Entrevistas a Luis Rojas Marcos y Fernando Savater por Javier Bilbao

También dice en su libro que contemplar desgracias ajenas nos puede ayudar a relativizar las nuestras. ¿Ver telediarios tendría un valor terapéutico?
Bueno, yo no diría terapéutico. Muchas personas interpretan el telediario como la normalidad cuando es lo opuesto; lo que es normal no es noticia. La noticia es noticia porque es la excepción, una aberración. Como las noticias son negativas, en general, cuando ven la misma agresión, el mismo accidente tres o cuatro veces al día, piensan que esto es la vida. El problema de las noticias es que aunque sabemos intelectualmente que es algo excepcional, a veces tendemos a pensar que la vida es así. No es terapéutica. Ahora bien, lo que sí es verdad es que por ejemplo en un terremoto ves que hay personas que se consuelan porque su situación no es tan desastrosa como la del vecino. Y esto es normal, es una tendencia normal del ser humano.
Los medios de comunicación cada poco tiempo nos suelen alarmar con amenazas apocalípticas ya sea sobre el medio ambiente, enfermedades contagiosas…etc. Asimismo, muchas películas se ambientan en esa clase de escenarios. ¿Por qué esto nos fascina tanto?
Nos fascina. Hace dos mil años la sociedad más avanzada y más desarrollada del mundo, en Roma, iba diariamente al Coliseo a ver atrocidades reales; hoy día esa atrocidad real no nos atrae, nos gusta más una violencia que está editada, más camuflada hasta cierto punto. No hace mucho se iba a ver ejecutar a los reos en la plaza pública, en Londres, y casi siempre iban acompañadas de torturas, de martirio, e iban las familias a verlo. Esa fascinación es así, como observadores. ¿Por qué? Pues porque las situaciones de violencia resuenan en nosotros con una fuerza especial; nos ponen en contacto con la vida, la muerte, la sumisión, el poder…

Entrevista con Fernando Savater por Javier Bilbao.
Salman Rushdie decía que “ya no hace falta ser terrorista para conseguir cambios y que ser terrorista es algo pasado de moda” en relación a las revueltas del mundo árabe. ¿Está de acuerdo? ¿Al Qaeda está acabada?
Siempre me he opuesto a esa tontería de “la violencia es inútil”. No, la violencia es utilísima. En el País Vasco ha hecho posibles cambios enormes y si no hubiera sido por la violencia, la hegemonía nacionalista no hubiera sido la que es. Y, por supuesto, la violencia integrista islámica se ha impuesto en el mundo teniendo como efecto, entre otras cosas, la disminución de nuestras libertades en algunos casos. Es muy bueno ver que los países del norte de África apuestan más por esas vías democráticas, de resistencia pasiva o activa, pero no terrorista. Que el terror lo ponga el dictador, no uno. Es la única forma de llegar a la democracia. En la época de Franco todos los antifranquistas se pusieron muy contentos cuando volaron a Carrero Blanco; yo dije que el que volaba a Carrero Blanco era como Franco pero de otro orden. Nosotros lo que queríamos no era que ganaran otros militares, sino que ganáramos los civiles y esto es lo que ahora está ocurriendo. Quieren que ganen los civiles, no unos señores que sean lo contrario que Gadafi o Mubarak, pero en esa misma línea. Ahora bien, el terror es utilísimo, por eso hay que prohibirlo y perseguirlo, porque logra demasiadas cosas.

Se ha llegado a comparar esta cadena de insurrecciones como la caída del Muro de Berlín, ¿es una analogía exagerada?
Probablemente sí, en el sentido de que el muro representaba un poder único, grande, que era el poder del comunismo, la Unión Soviética, que hoy no existe como tal. Pero es verdad que es muy importante; una vez más se vuelve a esa mitología pragmatista y en el fondo hipócrita que hay mucho en Europa cuando se dice “no, ellos no son como nosotros, no quieren las mismas cosas, tienen sus propias tradiciones, a las mujeres les gusta ir tapadas hasta las orejas, a los hombres les gusta pasarse la vida obedeciendo al sultán…”. Pues se ve que no; los seres humanos nos parecemos mucho más de lo que nuestros folclores políticos dan a entender. Es una cosa muy sana recordarlo de vez en cuando. 

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