La España eterna

Santi González.



En lo sustancial, España sigue siendo la de aquel diputado granadino y varias veces ministro Natalio Rivas, a quien, en un mitin electoral en Órgiva, le gritó un paisano: “Don Natalio, colócanos a tós”. Los conseguidores de la España actual no traían puestos de trabajo para sus paisanos, sino aeropuertos, Universidades y palacios de Congresos, en una materialización de una célebre sentencia de Jrushov, que antaño se escribía Kruchev: “Los políticos construyen puentes aunque no haya río”.
Hoy es noticia el aeropuerto de Huesca, inaugurado en 2007, ha registrado once pasajeros en los últimos dos meses, 21 en el último medio año, todos ellos en vuelos particulares. Su último empleo alternativo fue albergar una escuela china de pilotos durante unos meses.
Ésta es una cuestión transversal que atraviesa partidos y autonomías: Ahí está el aeropuerto de Castellón con su coloso al frente, la gigantesca estatua que Fabra, el de las gafas de sol, un sátrapa incruento, ha hecho erigir de su efigie alegórica, como Sadam Husein. Un año después de su patética inauguración, el aeropuerto de Castellón es un espacio privilegiado para que los conejos practiquen patinaje sobre ruedas.
En 2010 se inauguró la obra magna de ese Natalio Rivas de nuestro tiempo que fue José Luis Rodríguez Zapatero: un aeropuerto en su pueblo, que iba a tener un millón de usuarios al año y a él le permitiría ir y venir a los asuntos de la corte cuando dejara la Presidencia. Entre los cuatro aeropuertos de Castilla y León (Burgos, León, Valladolid y Salamanca) alcanzaron la mitad de esa cifra, concretamente el de León, 85.000. Ahí están los de Ciudad Real y  Badajoz; el de Logroño, con sus 48 pasajeros en todo el año 2011. El absurdo nuevo aeropuerto de Lavacolla, magna obra del faraón Blanco, construido justo al lado del antiguo. Entre una torre y otra no debe de haber más de 400 metros de distancia.
Económicamente es de una irracionalidad difícilmente superable, aunque tal vez sea un elemento más del proceso de paz que con tanto ahínco se trabajó José Luis: pistas de aterrizaje para la izquierda abertzale.

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