El 22 de julio de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba en Villamediana (La Rioja) al teniente de la Guardia Civil FRANCISCO LÓPEZ BESCOS, al hacer estallar varias cargas explosivas al paso de un convoy de tres autobuses con ciento veinte guardias civiles procedentes de Andalucía y Cataluña.
En aquellos años la Guardia Civil solía concentrar en La Rioja a agentes procedentes de varias comandancias que, tras unos días de adiestramiento, eran enviados al País Vasco para reforzar la lucha contra el terrorismo. Ese día los guardias civiles iban a realizar prácticas en un tramo en construcción y fuera de servicio de la autopista Bilbao-Zaragoza, y estaban siendo trasladados en tres autobuses desde Logroño. Para acceder desde el camino de obra paralelo al puente de la A-68, la autopista del Ebro por entonces en construcción, había una pequeña rampa que obligaba a los vehículos a reducir la velocidad. Esta lentitud obligada había sido observada por los terroristas varios días antes como una circunstancia que permitiría atacar a un objetivo fácil, casi inmóvil. Era la quinta salida que hacía el convoy a ese mismo lugar para realizar las prácticas, y todo estaba preparado para un asesinato en masa.
El convoy apenas había recorrido tres kilómetros desde Logroño hasta Villamediana por la carretera local 601. Antes de tomar el llamado Camino Real junto a una fábrica de yesos y escayolas en el paraje de Santa María, miembros de la banda terrorista ETA activaron por control remoto las diez cargas que habían ocultado la noche anterior.
Sobre por qué no estallaron los diez artefactos hay dos versiones. La oficial señaló que se había producido un fallo en la activación de los mecanismos. Sin embargo, José, uno de los guardias civiles que iba en el convoy, recuerda nítidamente lo que sucedió ese día: "eran tres autobuses los que íbamos a hacer las prácticas, y un Land Rover por delante haciendo de escolta. Un autobús con trabajadores que construían aquella autopista se coló entre los autobuses antes de que los etarras accionaran la bomba". En opinión de este guardia civil, natural de Albolote, los etarras observaron esta coyuntura desde la distancia y decidieron no explosionar la mitad de las bombas para no afectar al vehículo de trabajadores. "Yo iba en uno de dos primeros autobuses que atravesaron la vía de servicio, luego pasó el de los trabajadores, y fue al paso del tercer autobús cuando explotaron los tres artefactos que alcanzaron de lleno al vehículo". Y añade: "querían matar a miembros del cuerpo y no a civiles". "Tras la explosión hubo un gran tumulto, ruido de voces, gritos, imagínate... algunos agentes salieron a ver si veían a alguien en los alrededores del lugar del atentado, pero no encontraron a nadie", recuerda José (testimonio recogido por Francisco J. Navarro en el blog Las palabras no caen en el vacío, 10/08/2008).
Las explosiones alcanzaron al autobús que circulaba en último lugar. La onda expansiva y la metralla hirieron de gravedad al teniente Francisco López Bescos y a otros treinta y seis miembros de la Guardia Civil. El teniente fue trasladado inmediatamente a la Clínica Clavijo de Logroño, donde falleció minutos después de ingresar. Del resto de guardias civiles, dos de ellos resultaron heridos de gravedad: el sargento primero Rafael Ruiz Ruiz y el agente Sebastián Fernández Macías. El resto fue distribuido entre diversos centros sanitarios de Logroño y algunos fueron trasladados a Zaragoza para ser intervenidos quirúrgicamente. Son los cabos primeros Francisco Méndez Pérez, Juan Molina Lara, Antonio Román Acebedo y Santiago Moriches Cintas; y los guardias civiles Tomás Parra Baena, Antonio Ruiz Peña, Jesús Cabello Sánchez, Antonio Muñoz López, Joaquín Lago Chica, Francisco Terrón Moreno, Francisco Valenzuela, Elías Romero Huerta, Fernando Gordillo Morales, Antonio Ruiz Peñas, Manuel Rengel Borrego, Santos Valseca Fernández, Miguel Pazo Majaron, Francisco Mata Camuñas, Manuel López González, Manuel Jiménez Gómez, Teodoro Cabana Lavera, Alfonso Rabadán Rodríguez, Jesús López Cruz, Bonifacio Bas Muñoz Hierro, Rafael Ocaña Pérez, Rafael Santana Cozar, José Alcázar Eslava, Antonio Romero Díaz, Rafael Heredia García, José Pérez Cabezas, Miguel Infante Luque y Andrés Sevilla.
Las diez cargas explosivas estaban colocadas a una distancia de cincuenta metros cada una,ocultas bajo tierra y piedras en un talud lateral junto al camino de obra que debían tomar antes de llegar a la autopista donde iban a realizar las prácticas de control de carretera. Cada una de las cargas explosivas estaba compuesta por cinco kilos de Goma 2 y amonal, más abundante metrallaformada por tuercas, tornillos de gran volumen y piezas de hierro. En total fueron accionadas a distancia tres de las cargas que sumaban aproximadamente 15 kilos de explosivos. Las siete bombas que no llegaron a estallar fueron desactivadas posteriormente por las Fuerzas de Seguridad.
