¿Qué motivación humana subyace a los logros más extraordinarios? En realidad, se trata de una pregunta estúpida, porque la respuesta es muy simple. La respuesta es, claro, la codicia.
Cuando hablo de codicia no me refiero al fraude, al robo, a la deshonestidad, al hacer lobby para obtener privilegios del Estado y demás formas despreciables de actuar. Hablo de gente que trata de conseguir para sí misma todo cuanto pueda.
Este invierno, puede que los ganaderos de Texas tengan que luchar con el frío, incluso con tormentas de nieve, para atender como es debido a su ganado. Su sacrificio personal en pro de sus animales tiene por objeto garantizar que los neoyorquinos puedan disfrutar de sus filetes. El pasado verano, los granjeros de Idaho que cultivan patatas trabajaron bajo un sol de justicia, entre el polvo, el barro y los insectos, para asegurarse de que los neoyorquinos puedan acompañar sus filetes con una buena ración de patatas.
He aquí mi pregunta: ¿piensa usted que lo que mueve a los ganaderos de Texas y a los granjeros de Idaho a hacer semejantes sacrificios es el amor los neoyorquinos? La realidad es que, con independencia de si los habitantes de la ciudad de los rascacielos les caen bien o no, se ocupan de que siempre tengan provisiones de carne y patatas. ¿Por qué? Porque quieren que a ellos mismos les vaya mejor.
En un sistema de libre mercado, si alguien quiere más para sí mismo, lo que tiene que hacer es atender las necesidades del prójimo. Justamente esto es lo que quiso decir Adam Smith, el padre de la economía, cuando, en su clásico La riqueza de las naciones (1776), escribió: "No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino la consideración de su propio interés". Por cierto, ¿de cuántos filetes con patatas cree usted que disfrutarían los neoyorquinos si todo dependiera de las nociones políticamente correctas del amor y la amabilidad? ¡Pobres neoyorquinos, qué pena me darían! Hay quien me ha sugerido que hable de "ilustrado interés propio" y no de codicia. Hmmm, prefiero codicia.
El capitalismo de libre mercado es relativamente nuevo en la historia de la humanidad. Antes, la forma que tenía la gente de amasar grandes fortunas era el saqueo, el robo y la esclavización del prójimo. El capitalismo hizo posible el enriquecimiento mediante la atención al prójimo. Los capitalistas tratan de saber qué es lo que quiere la gente para producirlo de la manera más eficiente posible.
La lógica capitalista de las pérdidas y los beneficios es implacable, lo cual explica gran parte de la hostilidad que dicho sistema suscita, también entre los empresarios. De nuevo Smith: "Los comerciantes del mismo gremio rara vez se reúnen, siquiera para pasar un buen rato, sin que terminen conspirando contra el público o por alguna subida concertada de precios". Aludía así el escocés al mercantilismo, el capitalismo de amigachos respaldado por el Estado, que tan bien caracteriza a buena parte del mundo de los negocios de hoy en día.
El capitalismo de libre mercado tiene otros enemigos, principalmente entre los tiranos y la élite intelectual. Se trata de gente convencida de tener una inteligencia superior a la de la masa y de que Dios les ha ordenado imponernos su sapiencia. Por supuesto, se consideran en posesión de las mejores razones para restringir la libertad, y no hay programa tiránico que no incluya la restricción o erradicación del mercado y de lo que está en la base del mercado: los intercambios voluntarios. Los tiranos no confían en que la gente haga lo que ellos quieren si se la deja en libertad, por eso tratan de reemplazar el mercado con la planificación y la regulación económica.
Los okupas de Wall Street y sus aliados mediáticos y políticos no están en contra del capitalismo mercantilista, de los rescates con dinero público ni de las prebendas que reparte el Estado. Comparten con los tiranos la hostilidad al libre mercado y los intercambios voluntario y pacíficos. En realidad, lo que quieren es que el Legislativo les permita meter mano en el botín del saqueo al prójimo.
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