LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Durante muchos años el gobierno cubano monopolizó con hegemonía exclusiva la economía nacional llevándola, de la mano de su vocación y necesidad de control total, al insondable abismo de la ineficiencia y la degradación. Ahora, en medio de una crisis insoluble en los marcos del fracasado modelo, los destructores de la economía nacional pretenden pasar a los ciudadanos la responsabilidad de recomponer, en muy difíciles condiciones, las maltrechas relaciones económicas de la sociedad.
La revolución liquidó toda la empresa privada, los grandes productores y comerciantes, los pequeños y medianos empresarios -que habían construido un patrimonio a base de talento y sacrificio- y los que ejercían de forma individual los más variados y sencillos oficios y servicios, muchos de los cuales habían participado y ayudado a la revolución, fueron despojados a favor del estatismo voluntarista que agotó las potencialidades productivas del país y transformó a una economía eficiente y de balance favorable en una economía parásita, siempre pendiente y dependiente del socio ideológico y benefactor de turno, sea la extinta Unión Soviética o la convulsa Venezuela de Hugo Chávez.
Después de agotar todas las capacidades económicas de la nación hasta dejarnos en la más plena desolación e indigencia, una de las soluciones espectaculares del gobierno cubano para enfrentar el desastre de su modelo económico y sobre todo mantener su poder, ha resultado ampliar las posibilidades legales y jurídicas para la pequeña empresa familiar conocida como trabajo por cuenta propia.
El estado paternalista y controlador, cuya ineficiente gestión ha destruido incluso los renglones tradicionales de la economía nacional, ahora re dimensiona lo que denomina sector no estatal de la economía, regulando rigurosamente el ejercicio independiente de casi dos centenares de oficios y actividades comerciales destinados a cubrir los vacios dejados por la desastrosa gestión gubernamental que ha descapitalizado al país y forzado el desamparo de cientos de miles de trabajadores que ya no pueden ser asimilados por las infladas plantillas laborales oficiales.
Así la capacidad emprendedora del cubano y la necesidad de ver recompensado el talento y el esfuerzo ha llevado a muchos compatriotas a correr la aventura del trabajo por cuenta propia, lo que constituye un reto enorme por las difíciles condiciones en que debe desarrollarse el complejo empeño.
Los nuevos “empresarios” deben enfrentar su gestión en medio de una crítica realidad económica matizada por el bajo poder adquisitivo de los ciudadanos, la escasez y carestía de las materias primas e insumos, que deben comprar al detalle dada la inexistencia de mercado mayorista, lo cual aumenta los costos y disminuye las ganancias. Los altos impuestos y gravámenes se unen a la corrupta expoliación de los insaciables inspectors, para constituir un permanente dolor de cabeza para los trabajadores por cuenta propia
En esta nueva etapa se han eliminado algunas restricciones como la limitación del número de sillas en los restaurantes privados y la posibilidad de contratar fuerza de trabajo, pero imponen otras prohibiciones absurdas e increíbles como la que no permite a los vendedores ambulantes detenerse en la vía publica u ofertar sus productos en lugares de concentración de personas.
Por otra parte, en lugar de premiar a los nuevos empresarios que garantizan empleos a los trabajadores desahuciados por el estado, estos son castigados con nuevas imposiciones: el empleado debe acreditarse y pagar como si fuera un empresario más, en el colmo de la depredación confiscatoria el cuentapropista debe pagar por el empleado y este por sí mismo.
Revisar la lista de oficios y actividades autorizadas mueve al asombro y la sorpresa, ya que son reguladas figuras como el desmochador de palmas, forrador de botones, cuidador de baños públicos, cuidador de enfermos, empleadas domésticas o recolector de materias primas, por solo citar algunos, quienes deben pagar licencia, impuestos mensuales, declaración jurada anual y seguridad social.
El nuevo ordenamiento laboral trae también proyecciones preocupantes. Por imperativos de imagen y necesidad de control y adoctrinamiento ideológico, las autoridades cubanas se niegan rotundamente a abrir el espacio a formas no estatales de gestión educacional, un sector que sufre traumáticas carencias y deficiencias y que a todas luces el estado no puede sostener con la debida calidad. Las escuelas religiosas o privadas, de las que el gobierno no quiere oír hablar, serían supervisadas y guiadas, como en otras partes, metodológica, disciplinaria y docentemente por el ministerio de educación. Sin embargo cuando los maestros particulares, autorizados a complementar con sus repasos la deficiente instrucción recibida por nuestros hijos, cierran sus puertas ¿cómo pueden saber las autoridades lo que enseñan a sus alumnos?
Con tal valoración no pongo en duda la honestidad y profesionalismo de los docentes que refuerzan un proceso educacional, que por cierto ya no es gratuito, para quienes pueden pagar sus servicios, solo quiero llamar la atención sobre la interesada atrofia estructural impuesta desde el poder.
Otra figura es el llamado Gestor de viajero, lo cual significa dar licencia a esos muchachos que actúan como guías y acompañantes independientes de los turistas extranjeros, a quienes las autoridades han perseguido y acosado durante mucho tiempo. Calificados como “jineteros” y represaliados bajo la absurda figura de “asedio al turista”, han visto como primero se penalizan y luego se gravan las relaciones humanas. Con este caso pasamos de la represión más arbitraria a una autorización que puede amparar la comisión de una amplia lista de delitos de grave implicación social.
También bajo la sombrilla de esta apertura se ha cobijado una extendida red de piratería usurpadora de la propiedad intelectual, con los muchos negocios de reproducción y venta de materiales audiovisuales, con lo cual el gobierno cubano otorga respaldo legal a una acción penada internacionalmente.
Así, entre arbitrariedades e inconsecuencias, transcurre el intento de las autoridades de convivir con el desenvolvimiento independiente de sus ciudadanos, algo que está en contra de su propia naturaleza y que de paso reafirma el más rotundo y nunca reconocido fracaso de su largo experimento de ingeniería social.
La frustración, el recelo y a impotencia es lo que lleva al gobierno cubano a agobiar a los cuentapropistas con impuestos confiscatorios y demenciales regulaciones, lo cual junto a las dificultades económicas ha obligado a muchos atrevidos emprendedores a abandonar esta dura carrera por la realización personal. A nuestro paso por las calles de la capital podemos apreciar cuantos de los nuevos negocios han tenido que cerrar ante el empuje de las presiones y carencias cotidianas. Durante mucho tiempo la fila para cancelar las licencias ha sido más larga que la destinada a obtener nuevos autorizos.
Junto a esos privilegiados que pueden al menos intentar soportar los rigores que impone su afán emprendedor se encuentra la gran masa de cubanos que sobrevive sin horizontes y esperanzas ante la indolencia e insensibilidad de un gobierno que parece obligar a todos los cubanos a pagar una licencia para morir, para al final del año fiscal preguntarnos por qué todavía continuamos vivos.
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