Espada escribe sobre las entrevistas, relacionando el tema con lo escrito por Mark Twain.
COMENTARIO:
Siempre hay muchas entrevistas (1) en los periódicos. En verano sólo hay entrevistas. Así pues, venga, como el comer, este magnífico texto (2) de Twain, que acaba de descubrirse.
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(1) Destaco:
El diálogo es una de las técnicas fundamentales, junto al punto de vista omnisciente, que el periodismo ha importado de la novela realista. Estoy pensando, ahora, en el diálogo en el que no participa el autor del reportaje y que es, siempre, una reconstrucción literaria indirecta.
Ahora bien, cuando el diálogo aparece en el periodismo, su impostura sube a la superficie.
De ahí que en los relatos periodísticos sea más eficaz narrar un diálogo (hablo, insisto, de un diálogo en el que no haya participado el autor) que reproducirlo.
(2) Destaco:
A nadie le gusta ser entrevistado, y sin embargo a nadie le gusta decir que no; los entrevistadores son corteses y gentiles, incluso cuando vienen para destruir.
La Entrevista no fue una invención feliz. Es quizá la manera más pobre de llegar al interior de un hombre. En primer lugar, el entrevistador es lo contrario de la inspiración, porque lo temes. Sabes por experiencia que no hay elección entre estos desastres. No importa lo que ponga, siempre te parecerá a simple vista que habría sido mejor si lo hubiera puesto de la otra forma: no es que la otra hubiese sido mejor que esta, sino que simplemente no habría sido esta; y que cualquier cambio debería ser, y sería, una mejora, aunque en realidad sepas muy bien que no es así.
Habría sido mejor ajustarse a lo que el hombre tenía interés en decir, pero nunca serás capaz de hacerle entender eso. No sabe cuándo le estás dando metal y cuándo paletadas de escombros, no distingue la chatarra de las monedas; todo es lo mismo para él, pone todo lo que dices; después él mismo lo ve, que estaba muy verde y no valía la pena decirlo, así que trata de enmendarlo poniendo algo de su propia cosecha, algo que él cree que está maduro, pero que en realidad está podrido. Cierto: sus intenciones eran buenas, pero también lo son las del ciclón.
Sus interrupciones, sus métodos para pasearte de tema en tema, tienen en cierto modo un efecto grave: te dejan hablar sólo parcialmente de cada tema. Por lo general, tienes sólo lo justo para que tu declaración te perjudique; nunca llegas adonde pretendías para explicar y justificar tu postura.
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