El rumor, o “voz que corre entre el público”, es tan antiguo como el mismo público, y obedece a múltiples razones, desde el ahorro de costes de información hasta el entretenimiento, la insidia y la maledicencia, pasando asimismo por el lucro. En momentos de tensión económica proliferan los rumores también en la segunda acepción del DRAE: “ruido confuso de voces”.
Por ejemplo, ayer las proverbiales “fuentes” susurraron que España podía ser rescatada hoy mismo o mañana. Salió el Gobierno en tromba a desmentirlo, asegurando que se trataba de “especulaciones sin fundamento”, mientras la Bolsa subía (recordemos el viejo aforismo: compra con el rumor y vende con la noticia). Como rara vez o nunca es posible determinar con precisión quién lanza los rumores y por qué motivo, virtuoso o vicioso, el hecho mismo del rumor alimenta un abanico de hipótesis, entre las que sobresalen las más conspirativas, en concreto: los rumores buscan el beneficio de los especuladores (grandes chivos expiatorios en todas las crisis). Pero el rumor del rescate a España, y de diversas variantes del rescate más o menos formal, apelando a la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera o al Mecanismo Europeo de Estabilidad, de inminente estreno, no es precisamente algo que haya empezado ayer viernes. Ese rescate puede llegar o no, pero el saneamiento es necesario, y lo que no tiene sentido es alegar que el rumor carece de fundamento. Porque fundamento hay. Por algo ese rumor afecta a unos países y no a otros. ¿Cómo evitar las sospechas y recelos sobre nuestra solvencia? Hace muchos años, en su “Teoría de los Sentimientos Morales”, Adam Smith concluyó que para conseguir que la gente hable de nosotros y considere que somos unos músicos excelentes, el camino más adecuado para que ese rumor tengo mucho fundamento es…¡ser efectivamente unos músicos excelentes!
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