El periodista plasmó en un libro un año de vivencias que muestran miseria, frustración y corrupción poco conocidas.
¿Qué podrían tener en común los jesuitas europeos del Siglo XVII con los hombres de negocios occidentales de hoy? Para el pensador francés Guy Sorman, la idealización de China.
En su último libro, "China, el imperio de las mentiras", este periodista defensor del liberalismo -quien visitará Chile este fin de mes- revela un año de vivencias (2005) con lo que llama la China real, aquella donde tras la opulenta revolución industrial coexisten revueltas, corrupción, miseria, represión y censura. O sea, los insumos de las baratijas "made in China", según él obviados por los líderes y la prensa occidental. Una historia de miseria de 1.000 millones ante los que pide no ser indiferentes.
- ¿Por qué Occidente habría idealizado a China? ¿Cuáles serían las consecuencias de ello?
"La idealización es una historia vieja. Empezó en el siglo XVII con la historia contada por los jesuitas desde China, a la que defendieron como una suerte de utopía. En ese tiempo fue muy útil para los filósofos de la ilustración, porque buscaban criticar el 'ancien régime' europeo".
"Así que desde el principio la China real nunca ha sido observada por Occidente. Esto ocurrió en el siglo XX: la idealización de intelectuales de izquierda del régimen de Mao Zedong. Ahora los hombres de negocios idealizan a China porque parece un mercado perfecto para tener ganancias, sin sindicatos, regulaciones ni controles".
- ¿Y la ubicuidad de la prensa no muestra la China real?
"En teoría deberíamos saber más, pero en realidad no sabemos mucho. Primero, todos pueden ir a las ciudades, pero es muy difícil viajar a las partes remotas. También hay una censura muy fuerte, así que sabemos muy poco de la represión y las rebeliones. Y se subestima al muy hábil aparato del departamento de propaganda del Partido Comunista (PC), que manipula a medios y políticos".
"También está el tema de si queremos conocer la China real. Quizás no nos interesan mucho los DD.HH. en China".
- ¿Por qué no hay una oposición externa más fuerte a los abusos?
"No creo que los hombres de negocios que buscan ganancias en China sean responsables. La responsabilidad tiene que ver más con intelectuales, académicos, periodistas y políticos, quienes toleran demasiado".
- En el libro usted pide a Occidente apoyar más a los demócratas chinos. ¿Cómo hacerlo?
"Se podría actuar como con la URSS. El apoyo a los disidentes y a los defensores de DD.HH. fue extremadamente importante. En el caso chino, no apoyamos a los demócratas, no sólo por intereses económicos, sino por prejuicios. Me sorprende que tantos occidentales digan que los chinos no saben de libertad individual, como si no fueran como nosotros. Estamos paralizados. El PC chino necesita legitimidad internacional porque tiene muy poca legitimidad doméstica, y no deberíamos darle ninguna si no revisa su actitud".
- ¿Qué socialismo queda en una China de capitalismo rapaz?
¿Hubo alguna vez una China socialista? No estoy seguro.
- ¿Pero es un caso similar a lo sufrido por los obreros al inicio de la revolución industrial?
"No, es muy diferente. En Europa había prensa libre, partidos políticos, iglesias, sindicatos que peleaban con los industriales. En China no hay prensa libre, ni sindicatos, ni libertad religiosa, ni iglesias. El sistema es completamente autoritario y despótico".
"Segundo, el sistema está basado en una muy fuerte división entre dos tipos de gente, con discriminación legal. Si vives en la ciudad o eres del PC, la situación es muy buena. En esto están 200-300 millones de personas, pero tienes 1.000 millones que viven en zonas rurales o en pequeñas ciudades, cuya situación es cada vez más desesperada".
"El éxito del PC no es el de China, ése es mi punto. El sistema está basado en la explotación de 1.000 millones de personas pobres, para ganancia de las elites de las ciudades".
- ¿Es probable que las revueltas colapsen el régimen?
"Claramente no va a colapsar. Primero, las rebeliones están motivadas por asuntos locales. No hay comunicación entre ellas. Es gente enojada con la corrupción, la polución, la falta de colegios y el sistema de salud. Pero el PC es lo suficientemente fuerte para controlarlas. Y en China no se escucha de esto".
"Una segunda razón es que los chinos temen mucho cualquier desorden civil. Tuvieron muchas guerras civiles en el siglo XX, y el PC, aunque no es querido, es como una garantía de que no habrá guerra civil".
"En China hay una contradicción entre ricos y pobres como en ningún otro lugar. También el tipo de despotismo del régimen autoritario es muy único, al igual que la represión de actividades sociales y religiosas".
