Cómete un libro. Cristian Campos


Esta es exactamente la razón por la que me huelo que la industria editorial no tiene ni la más remota idea de por dónde le están cayendo los palos. Primero, Nubia Macías dice que quiere que las revistas y los diarios deportivos incluyan cuentos y poemas. Es exactamente lo mismo que diría un niño al que le propusieran jugar a crear una revista. Si ese es el conocimiento de los productos editoriales y de su target que tiene la directora de la mayor feria editorial en lengua castellana, agárrense los machos porque vienen curvas.

Pero es que luego, y como buena pope de la industria editorial, suelta eso de que los libros son un artículo de primera necesidad. Será comparados con un Big Mac, claro. Y ni eso, porque el Big Mac, a fin de cuentas, se come.

El libro al que se refiere Nubia Macías, el de ficción, es un producto no ya de segunda necesidad, sino de tercera o cuarta. Su competencia no es el agua, la electricidad o la vivienda, sino el último single de Lady Gaga. No hay nada de romántico ni de elevado en una novela, como no lo hay en un capítulo de El Ala Oeste de la Casa Blanca. Y ojo: eso no impide que puedan ser buenos productos, excelentes en ocasiones.

Pero seamos realistas: un disco de 12 canciones vale en iTunes entre 7,99 y 9,99 €. Las no-novedades no suelen pasar de los 5,99 €. Los discos recién salidos del horno y que se prevén superventas pueden llegar a los 13,99 € el mes del lanzamiento, para pasar a los 9,99 € en los meses posteriores.

Ese debería ser ni más ni menos el precio de un libro. El digital y el de papel, porque el lector moderno ya casi no distingue entre el uno y el otro. Y cada vez lo hará menos.

Y cuando empiecen a aparecer (masivamente) libros en formato app, que es mi apuesta personal, su precio no debería superar el de un videojuego o el de cualquier otra app. 2 o 3 € euros en el caso de las novedades y 1,5 € en los casos restantes. 4 € si me apuran en el caso de obras monumentales.

Y estoy hablando de libros que incluirán sonido, música, vídeo, links, fotografías, infográficos, posibilidad de actualizaciones periódicas… Es decir, de un producto mucho más completo y complejo que en la actualidad. El editor va a ser menos un selector que un productor. En este sentido, los editores que trabajamos en el terreno de los libros ilustrados, o de arte, o de diseño, o como lo quieran llamar (los editores de Taschen o los de Phaidon, por ejemplo), tenemos ventaja sobre aquellos que han trabajado toda su vida con libros de texto, ya sean ensayos o literatura.


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