Atención, pregunta: de las siguientes diez consignas progresistas, ¿cuáles diría usted que fueron defendidas por Adolf Hitler y los nazis?:
1) crear un hombre nuevo; 2) eliminar las injusticias sociales; 3) luchar contra el capital; 4) rechazar la avidez del dinero y el materialismo egoísta; 5) combatir la explotación del hombre por el hombre; 6) atacar a los empresarios carentes de todo sentimiento de justicia social y humanidad; 7) no intentar conquistar a los capitalistas, sino al mundo obrero; 8) defender las mejores condiciones de trabajo, la reducción de los accidentes laborales, la prohibición del trabajo infantil y la promoción de la mujer trabajadora; 9) acabar con la especulación; y 10) oponerse al sometimiento de la economía a las grandes empresas.
Respuesta: todas. Los nazis y la izquierda tienen fundamentalmente puntos en común, como demuestra Luciano Pellicani en su libro Lenin y Hitler. Los dos rostros del totalitarismo (Unión Editorial). Se comprende que Karl Kautsky haya dicho: “Mussolini no es más que la caricatura de Lenin”; y Furet haya llamado a Hitler “hermano tardío de Lenin”.
La resistencia al reconocimiento de este solapamiento obedece a que, como dice Pellicani, “todavía sigue vivo el prejuicio favorable al comunismo” que ha impedido una conciencia masiva de sus crímenes, igual que sigue viva “la interpretación del nazismo como agente del capital, defendida por los estudiosos marx-leninistas sin la menor prueba”.
Solapamiento no es identidad. Los comunistas no eran exactamente iguales a los nazis en todo: por ejemplo, querían acabar con las clases sociales, delirio que los nazis no cultivaron. Al mismo tiempo, la mayor ambición regeneradora tanto de los nazis como de los comunistas, la creación del “hombre nuevo”, no era una característica del fascismo mussoliniano.
Así como se supone contra toda evidencia que no hubo diferencias entre los nazis y los capitalistas, se suele afirmar que sí las hubo entre Lenin y Stalin. No parece que eso sea cierto. No tiene mucho sentido fantasear con un Lenin bueno frente a un Stalin malo. La brutalidad de las declaraciones de Lenin sugiere que no asesinó a millones de trabajadores porque no vivió lo suficiente. Sus llamamientos al exterminio son totalmente “estalinistas”, igual que su invitación al odio y la demonización de los disidentes. Poco respeto debía tener por la libertad individual un Lenin que afirmó: “Todo es derecho público y no privado”.
En cuanto a la religión, los nazis y los izquierdistas coinciden en su hostilidad a la Iglesia Católica: hay allí una apreciable diferencia con el franquismo, porque los crímenes de la izquierda y los anarquistas contra la Iglesia fueron tan brutales que la volcaron sin matices hacia el bando nacional.
Y donde no hay diferencias entre los nacionalsocialistas y las demás variantes del socialismo es en su aversión al liberalismo y sus instituciones: la propiedad privada, el comercio, los contratos voluntarios y el mercado.
Y donde no hay diferencias entre los nacionalsocialistas y las demás variantes del socialismo es en su aversión al liberalismo y sus instituciones: la propiedad privada, el comercio, los contratos voluntarios y el mercado.
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