrorista que Rodríguez Zapatero dio al llegar al Gobierno motivó una dura y emotiva carta pública de Toñi, madre de Silvia, enviada a Libertad Digital el 4 de julio de 2006:
"(...) Sr. Zapatero, quiero que sepa que con su cobardía, con su desvergüenza, con su indignidad, con su maldito talante, con su pacto con los etarras, con su declaración del día 29 de junio para iniciar el proceso de diálogo, usted, transcurridos casi cuatro años, ha vuelto a asesinar a Silvia.
Usted sólo ha conseguido que los sentimientos que tuve que vivir aquella tarde del atentado, vuelvan a resurgir hoy en mí. Sentimientos que todavía trato de canalizar, después de casi tres años de ayuda psicológica y de un tratamiento médico contra la ansiedad.
Con su gestión en la política antiterrorista, ha conseguido que tenga el mismo desprecio por usted que siento por los asesinos de mi hija, de sus colaboradores y de quienes aplauden y festejan los atentados y que, para mí, son tan asesinos como aquellos que colocaron el coche bomba, cargado con 50 kgs. de explosivo, debajo del balcón de mi casa.
Usted se ha puesto de rodillas ante esos asesinos, usted y su gobierno han claudicado ante esos canallas, pero por favor no nos pida a las víctimas comprensión. Sr. Zapatero, usted no cuenta con mi autorización para negociar con la sangre de mi hija.
Usted que fue tan cobarde el pasado día 28 de junio de no querer mirarme a los ojos en el Congreso de los Diputados, usted que dio las órdenes oportunas para impedir que accediéramos a las proximidades del recinto con una corona de flores, humillándonos y tratándonos como si fuésemos delincuentes, usted no conseguirá silenciar mi voz.
En su anuncio de negociación, tan esperado por la banda terrorista ETA, usted nombra a las víctimas del terrorismo, a su memoria, a su dignidad y a su honor. Casualmente siempre olvida usted mencionar la palabra "justicia". En los dos años y medio que lleva en el poder, nunca le he escuchado mencionar esta palabra cuando se refiere a las víctimas. Justicia es lo que espero conseguir contra los miserables que asesinaron a mi hija, aunque pacte usted con ellos o con el mismísimo demonio ...
Por último le rogaría que no hable usted tan alegremente del dolor de las personas que hemos sufrido un atentado terrorista. A mí, como madre de Silvia, me ha demostrado que no le importa lo más mínimo el asesinato de una niña inocente. Sr. Zapatero, desgraciadamente para mí, todos los días 4 de agosto que me queden por vivir tengo que recordar que, ese fatídico día mi hija fue brutalmente asesinada.
En mi memoria quedará, que mientras usted celebra alegremente su cumpleaños ese día, en unión de sus dos hijas y de su esposa; a mi hija, con seis añitos no le permitieron cumplir ninguno más esos individuos con lo que usted ahora negocia. A Ella y a todas las personas que fueron asesinadas les va a tener que agradecer su continuidad en el gobierno. No me queda la menor duda de que esas ansías de poder es lo que le lleva a usted a traicionar la memoria de las víctimas inocentes.
Señor Zapatero, NEGOCIACIÓN EN MI NOMBRE, NO".
Al día siguiente del asesinato, más de cinco mil personas se congregaron en la Iglesia de la Asunción de Santa Pola, en su interior y en su exterior, para despedir a Cecilio y a Silvia y mostrar su rechazo a la banda asesina. El 6 de agosto, unos veinte mil ciudadanos se manifestaron en esa localidad alicantina contra ETA y su brazo político.
Mes y medio después del atentado, el 20 de septiembre de 2002, fueron detenidos en la localidad francesa de Bagneres de Luchon los presuntos autores materiales del atentado contra la casa-cuartel de Santa Pola. Se trata de los etarras Óscar Celarain Ortiz, alias Peio, y Andoni Otegi Eraso, alias Iosu, integrados en el grupo Argala de ETA. En febrero de 2011, la Fiscalía pidió en su escrito provisional de conclusiones que sean condenados a 1.180 años de cárcel. La Fiscalía sostiene que los dos etarras se alojaron entre el 28 de julio y el 4 de agosto de 2002 en el camping Bahía de Santa Pola, situado apenas a cuatrocientos metros del lugar del atentado. Allí se registraron con una identidad falsa y se desplazaron en ciclomotor y bicicleta para grabar imágenes del cuartel antes de cometer el atentado. Todo ello ha quedado acreditado por la documentación que se les incautó cuando se les detuvo (vídeos y fotografías). Además, la Justicia francesa ha remitido a la Audiencia Nacional la "autocrítica" manuscrita realizada por Otegi Eraso que se le incautó al número uno de ETA Juan Ibon Fernández de Iradi, alias Susper. En ella reconocía las actividades que ambos etarras habían llevado a cabo en España en el verano de 2002, entre las que se encontraba el atentado de Santa Pola.
Cecilio Gallego Alaminos, nacido en 1945 en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y residente en Torrevieja desde hacía más de treinta años, estaba casado y era padre de cuatro hijos. Estuvo empleado en Telefónica hasta que se jubiló. En octubre de 2002 el Ayuntamiento de Torrevieja lo nombró hijo adoptivo a título póstumo. Entre sus grandes aficiones, destacaban la música (era miembro del Coro y Orquesta Las Salinas, donde solía tocar el laúd, además de impartir clases de guitarra a estudiantes de varios colegios públicos) y el balonmano, habiendo presidido el Club Balonmano Torrevieja. Uno de sus hijos, Juan Carlos, era el entrenador de ese equipo en el momento en que su padre fue asesinado. Desde 2007 se celebra el torneo de balonmano Memorial Cecilio Gallego en Torrevieja, donde el pabellón deportivo lleva el nombre de la víctima. Los restos mortales de Cecilio Gallego fueron enterrados en el cementerio de Torrevieja.
Silvia Martínez Santiago, de 6 años, era en esos momentos la única hija del matrimonio formado por José Joaquín Martínez, guardia civil, y Toñi Santiago. Posteriormente han tenido dos hijos más: Javier, que tiene 6 años, y Carla, de 9 meses. Cuando nació Javier, Toñi comentó que "el mayor deseo de Silvia era tener un hermanito. Soñaba y deseaba ser la hermana mayor. Tristemente, no pudo realizar ese sueño porque una banda de asesinos acabó con su vida prematuramente. Cuando nuestro pequeñín tenga uso de razón, le hablaremos de su hermana, le contaremos cómo era ella" (Revista de la Fundación Víctimas del Terrorismo,octubre 2006). Los padres de Silvia han pasado un auténtico calvario desde el asesinato de su hija. Toñi ha estado muy involucrada con la Rebelión Cívica contra la negociación con ETA. En el quinto aniversario del asesinato de Silvia, en una concentración silenciosa en Santa Pola, Toñi dijo que quiere que "la memoria de nuestra hija no caiga en el olvido y que no pase a ser un número másen la larga lista de víctimas de la banda terrorista, como algunos pretenden". Los restos mortales de la niña Silvia fueron enterrados en el cementerio de Muchamiel.

