El miedo en Egipto ya no es lo que era. Jordi Pérez Colomé


Hace unas semanas escribí un post titulado “Algo ha cambiado para siempre en el mundo árabe”. Estos días en Egipto he visto un ejemplo real. Pocos están de acuerdo en prever qué pasará: qué harán los Hermanos Musulmanes con su probable victoria, cuáles serán los siguientes pasos de la junta militar que gobierna el país, quién será el próximo presidente. Son aspectos decisivos y los trataré en próximos posts.

Hay algo aún más importante y en lo que todos con los que he hablado coinciden: Egipto ha abierto una puerta que ya no se cerrará. Forma parte ahora de los países libres. No me refiero aún a un sistema que garantice derechos políticos inviolables. Eso tardará. Hay aún muchas batallas que afrontar: el final del estado de excepción y los juicios militares, la desaparición definitiva de los temidos matones del gobierno o los derechos de mujeres y minorías.

La clave es que los egipcios han perdido el miedo. La diferencia se percibe en seguida. En mis dos últimos viajes he estado en Tíbet y Siria. Allí el miedo se siente: nadie habla de política con un extraño, los valientes que lo hacen bajan la voz y miran hacia atrás por si les vigilan, y se nota en seguida que los ciudadanos repiten sin convicción consignas aprendidas. Tienen miedo.

Ningún egipcio tiene hoy ese miedo. He hablado de política con votantes de izquierdas y derechas y todos han dicho lo que les ha parecido sin temer si alguien les escuchaba. En Tahrir los debates políticos son a gritos, quizá no son civilizados aún, como se ve en el vídeo que grabé en la plaza hace unos días, pero son libres. “Insulto a los militares diez veces al día en Facebook”, me dice un cura copto.

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