Merlyn acaba de cumplir los 17, lleva dos años vendiendo su cuerpo a clientes con pasaporte extranjero que hacen turismo por estos lares. Pasó cerca de seis meses de internamiento en un campamento de reeducación, después de que una madrugada la atraparan en el Parque Central negociando con un cliente. Le teme más a los uniformes azules que a los fantasmas. Evita a los policías cuando se apostan en las esquinas del centro histórico, porque su carné de identidad sigue diciendo que vive en Mayarí, un pueblito del oriente del país. De vez en cuando, debe pagarle con sus artes a algún guardia de pistola y esposas, para que no la lleven al calabozo.
El "crimen" de esta jovencita de cuerpo frágil y ojos oblicuos es mayor ante nuestra rígida legalidad, pues ejerce la prostitución desde su condición de ilegal en La Habana. Según el Decreto 217 publicado por la Gaceta Oficial en abril de 1997, ella debería regresar de inmediato a su lugar de origen si no cuenta con una residencia en la capital. Para evitar que la introduzcan nuevamente en un tren y la repatríen forzosamente a su terruño, se ha buscado un chulo que la protege. Él localiza a los clientes y discute las tarifas, mientras ella aguarda en un pequeño cuarto del Barrio Chino.
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En lugar de erradicar la prostitución, sin embargo, lanzaron a la clandestinidad a miles de mujeres que ahora están bajo el control de algún proxeneta o chantajeadas por policías que les exigen pagar con sus servicios. Están a años luz de verse siquiera como esas mujeres que Mariela Castro acaba de encontrar y alabar en el Barrio Rojo holandés. Allá la conocida sexóloga las encontró mostrándose en los escaparates de vidrio y luces de colores, aquí su padre las empuja a la sórdida dependencia de un cuarto sin ventanas.
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Es lo típico que ocurre cuando se trata de afrontar cualquier fenómeno social, y más uno tan persistente como la prostitución, únicamente mediante medidas represivas. Es curioso que sean los "proxenetas" quienes acaben ayudando a las chicas frente a las autoridades, porque sea la ley la que fomente el delito y esté animando a las chicas a lanzarse en manos de los "chulos" para evitar a la policía.
ResponderEliminarEs lo que pasa cuando se pretende controlar una actividad humana a golpe de moralina, y no con medidas inteligentes.
ResponderEliminarAquí dejo un interesante enlace: http://manuelalvarezlopez.blogspot.com/2010/08/francisco-capella-hace-un-analisis.html
Un saludo.