En una nueva demostración de que todo vale para ganar las elecciones, el presidente Francés, Nicolas Sarkozy, ha mencionado España como ejemplo de desastre económico. De hecho ha afirmado que “si gana Hollande, Francia se convertirá en España”. Sin querer defender la labor de los líderes políticos españoles (más que nada porque su gestión ha sido y sigue siendo nefasta), me gustaría puntualizarle al Sr Sarkozy que el problema de Francia YA ES peor que el de España y lo seguirá siendo, gane quien gane las elecciones.
El gasto público en Francia está por encima del 56% del PIB (la media de la OCDE es del 43%, España tiene el 41%, Alemania y Gran Bretaña el 50%). El gasto público francés está incluso por encima del de Suecia. Francia tiene casi el doble de funcionarios per capita que Alemania (90 funcionarios por cada 1.000 habitantes en comparación de 50 en Alemania).
El estado del bienestar en Francia es insostenible como lo era en Alemania o Suecia (o España). Pero Alemania hizo reformas hace una década, obligada por los grandes costes de la reunificación. Suecia hizo reformas obligada por la crisis del 1993. España está haciendo las reformas ahora, obligada por la crisis actual. Francia, de momento, sigue con su orgía derrochadora y, aunque los candidatos prometan que eso va a seguir, se verá obligada a hacer reformas y recortes, gane quien gane las elecciones. El problema es que va a tener que hacerlo en un entorno en que las empresas más productivas se están escapando de Francia a ritmos acelerados (y el ritmo se va a acelerar todavía más si el nuevo gobierno intenta subir drásticamente los impuestos a los ricos como ya han anunciado los candidatos).
La deuda pública francesa se sitúa por encima del 90% del PIB y subiendo rápidamente debido a un déficit público de 5,2% del PIB. 5,2% no es el déficit de España, pero tampoco es para lanzar cohetes. Las empresas de rating se están ya cuestionando la credibilidad de Francia e incluso una de ellas ya le ha quitado la AAA. Poco a poco, Francia está dejando de estar en el centro del euro para situarse en la periferia.
Siendo como es todo eso un problema, no es el problema mayor. El problema real de Francia es el de la decreciente competitividad, que no solamente es baja sino que sigue cayendo en picado. Durante la última década, los costes laborales unitarios han subido un 21% en Francia y solamente un 5% en Alemania. No es de extrañar que las exportaciones francesas se hayan estancado en un momento en el que las alemanas llegan máximos históricos.
Es verdad que si gana Hollande y éste intenta implementar sus populistas medidas fiscales (75% de IRPF a los megaricos es una medida populista que no va a conllevar ningún aumento de recaudación pero va a enviar un mensaje a las grandes empresas francesas -y Francia es el país europeo que más grandes empresas de éxito tiene en el mundo- que los negocios no son bienvenidos y que es mejor que se vayan a otros países), la catástrofe puede ser mayúscula. Ahora bien, Hollande y el partido socialista tienen una ventaja sobre Sarkozy: al no estar gobernando ahora, pueden llegar al poder y decir aquello tan clásico, aquel truco del almendruco utilizado por todos los nuevos gobiernos: “Después de llegar al gobierno hemos visto que la cosa estaba peor de lo que creíamos por lo que vamos a hacer todo lo contrario de lo que habíamos prometido. Nous sommes désolés!”
Por todo esto, creo de verdad que Francia tiene un serio problema económico y el próximo presidente, sea quien sea, tendrá que acometer las reformas que ya acometieron los alemanes y los suecos hace 10 años y eso, a corto plazo, va a empeorar la situación. Y si no las acomete, a medio plazo Francia va a ser la gran bomba de relojería de la eurozona. El gran problema de Europa no se llama ni Grecia, ni se llama Italia, ni se llama España. ¡Se llama Francia! Y nadie se atreve a hablar de ello.
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