La crisis y las medidas de Sala-i-Martín

por Carlos Rodríguez Braun.



El destacado economista catalán Xavier Sala-i-Martin ha resumido en un documento sus 25 propuestas para salir de la crisis. Invitan a la reflexión, y en su mayoría son muy sensatas. 
Subraya correctamente que la crisis española o europea no es algo fabricado en Estados Unidos, ni se debe en exclusiva a a los créditos subprime, y acierta al criticar la subida del IRPF y al recomendar, también muy en contra del pensamiento único, que los bancos no sean rescatados ni las fusiones promovidas como bálsamo de Fierabrás. Asimismo, recomienda contener el gasto público, facilitar la acción de los mercados, eliminar barreras a la competencia y fomentar la movilidad laboral. 
También creo que la llamada "salvación" del euro es conseguir un Estado europeo, o una unión fiscal, o un supervisor europeo bancario; aunque sospecho que no nos salvará a los contribuyentes. Apoyo sin reservas la recomendación de Sala-i-Martin de "fomentar la excelencia educativa", pero no está claro cómo se puede lograr sin privatizar la educación. Tampoco es práctico que se pidan más inversiones europeas, pero "verdaderamente productivas": ¿quién va a estipularlas? Lo mismo sucede con su razonable consejo de recortar el gasto público con un criterio de eficiencia. El problema con estas medidas es que suponen quizá que el Estado es un agente maximizador análogo a individuos o empresas, cuando en realidad su función objetivo es distinta y sus recursos y la forma en que dispone de ellos también. Al final, vemos que los Estados se ajustan conforme a otros criterios, con lo cual es arriesgado esperar que no lo hagan. 
Esta misma objeción general la aplicaría a las medidas de Sala-i-Martín que menos me convencen. Una es la de subir el IVA y a cambio bajar las cotizaciones sociales, que el gobierno español ha adoptado. Conozco las razones técnicas para aconsejar esto, pero, otra vez, hay que tener cuidado de no confundir al Estado con una empresa. El Estado se puede lanzar a este tipo de estrategias que denomino de "trilerismo fiscal" y acabar con una presión fiscal global mayor que antes. También pediría cautela a la hora de organizar alquimias monetarias para lograr que haya más inflación en Alemania y menos en España, o que el BCE compre deuda pública de manera abierta, directa y sin límites precisos. 
Por último, Xavier Sala-i-Martín propone crear un nuevo impuesto europeo sobre la deuda bancaria. Se apresura, con razón, a aclarar que no es la tontería demagógica de la (mal) llamada Tasa Tobin, sino un gravamen sobre la deuda, de modo que ""os bancos más irresponsables pagarían más y los más responsables menos"; sería un impuesto finalista que iría a un fondo de rescate de bancos. Entiendo la lógica económica de su argumentación, pero quizá no contempla las imprescindibles precauciones políticas ante Estados que pueden no cumplir con sus propios compromisos.

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