El decreto del alba

Arcadi Espada.



He leído en la web del gobierno vasco el borrador del Decreto de declaración y reparación integral de las víctimas de sufrimientos injustos como consecuencia de la vulneración de sus derechos humanos producida en la comunidad autónoma vasca entre los años 1968 y 1978 en el contexto de la violencia de motivación política vivida. Uf. «Reparación integral», dice, este sombrío bullshit. La intención es reconocer e indemnizar a las víctimas de acciones policiales o parapoliciales ilegítimas. Dinero y verdad. Tengo la impresión de que el decreto abarcará conductas morales muy distintas; para juzgar eso, sin embargo, habrá que esperar a que los relatos estén escritos. Lo que por el momento me parece puramente sensacional es el ámbito cronológico que el decreto establece. En primer lugar porque es probable que a partir de 1978 haya víctimas de sufrimientos injustos a causa de la violencia de motivación política vivida cuyas peripecias no estén recogidas en los grandes relatos de dinero y verdad tipo Gal. Pero lo que resulta en verdad estupefaciente es el año 1968 elegido de arranque. Como se sabe, en nuestro 68 no hubo playas debajo de los adoquines ni reparto de love pilule: fue el año del nacimiento de ETA, es decir, de su primer asesinato. Ahora viene el gobierno vasco a decir, mediante una asombrosa pirueta, que ese nacimiento funda una determinada legitimidad.
Si este decreto acaba aprobándose en su redacción actual, las víctimas del Estado franquista anteriores a ETA van a tener una consideración distinta: solo a partir del desarrollo del terrorismo podrá hablarse de víctimas declaradas y reparadas. ¡Tuvo que venir ETA a ilegitimizar los métodos franquistas! Nunca sospeché que la equidistancia pudiera aplicarse de un modo tan retorcido. Aunque bien es verdad que a partir de esta consideración el otro límite, el de 1978, adquiere su sentido pleno: lo que en realidad está diciendo el gobierno vasco es que hasta 1978 hubo un terrorismo y luego hubo otro. Y es mucho decir.
En 1961 el empresario Javier Batarrita murió al ser tiroteado por la policía, que lo confundió con un activista. Pero según el decreto que prepara el gobierno de Patxi López no podrá ser declarado víctima de «sufrimientos injustos». Aún no se había abierto, legítima, oficialmente, el alba de sangre. Batarrita murió de un modo vulgar. Sólo por causa de Franco. Ceniza sin sentido. Como muchos otros sufrimientos, no sirve a este propósito socialdemócrata de situarse con elegancia equidistante entre dos dictaduras.
(El Mundo, 6 de marzo de 2012)

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