Hasta el momento el ejemplo chino solo me provoca una profunda conmiseración: muy parecida a la que siento por la vida que durante muchos años llevaron nuestros padres. Cuando uno pone esa distopía en el centro de la emulación contemporánea ha de saber lo que hace. Sobre todo porque hay otros ejemplos nítidos y cercanos que ofrecer. Comprendo que no estén dotados de la lírica oriental y de la plusvalía de lo remoto; pero son más útiles. El ejemplo alemán es el más destacado de ellos. En poco más de 60 años los alemanes han reconstruido un país devastado por los nazis, las bombas aliadas y el comunismo. Sugiero al empresario Roig una ciudad magnífica para su homilía del año próximo: Dresde reúne como pocos lugares la sutura entre la devastación y el trabajo. Después de seis décadas, la prima de riesgo alemana está donde está sin haber renunciado a la democracia y a una humanidad positiva. Desconozco los detalles del milagro alemán, pero sé que se ha producido en un país con recursos naturales limitados, sin la lotería de ninguna explotación colonial y a fuerza de trabajo. Y last but not least: la fuerza de trabajo alemana ni siquiera necesita, desde ayer, que el diario Bild saque chicas desnudas en su portada. De ahí, y con independencia del viejo debate entre contención y estímulo, que cuando Alemania exija austeridad a los socios europeos haya que escucharla con atención y respeto. Porque a diferencia de China, Alemania es un ejemplo. Un ejemplo realista y éticamente manejable. Lo demás son contorsiones colonialistas.
“Ningún poder en la tierra podrá arrancarte lo que has vivido.” Viktor Frankl
El Gran Salto Atrás
Arcadi Espada:
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