"Con los JJ.OO. chinos (2008) podemos exigir lo que ellos prometieron; que la prensa será libre y los DD.HH. respetados".
En su último libro, "China, el imperio de las mentiras", este periodista defensor del liberalismo -quien visitará Chile este fin de mes- revela un año de vivencias (2005) con lo que llama la China real, aquella donde tras la opulenta revolución industrial coexisten revueltas, corrupción, miseria, represión y censura. O sea, los insumos de las baratijas "made in China", según él obviados por los líderes y la prensa occidental. Una historia de miseria de 1.000 millones ante los que pide no ser indiferentes.
- ¿Por qué Occidente habría idealizado a China? ¿Cuáles serían las consecuencias de ello?
"La idealización es una historia vieja. Empezó en el siglo XVII con la historia contada por los jesuitas desde China, a la que defendieron como una suerte de utopía. En ese tiempo fue muy útil para los filósofos de la ilustración, porque buscaban criticar el 'ancien régime' europeo".
"Así que desde el principio la China real nunca ha sido observada por Occidente. Esto ocurrió en el siglo XX: la idealización de intelectuales de izquierda del régimen de Mao Zedong. Ahora los hombres de negocios idealizan a China porque parece un mercado perfecto para tener ganancias, sin sindicatos, regulaciones ni controles".
- ¿Y la ubicuidad de la prensa no muestra la China real?
"En teoría deberíamos saber más, pero en realidad no sabemos mucho. Primero, todos pueden ir a las ciudades, pero es muy difícil viajar a las partes remotas. También hay una censura muy fuerte, así que sabemos muy poco de la represión y las rebeliones. Y se subestima al muy hábil aparato del departamento de propaganda del Partido Comunista (PC), que manipula a medios y políticos".
"También está el tema de si queremos conocer la China real. Quizás no nos interesan mucho los DD.HH. en China".
- ¿Por qué no hay una oposición externa más fuerte a los abusos?
"No creo que los hombres de negocios que buscan ganancias en China sean responsables. La responsabilidad tiene que ver más con intelectuales, académicos, periodistas y políticos, quienes toleran demasiado".
- En el libro usted pide a Occidente apoyar más a los demócratas chinos. ¿Cómo hacerlo?
"Se podría actuar como con la URSS. El apoyo a los disidentes y a los defensores de DD.HH. fue extremadamente importante. En el caso chino, no apoyamos a los demócratas, no sólo por intereses económicos, sino por prejuicios. Me sorprende que tantos occidentales digan que los chinos no saben de libertad individual, como si no fueran como nosotros. Estamos paralizados. El PC chino necesita legitimidad internacional porque tiene muy poca legitimidad doméstica, y no deberíamos darle ninguna si no revisa su actitud".
- ¿Qué socialismo queda en una China de capitalismo rapaz?
¿Hubo alguna vez una China socialista? No estoy seguro.
- ¿Pero es un caso similar a lo sufrido por los obreros al inicio de la revolución industrial?
"No, es muy diferente. En Europa había prensa libre, partidos políticos, iglesias, sindicatos que peleaban con los industriales. En China no hay prensa libre, ni sindicatos, ni libertad religiosa, ni iglesias. El sistema es completamente autoritario y despótico".
"Segundo, el sistema está basado en una muy fuerte división entre dos tipos de gente, con discriminación legal. Si vives en la ciudad o eres del PC, la situación es muy buena. En esto están 200-300 millones de personas, pero tienes 1.000 millones que viven en zonas rurales o en pequeñas ciudades, cuya situación es cada vez más desesperada".
"El éxito del PC no es el de China, ése es mi punto. El sistema está basado en la explotación de 1.000 millones de personas pobres, para ganancia de las elites de las ciudades".
- ¿Es probable que las revueltas colapsen el régimen?
"Claramente no va a colapsar. Primero, las rebeliones están motivadas por asuntos locales. No hay comunicación entre ellas. Es gente enojada con la corrupción, la polución, la falta de colegios y el sistema de salud. Pero el PC es lo suficientemente fuerte para controlarlas. Y en China no se escucha de esto".
"Una segunda razón es que los chinos temen mucho cualquier desorden civil. Tuvieron muchas guerras civiles en el siglo XX, y el PC, aunque no es querido, es como una garantía de que no habrá guerra civil".
"En China hay una contradicción entre ricos y pobres como en ningún otro lugar. También el tipo de despotismo del régimen autoritario es muy único, al igual que la represión de actividades sociales y religiosas".
"Con los JJ.OO. chinos (2008) podemos exigir lo que ellos prometieron; que la prensa será libre y los DD.HH. respetados".
El Mercurio (Chile).
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