Ascenso y caída de las renovables

por Antón Uriarte.





Evolución de los índice NEX y NASDAQ desde Enero del 2003 hasta Julio del 2012, dando a los dos un valor inicial de 100.

Del 12 al 17 de Noviembre del 2007 se celebró en Valencia, impulsada por el presidente Francisco Camps, una gran cumbre climática que concluyó con la publicación del último informe  alarmista del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático).

Por las mismas fechas, y en paralelo a la agitación mediática y propagandística contra el CO2,  el índice NEX, que mide la marcha en la bolsa de Nueva York de las principales compañías de energías renovables del mundo, alcanzaba su máximo. Su valor cuadriplicaba el que tenía a principios del 2003.  La cuestión climática resultaba ser un negocio y los grandes medios de comunicación lo celebraban, echando leña al fuego del catastrofismo que alentaba el negocio.

A partir de entonces, el descrédito del IPCC, la falta de calentamiento global acelerado, la crisis financiera y la competencia china, torcieron la tendencia. El índice NEX se hundió y perdió la ventaja que había sacado a los otros índices (por ejemplo al NASDAQ, que mide la evolución de los valores tecnológicos). Difícilmente el quinto informe que saldrá en el 2014 tendrá suficiente gas para volver a hinchar el globo.


BNEF- Global trends in clean energy investment[PDF]
The WilderHill New Energy Global Innovation Index (NEX)
Fundación Ciudad de las Artes y las Ciencias : Revista