La catastrófica situación del mercado laboral (tasa de paro de más del 20% por tercera vez desde que llegó la democracia, la tasa de temporalidad más alta de Europa y 50% de los jóvenes sin empleo), han obligado al nuevo gobierno de España, presido por Angela Merkel, a aprobar una profunda reforma. La pregunta que todos nos hacemos es: ¿funcionará?
La respuesta es complicada debido a la enorme cantidad de medidas adoptadas, pero intentaré dar unas pinceladas con el poco espacio del que dispongo. Para evaluar si una ley va a funcionar, tenemos que pensar si corrige correctamente los problemas que pretende solucionar. En este sentido, el marco laboral español tiene cuatro grandes grupos de deficiencias. La primera es la de la dualidad extrema: en España hay dos tipos de ciudadanos, los “insiders” (los que están dentro) y los “outsiders” (los que están fuera). Los “insiders” tienen trabajo fijo protegido por unos de los costes de despido más altos de la UE y con un sueldo más o menos aceptable. Los “outsiders” se debaten constantemente entre el desempleo y el empleo temporal con salarios ínfimos y sin coste de despido. Al ser muy caro despedir a los “insiders”, las empresas no ofrecen muchos contratos permanentes, y eso hace que a los “outsiders” les sea casi imposible encontrar empleo fijo. De alguna manera, la excesiva protección de los “insiders” agrava la precariedad de los “outsiders”.
Para paliar esta anomalía, la reforma abarata los costes de despido (se pasa de 45 días por año trabajado a 33 y de un máximo de 42 meses a 24). Eso reduce las diferencias entre “insiders” y “outsiders”, cosa que parece razonable... pero no las elimina. También se dan bonificaciones fiscales a empresas que contraten a “outsiders” jóvenes y parados de larga duración. Esto es una mala idea: subsidiar a las empresas que contraten a jóvenes no va a crear empleo sino que simplemente va a substituir el empleo de adultos por el de jóvenes. El empleo no se crea con subsidios sino con productividad.
La solución real al problema de la dualidad no son más tipos de contratos sino menos. De hecho, hace falta un solo contrato, fijo, con una protección intermedia para todos los trabajadores. Mientras se mantengan los dos tipos de contratos (fijos y no fijos), habrá dos tipos de trabajadores (“insiders” y “outsiders”). Así de simple. La conclusión es que la reforma del PP no solucionará el problema de la dualidad.
La segunda gran deficiencia del mercado laboral español es la falta de flexibilidad para ajustarse al ciclo económico. Si una empresa con beneficios ve que bajan las ventas, aumentan los impagos de clientes o aparece cualquier otro factor que pone en peligro su rentabilidad futura, sería bueno que el empresario se reuniera con los sindicatos y acordara una reducción temporal de salarios o de jornada laboral para que nadie pierda su empleo. El problema es que el sistema de negociación colectiva actual lo hace imposible, por lo que se ve obligado a reducir plantilla a través de complicados EREs que le acabará costando hasta 4 años de salario por cada trabajador despedido. A menudo, eso acaba implicando la quiebra y la pérdida de todos los puestos de trabajo. Millones de españoles están en el paro hoy por esta razón.
La reforma del PP permite que trabajadores y empresas pacten modificar la jornada laboral, el salario, los incentivos o el horario, con el objetivo de hacer que el despido o el cierre sea el último recurso. Desde mi punto de vista, esta flexibilización de la actividad empresarial es el aspecto más positivo de la actual reforma.
La tercera gran deficiencia es el del fraude: parados que realizan trabajos a destajo (y todos conocemos a alguno) o trabajadores que disfrazan su ausencia laboral con enfermedades simuladas. Para evitar estos abusos se impulsará que los que cobren del paro, presten servicios de interés general en beneficio de la comunidad (como limpiar bosques) y se incorporarán nuevas medidas (en una ley de mutuas que pronto se presentará) para evaluar mejor la incapacidad temporal.
En un país donde la picaresca todavía es vista como algo gracioso y divertido, la lucha contra el fraude a todos los niveles es fundamental. Ahora bien, lo de obligar a los parados a realizar trabajos de interés general me parece absurdo: si el gobierno piensa que limpiar bosques es de interés general, que contrate a trabajadores normales con salarios normales para que lo hagan. Y si esos trabajos no son útiles, no hace falta que los haga nadie. Tampoco los parados. En lugar de limpiar bosques, sería preferible ligar el subsidio de paro a la asistencia diaria a algún tipo de formación.
La cuarta gran deficiencia del mercado laboral es que a los parados les cuesta encontrar trabajo. Dado que sólo el 3% de parados encuentra trabajo a través del INEM, la reforma permite que las ETTs compitan con el INEM para buscar empleos. Aunque la competencia entre INEM y ETTs será buena, no será suficiente. Lo que impide que los parados encuentren trabajo no es la flagrante incompetencia del INEM sino la falta de crecimiento económico.
Y ésta es, desde mi punto de vista, la lección principal de esta reforma: es necesaria porque el status quo era intolerable y evitará que, en el futuro, la tasa de paro española se coloque por encima del 20% cada vez que hay una crisis. Pero ni evitará la lacra de la dualidad y la temporalidad patológica ni servirá, por sí sola, para crear empleo. Para ello es imperativo generar crecimiento económico. Por eso, mi pregunta para la presidenta del gobierno es: ya tenemos la deseada reforma laboral. ¿Y ahora qué?
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