Hay que hacer la reforma del mercado laboral; de un sistema educativo que esta a la cola, entre los países avanzados, vergüenza que no se puede tolerar un minuto más porque se lo debemos a los futuros españoles; una reforma administrativa que aligere una burocracia que dificulta la formación de nuevas empresas y también una del mercado inmobiliario para evitar episodios como los vividos y que permitan un mayor movilidad de la población. Segundo hay que resolver la crisis bancaria de una vez por todas y por último racionalizar las finanzas autonómicas.
Y si la mayoría está por hacerse, ¿por qué España no está directamente intervenida? Por tres motivos. Primero porque, por decirlo de una forma entendible, había “mucha gasolina en el tanque”: España contaba con una notable capacidad de endeudamiento, consecuencia del buen comportamiento fiscal en la década que precede a la crisis; y esto es consecuencia, única y exclusivamente, de los ingresos asociados con la burbuja inmobiliaria; hasta las cosas buenas tienen orígenes sospechosos. También había reservas en el sector financiero: La inteligente regulación del Banco de España que forzaba a las entidades de crédito a acumular las famosas provisiones genéricas, dotó a nuestro sistema financiero de un valioso colchón con el que absorber el shock inicial de la crisis. Aquí he lamentado en varias ocasiones que este colchón se podía haber utilizado para hacer muchísimo y mucho antes pero de esto no quiero hablar más pues ya se ha dicho todo lo que se podía decir.
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