Hay noticias sobre Wikileaks. Assange y su cameo Simpson:
—Bart: ¿Cómo va eso, señor Assange?
—Julian: Esa es mi información personal,y no tienes derecho a conocerla.
—Julian: Esa es mi información personal,y no tienes derecho a conocerla.
Y pasado mañana acusan formalmente al soldado Manning de delitos que tal vez le cuesten una vida en prisión. Entre medio hay una columna de Bill Keller,el último director del Times. Ya escribió su chispeante Tratando con Mr. Assange, un poco a la manera de Amis y sus visitaciones a Mrs Nabokov. Esta columna es más seca, centrada y amarga. Aunque no le falta chispa: «No puedo quejarme del [debate] de Madrid, donde tras hablar sin parar en un auditorio repleto los directores que publicamos noticias basadas en Wikileaks celebramos la colaboración con una ronda por el museo del Prado y un menú de 27 platos cocinados por Ferran Adrià. (Si Europa se muere, será España donde vaya para el velatorio.») El de Berkeley tampoco estuvo mal. Dice que la mitad del público estaba dispuesto a tirar sus bragas (y algún calzón) a Assange. Algunas de las noticias que da Keller son francamente sensacionales. Al parecer ha tenido que ir a ver a un Steven Aftergood, especialista en ciencia y secretos para saber esto: «Se ha dedicado mucha atención a Wikileaks y a sus pintorescos propietarios», me dijo Aftergood. «Pero la acción real no está al nivel del editor, está al nivel de la fuente. Y no hay muchas fuentes tan fecundas o temerarias como, supuestamente, Bradley Manning.» Impresionante hallazgo. Aunque no deja de señalar la peor flaqueza de la prensa wikileaks: se equivocaron de héroe. El impostor trabaja para la televisión de Putin. El auténtico se pudre. Keller busca a ver para qué sirvió todo. Una astilla en la hoguera de la primavera árabe. ¡Una astilla!: resultará que para saber la vida lubricada que llevaban los sátrapas hacía falta Wikileaks. Ah, para dos cosas más sirvió, añade. Para que el poder se haya vuelto más opaco que nunca. Para poner en peligro a muchos informantes norteamericanos, incluidos los heroicos: la conciencia insomne de Keller evoca los tres que acaban de decapitar en Yemen.
Pero no remata. No se atreve a decir que la actitud de la prensa wikileaks fue un fraude a los lectores de periódicos y una reacción frívola y asustadiza al viscoso ET internatuta. Lástima grande. Si este hubiera sido el Keller de entonces, la autoridad de su periódico habría hecho que sus alevines provinciales (y el más entusiasta: nuestra prensa socialdemócrata) se lo hubiesen pensado dos veces a la hora de servir aquel vano, falsario e inmoral menú largo y estrecho.
(El Mundo, 21 de febrero de 2012)
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