El Journal of Economic Education (41, 4, septiembre 2010) publicó el contenido de un simposio en el que cuatro expertos en macroeconomía reflexionaban sobre cómo debería cambiar la enseñanza de su asignatura a raíz de la crisis económica.
Benjamin M. Friedman invita a reconocer las características de una economía monetaria más allá de la dicotomía clásica o la teoría del ciclo real, apuntando el papel crucial del crédito y los intermediarios financieros, los problemas a la hora de evaluar correctamente los riesgos, y los efectos organizativos y distributivos.
Raghuram Rajan, por su parte, enfoca el asunto desde la economía del desarrollo. Dice, en contra del pensamiento único que habla de fundamentalismo del mercado, que no es la economía neoclásica la que nos lleva a la crisis, porque los gobiernos no siguieron sus abstractos modelos, sino que continuaron practicando el habitual pragmatismo intervencionista.
Lo que sucedió fue que no funcionó, y Rajan pide revisar lo que no funciona: no vale, dice, pensar que las instituciones progresan hasta el punto en que no hay que preocuparse por ellas nunca más.
El economista indio recomienda abandonar el método de empezar por el mundo perfecto de Arrow-Debreu y después añadirle “fricciones”. Aconseja más bien partir de una economía primitiva sin instituciones, y estudiar cómo a partir de esa anarquía van surgiendo contratos y un marco institucional, en lo que se parece a la economía del desarrollo.
Por último, Robert J. Shiller subraya que las reacciones contra el mercado hoy no se parecen a las muy agresivamente antiliberales de los años 1930. Desde esa década hasta la de los 1960 se extirpó el liberalismo y reinó el keynesianismo. La crisis del keynesianismo, al revés de lo que se piensa, no comportó el regreso del liberalismo a la teoría sino de un contradictorio sucedáneo, los modelos de equilibrio general.
Shiller recomienda la modestia, tan ausente en tantos economistas, de reconocer la ignorancia y la incapacidad predictiva: “existe un elemento impredecible en la economía que debería formar parte de nuestras enseñanzas…la teoría macroeconómica nunca ha llegado a un recuento genuino de las fuentes fundamentales de las fluctuaciones macroeconómicas”.
Tras animar al estudio de la historia del pensamiento económico y de otras disciplinas como la psicología, la sociología, la ciencia política y la antropología, concluye sabiamente: “nuestra integridad como profesores exige que les digamos a nuestros alumnos la verdad sobre las debilidades de nuestras teorías”.
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