Educados y adoctrinados. Yoani Sánchez

Encima de eso, la educación pública sigue interpretándose como una dádiva, un regalo, y no como un derecho sobre el que cada ciudadano podría exigir y demandar. Ante la menor crítica hecha al Gobierno, la primera respuesta es recordarnos que no pagamos ni un centavo por sentarnos en un aula, desconociendo así que el monto destinado a ese sector proviene de las arcas nacionales y por ende sale de nuestros bolsillos o de los recursos nacionales que nos pertenecen. No nos está permitido tampoco protestar en las calles para que nuestros hijos tengan una instrucción de mayor calidad y sin la influencia directa de las premisas de un partido, pero algo se ha logrado. Nuestra pequeña victoria tiene como trofeo un enorme albergue de concreto abandonado en mitad de la nada, un experimento educativo que quedó atrás.



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