El 17 de mayo 1979 es asesinado por ETA en Lemona (Vizcaya) ANTONIO PÉREZ GARCÍA, tiroteado por dos terroristas encapuchados mientras procedía a aparcar su coche. En el lugar del suceso se encontraron nueve casquillos de bala 9 milímetros parabellum.
Antonio Pérez trabajaba como vigilante en la empresa Cementos Portland de Lemona, al tiempo que gestionaba el Bar La Herradura en esa localidad vizcaína. El 17 de mayo por la noche Antonio salió de su trabajo en la cementera y se dirigió con un compañero al bar de su propiedad. Dejó a su acompañante en la puerta del local y se dirigió a un aparcamiento cercano. Cuando se disponía a entrar en el mismo, dos etarras encapuchados le salieron al paso. Uno de ellos disparó una ráfaga con un subfusil a través de la ventanilla del conductor. Antonio fue alcanzado mortalmente en el tórax por tres balas y falleció en el acto.
El asesinato de Antonio fue cometido por miembros del grupo Kioto de ETA. En 1979 fue condenado el primero de los integrantes del grupo, Juan José Larrinaga Echevarría. En 1987 fueron condenados el resto de etarras integrantes del grupo Kioto: Juan José Legorburu Guerediaga, Ernesto María Alberdi Olano, Juan Antonio Urrutia Aurteneche y Fernando Iraculis Albizu.
El caso de Urrutia Aurteneche es uno más de los casos escandalosos en relación a los asesinos de la banda terrorista. Se acogió a medidas de reinserción y se ahorró 18 años de cárcel, saliendo de prisión en 1992. Hace vida absolutamente normal en Amorebieta, y montó en el año 2000 una empresa inmobiliaria con su compañera sentimental y su hija. Como ha ocurrido otras veces, ninguna de las participaciones de la empresa está a su nombre, para así no tener que responder a las indemnizaciones que las sentencias condenatorias de la Audiencia Nacional le han impuesto por los asesinatos cometidos. Entre otras, 48.000 euros que debería satisfacer a los herederos de Antonio Pérez.
Antonio Pérez García tenía 48 años. Era natural de Cortes de la Frontera (Málaga) aunque llevaba treinta años residiendo en el País Vasco: veinte en Lemona y otros diez en distintas localidades de Vizcaya. Estaba casado y tenía tres hijas. Se había ausentado temporalmente de Lemona tras recibir amenazas de la banda terrorista, pero había regresado recientemente a la localidad donde vivía y trabajaba.
Un día después del asesinato en Basauri del policía nacional Luis Navarro Izquierdo, el 17 de mayo de 1985 la banda terrorista acababa con la vida del taxista JUAN JOSÉ URIARTE ORÚE en Bermeo (Vizcaya). Juan José era primo carnal del por entonces obispo auxiliar de Bilbao, Juan María Uriarte.
Su asesinato fue anunciado por un comunicante anónimo que dijo pertenecer a ETA y que llamó dos veces a la Asociación de Ayuda en Carretera (DYA) en Bilbao para señalar el lugar donde se encontraba el cuerpo sin vida del taxista. La veracidad del aviso se comprobó la madrugada del sábado, cuando agentes de la Guardia Civil, tras adoptar las precauciones necesarias para evitar una posible trampa de la banda, encontraron el cuerpo sin vida de Juan José en el lugar indicado por el comunicante anónimo. El cadáver apareció en un camino vecinal próximo a la ermita de San Juan de Gaztelugache y presentaba cuatro impactos de bala, uno de ellos en la cabeza. En la misma llamada la banda terrorista acusó a la víctima de ser "confidente de la Policía", diciendo textualmente: "hemos dejado tieso a un chivato".
Un compañero de la víctima dijo que sobre las ocho de la tarde estaba sentado con Uriarte en el vehículo de éste cuando cuatro personas, tres hombres y una mujer, requirieron sus servicios. La hija mayor del asesinado se encontró con su padre sobre esa misma hora, cuando circulaba por Bermeo con el taxi ocupado por un número de personas que no pudo precisar. La banda terrorista utilizó con Juan José el mismo modus operandi que ya había utilizado en anteriores atentados contra taxistas: solicitar sus servicios y obligarle posteriormente a desviarse hacia algún lugar recóndito para asesinarle.
El secretario general de los socialistas vizcaínos, Ricardo García Damborenea, afirmó que "alguien ha tenido que haber visto algo, y si no se decide a denunciarlo, su actitud será, en primer lugar, insensata, porque la próxima víctima puede ser él mismo. A Juan José Uriarte le ha asesinado ETA porque sí, porque no les gustaba, como en tantas otras ocasiones".
Poco después de conocerse la noticia, un grupo de familiares y vecinos de Juan José hizo pública, a través de una emisora local de radio, una declaración en la que negaban cualquier actividad del taxista ajena a su profesión y desmentían rotundamente que fuese un chivato: "Ni ha sido nunca chivato, ni ha traficado con drogas, ni ha tenido jamás nada que ocultar. Esto es un asesinato total. Quienes le han matado se han equivocado, pero ahora ¿quién repone el error, quién le devolverá la vida?".
El funeral fue oficiado por Juan María Uriarte y otros doce sacerdotes en la Iglesia de San Salvador de Frúniz. El propio Uriarte consideró "un error" haber acusado a su primo de confidente policial y afirmó: "No es lícito a nadie erigirse en juez, y menos en vengador".
Florencio Domínguez narró en Dentro de ETA. La vida diaria de los terroristas (Aguilar, 2002), y recogió en Vidas rotas (Espasa, 2010), que los miembros del grupo Orbaiceta de ETA, autores del asesinato de Juan José Uriarte, no se dieron cuenta de que habían asesinado a un primo del obispo auxiliar de Bilbao hasta después de cometer el atentado. Entonces "se encontraron con una patata caliente entre las manos", porque "aquel atentado rozaba a la Iglesia, la única institución que ha permanecido a salvo de las acciones de ETA a lo largo del tiempo". Por este motivo la dirección de ETA no sólo negó la autoría, sino que retiró las armas con las que había sido cometido para que no pudiera probarse la autoría.
Pero no les valió de nada. En 1988 fueron condenados por el asesinato de Uriarte los etarras Elías Fernández Castañares, Josefa Koldobika Artola Ibarreche y Francisco Javier Echevarría González a penas, cada uno de ellos, de 29 años de prisión. En 1992 fue condenado a la misma pena un cuarto terrorista, Fernando Vicente Luis Astarloa, tras haber sido extraditado desde Francia. Según quedó determinado en la investigación del atentado, los etarras llevaron al taxista hasta un camino vecinal y allí le obligaron a ponerse de rodillas. Esperaron a que llegara Fernando Vicente Luis Astarloa, quien se encargó de cerciorarse de que la víctima era el presunto confidente policial al que buscaban asesinar. Fue el propio Astarloa el que le pegó el primer tiro en la nuca y, cuando su cuerpo cayó al suelo, lo remataron con otros tres disparos.
Juan José Uriarte Orúe, de 39 años de edad, estaba casado con María del Carmen Álvarez y era padre de cuatro hijos con edades comprendidas entre los 7 y los 14 años. Había nacido en la localidad vizcaína de Gamiz-Fica. Antes de dedicarse al negocio del taxi, actividad que ejercía desde dos años antes de ser asesinado, regentó un pequeño bar.
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