“Ningún poder en la tierra podrá arrancarte lo que has vivido.” Viktor Frankl
El Legado Fenicio. Manuel Díez Minguito y Ángel Rodríguez Lozano
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Pues bien, en Egipto esa costa es estrecha: en efecto, desde este mar (el Mar Mediterráneo) hasta el mar Eritreo (el Mar Rojo) hay cien mil brazas y éstas constituirían mil estadios; pero a partir de esta estrecha franja se encuentra, muy ancha, la costa que se ha denominado Libia (África).
Por consiguiente, me extraño de los que han separado y dividido Libia y Asia y Europa, pues las diferencias entre ellas no son pequeñas: en efecto, por su longitud, Europa se extiende a lo largo de ambas y, en cuanto a su anchura, me parece que no vale la pena ni siquiera compararla. En efecto, parece claro que Libia está rodeada de agua por todas partes, con excepción de lo que de ella delimita con Asia, siendo el primero que lo demostró Necao, faraón de los egipcios, quien, una vez que hubo interrumpido de excavar en canal que desde el Nilo se extendía hasta el golfo arábigo, envió a hombres fenicios en unas naves, tras haberles ordenado que para su regreso pasaran navegando por medio de las columnas de Heracles (Estrecho de Gibraltar) hasta el mar boreal (se refiere al Mar Mediterráneo) y de este modo llegaran a Egipto.
Tras partir, pues, los fenicios, del mar Eritreo, navegaron el mar meridional (Océano Índico); y cuando era el final del otoño, atracando, sembraban la tierra en el lugar de Libia en que en cada ocasión, al navegar, se hallasen, y aguardaban la cosecha. Y una vez que habían recogido el grano, se hacían a la mar, de modo que, transcurridos dos años, al tercer año, tras haber doblado las columnas de Heracles, llegaron a Egipto. Y decían algo no creíble a mi juicio, pero quizás sí al de algún otro: que al circunnavegar Libia, tuvieron el sol de su derecha. Así fue conocida ésta por primera vez.
(Herodoto de Halicarnaso. Historias. Libro IV. )
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