He estado nueve días en Cairo. Vine a ver las elecciones y he aprovechado para preguntar por la transición. Esta es la impresión que me llevo en diez puntos.
1. La libertad no se toca. Si hay algo que hoy une a los egipcios, es la libertad adquirida. Las discusiones políticas en público son constantes (en la plaza Tahrir en la foto). Nadie tiene miedo de que un espía de la seguridad del Estado les oiga. Ese miedo ya pasó.
Personas de opiniones opuestas coinciden en defender la libertad. El cineasta Ahmad Abdalla me decía que luchará contra quien sea por su libertad de expresión. Dos votantes del partido de Hermanos Musulmanes me dijeron que si no lo hacían bien en cuatro años les echaban; “ahora somos libres”, repetía uno.
La activista Rawda Ahmed, de una organización en defensa de la libertad de prensa, decía que no se conformaban con leyes como las turcas, sino como las occidentales: libertad para opinar de religión, eliminar las penas penales por delitos de difamación. La diversidad de opiniones es grande estos días en Egipto, pero la libertad es una línea roja.
La libertad hoy no es por supuesto completa, pero visto el apoyo variado que recibe, es quizá la mejor garantía de que ni militares ni islamistas puedan crear algo parecido al antiguo régimen.
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