Los viejos del lugar recordamos a Bobby Darin, que cantaba “Multiplication, that’s the name of the game”. Lo evoqué hace poco, al comprobar la cantidad de políticos de todos los partidos que repiten la fantasía multiplicadora de Keynes y sostienen que el aumento del gasto público es la solución a la crisis, porque compensa la caída en el consumo y la inversión privados: el mayor desahorro de las autoridades, al parecer, incrementa la demanda en más de lo que ha aumentado el gasto público. “Cuando hay una recesión, la obligación del gobierno es gastar”, resumió la multiplicación milagrosa el ex presidente extremeño Barreda en Onda Cero.
Pequeño problema: el aumento del gasto público es precisamente lo que han hecho los gobiernos en los últimos años, en algunos casos de forma copiosa y espectacular, y con unos resultados no demasiado brillantes, por ponerlo suavemente. Sucede que, como conjetura Anthony de Jasay, en vez de haber un multiplicador hay dos, uno positivo y el otro negativo. La explosión de la deuda pública, en efecto, sumada a la deuda privada no ajustada, neutraliza los supuestos efectos expansivos del mayor gasto público. No es, por tanto, evidente que la mejor solución sea aún más intervencionismo en vez de dejar a los empresarios y trabajadores en paz y libertad, para que reajusten sus inversiones y sus gastos, y preparen la economía para volver a crecer con vigor.
Leer original en La Razón.
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