Pagar un 1% sobre el valor de una propiedad no es lo mismo que pagar un 1% de la renta que genera esa propiedad. Es muy sencillo: como media, los activos de una economía tienden a ofrecer una rentabilidad del 5%. Si un activo tiene un valor de mercado de 1.000 euros y obtiene un 5% de rendimiento anual, generará 50 euros. Si pagara un impuesto del 1% sobre la renta de 50 euros, debería abonar 0,5 euros, pero si paga uno del 1% sobre el patrimonio de 1.000 euros deberá desembolsar 10 euros, lo que equivale al 20% de la renta que ha obtenido ese año.
Pero los efectos son todavía peores en el largo plazo. Dado que el impuesto sobre el patrimonio se cobra todos los años, el expolio se acumula a un ritmo vertiginoso. Para que nos hagamos una idea: un ahorrador con 1.000 euros que obtenga una rentabilidad del 5% anual y que se limite a reinvertir ese dinero al 5% durante 50 años, tendrá un patrimonio final de 11.500 euros (habrá multiplicado sus ahorros iniciales por 11,5); si, en cambio, ha tenido que pagar un impuesto sobre su patrimonio del 1% anual, sus ahorros serán tan sólo de 7.100 euros. Es decir, al cabo de cinco décadas, un impuesto del patrimonio del 1% anual expropia el 40% de nuestro capital.
Por ejemplo, imaginemos una empresa con valor de mercado de 100 millones de euros, que sea propiedad de un individuo y que obtenga unos beneficios de 5 millones de euros. Sobre esos beneficios abonará 1,5 millones en concepto de impuesto de sociedades (30%) y, posteriormente, al repartir los 3,5 millones restantes en dividendos, su accionista único pagará un 21%, de modo que recibirá unos 2,75 millones. Pero, para más inri, ese accionista tendrá que abonar un 1% sobre los 100 millones que vale la empresa en concepto de impuesto sobre el patrimonio; es decir, al final, de los 5 millones que ha ganado su empresa, él sólo recibirá 1,75: un gravamen del 65%.
(Vía Francisco Capella)
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