El 10 de enero de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba en Vitoria al comandante de caballería JESUS VELASCO ZUAZOLA, jefe del Cuerpo de Miñones de Álava, una Policía foral que hunde sus raíces en la Edad Media y que depende de la Diputación.
Como todos los días, llevaba a Begoña e Inés, dos de sus cuatro hijas de 16 y 12 años, al colegio de las Ursulinas, además de a otras dos amigas. Nada más bajar del coche las cuatro niñas un individuo descendió de un taxi. Sin mediar palabra, disparó varias ráfagas contra el vehículo del comandante Velasco, hiriéndolo de muerte. Aparte del autor material de los disparos, en el taxi (robado a punta de pistola) viajaban otros dos terroristas. La menor de las dos hermanas, Inés, pudo ver la cara del agresor que "era una cara de rabia" según recogieron todos los medios de comunicación.
Según su cuñado, "era vasco por los cuatro costados, y español, como todos nosotros". "Como buen militar", añadió, "tenía un profundo respeto a las instituciones y nunca se metió en política". Su asesinato causó una gran conmoción y algunos quisieron ver en el mismo un ataque a la Policía foral y a las instituciones vascas. Sin embargo, su viuda quiso dejar claro en el entierro que a su marido lo habían asesinado por su condición de militar, y no por lo que decían algunos políticos nacionalistas. Por ello ante la tumba de su marido, gritó un "Viva España".
Jesús Velasco Zuazola acababa de cumplir 47 años. Estaba casado con Ana María Vidal-Abarca y tenía cuatro hijas (Ana, Begoña, Inés y Paloma) de entre 2 y 16 años. Tras el atentado, Ana María y las niñas abandonaron el País Vasco y se trasladaron a vivir a Madrid. Ana María Vidal-Abarca fundó en 1981 la Asociación de Víctimas del Terrorismo junto a otras dos mujeres: Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O´Shea.
El 10 de enero de 1988 se suicida en un centro psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria el guardia civil JOSE CARLOS MARRERO SANABRIA. Diecinueve meses antes, el 28 de junio de 1986, José Carlos había resultado gravemente herido en un atentado contra los Grupos Antiterroristas Rurales de la Guardia Civil en Zarauz (Guipúzcoa). En el atentado falleció en el acto su compañeroFrancisco Muriel Muñoz.
El agente Marrero Sanabria sufrió una insuficiencia respiratoria y un shock traumático que le provocaron una grave lesión cerebral. Debido a las secuelas que le dejó la lesión cerebral tuvo que ser ingresado en un centro psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria, de donde era natural.
El 10 de enero de 1988, aprovechando la visita que le hacía un compañero guardia civil, le arrebató la pistola reglamentaria y se suicidó de un tiro en la boca. "Estaba muy mal. Quedó en muy malas condiciones y no pudo superarlo", recuerda su madre Rita María Sanabria.
José Carlos Marrero Sanabria tenía 28 años. Era muy deportista, intrépido y amante de la naturaleza. Se había preparado en la academia de Úbeda (Jaén) y, con 23 años, ingresó en la Guardia Civil, donde su carrera fue imparable. Sus compañeros lo recuerdan como un hombre muy preparado, dispuesto desde el primer momento a dar su vida para acabar con la barbarie etarra. Su forma de ser abierta le había permitido granjearse la amistad de muchos de los residentes en los caseríos perdidos del País Vasco.
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