Al parecer la «reconciliación» vasca también pretende esa paz. O sea que después de que 858 personas fueran fríamente asesinadas, después de los heridos y los agobiantes exilios y sin que este programa de intimidación y barbarie haya producido un rédito político ni siquiera innoble, asesinos y víctimas deberían situarse en el mismo plano moral. Y lo verdaderamente inconcebible: también en el mismo plano técnico, es decir, como si asesinos y víctimas hubieran llevado pistola. Aún más inabordable que esa paz es el «mal común», el proyecto político bajo el que debería aglutinarse la reconciliación. En la estrategia de reconciliación comunista era la democracia. ¿Pero qué proyecto político común puede reconciliar hoy a víctimas y asesinos?
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Tapándose la cara con el pasamontañas de la reconciliación decenas de miles de vascos van a apoyar en las urnas las ideas nacionalistas. Que no caducan. Como tampoco caduca, a pesar de los esfuerzos que hagan el Derecho, la Moral y el Olvido, la condición de ex asesino.
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