El funeral en memoria del teniente López Bescos se celebró al día siguiente, miércoles 23 de julio, en el patio de la Segunda Comandancia de la Guardia Civil de Logroño. La capilla ardiente se instaló al aire libre, donde tuvo lugar el acto religioso con la presencia de la viuda del teniente y sus cinco hijos. La nutrida representación de autoridades civiles y militares estaba encabezada por el ministro del interior, Juan José Rosón, y por el general Aramburu Topete, director de la Guardia Civil. Rosón tuvo que escuchar gritos contra su persona, que se extendieron en contra del presidente Suárez y contra la banda terrorista ETA.
Poco después, al abandonar el patio, algunos guardias gritaron "tres, sólo tres", en referencia a los meses de permanencia en comisión de servicio en el País Vasco. Los ciento veinte guardias que viajaban en el convoy atacado estaban siendo preparados para cumplir su servicio de quince meses en el País Vasco. Ese mismo día cuatro agentes solicitaron la baja en el Cuerpo y les fue aceptada inmediatamente. Hubo guardias civiles que fueron expulsados del Cuerpo por no querer ir al País Vasco. Un día después del funeral, cuatro mil personas se manifestaron en Logroño contra el terrorismo bajo el lema "Democracia, sí; Terrorismo, no". Al día siguiente por la tarde, la banda terrorista ETA reivindicó el atentado en un comunicado en el que se señalaba "que de seguir la intensa actividad policial desarrollada actualmente en el País Vasco la organización responderá, si es preciso, con fórmulas de combate desconocidas hasta ahora". La competencia propagandística entre bandas terroristas hizo que también el GRAPO, en llamada telefónica a la delegación de Logroño del diario La Gaceta del Norte, reivindicase el atentado. Sin embargo, las primeras investigaciones policiales a última hora del 22 de julio apuntaban a la banda terrorista ETA como autora del atentado, por la cantidad de explosivo utilizado, la técnica para accionarlo y la utilización de metralla con tornillos y tuercas (citado por Francisco J. Navarro en el blog Las palabras no caen en el vacío, 10/08/2008).
Apenas una semana después del atentado, el 1 de agosto de 1980, fue detenido Manuel María Pastor, quien presuntamente pasó información sobre las rutinas y movimientos de la Guardia Civil de Logroño a ETA militar. El seis de agosto de 1980, se detuvo a tres personas en Navarra. Uno de ellos, Iosu Goyeneche, cumplía en esos momentos el servicio militar en Logroño. Muy probablemente, la información para atentar salió del cuartel de Infantería de Logroño, como evoca José, el guardia civil de Albolote cuyo testimonio recoge Francisco J. Navarro en el blog citado. De los ciento veinte guardias en prácticas, un grupo estaba alojado en el Cuartel Móvil de la Guardia Civil y otro en Infantería, donde convivían los números en prácticas y los soldados que hacían la mili.
Por otra parte, "por la forma de proceder y el material utilizado" el atentado fue idea de Isidro María Garalde Bedialauneta, alias Mamarru, que se habría desplazado a Logroño con otros miembros de la banda terrorista, según se recoge en la página web de la Guardia Civil.
En 1983, la Audiencia Nacional condenó a Isidro Etxabe Urrestrilla como autor del atentado a una pena de 25 años de prisión mayor. En 1996 fue también condenado Juan Manuel Soares Gamboa a 206 años por su participación en el mismo atentado. El arrepentido Soares Gamboa declaró en la Audiencia Nacional que alquiló un piso franco en Logroño en 1980 donde alojó a un 'comando' de ETA, que preparó y ejecutó el atentado de Villamediana. Soares también facilitó a los etarras "palas para que escondieran el explosivo".
Francisco López Bescos, teniente de la Guardia Civil de 49 años, era natural de Berbegal (Huesca). Estaba casado con Pilar Fondón y tenía cinco hijos. Desde septiembre de 1975 estaba destinado en la Academia del Servicio Fiscal en Sabadell (Barcelona), donde impartía clases.
El 22 de julio de 1995 fallecía en Madrid MARGARITA GONZÁLEZ MANSILLA, después de haber permanecido en coma más de tres meses tras ser gravemente herida el 19 de abril de ese año en el atentado contra el entonces líder de la oposición y presidente del Partido Popular, José María Aznar. Ese día, horas después, murió asesinado por la explosión de una bomba-trampa el policía Eduardo López Moreno en Endarlaza (Navarra).
La víctima quedó sepultada mientras dormía por los escombros en que quedó convertida su vivienda, una casa baja situada a escasos metros del lugar donde explotó el coche-bomba, en la calle José Silva de Madrid. Su marido, Agustín Mansilla Gómez, estaba en el baño en el momento de la explosión. Eran aproximadamente las 8:05 horas cuando, al paso del vehículo de José María Aznar, hizo explosión un potentísimo coche-bomba cargado con cuarenta kilos de amosal y otros cuarenta de metralla.
La casa de Margarita y Agustín quedó prácticamente destruida. Él, atrapado hasta la cintura por los escombros, oyó cómo su mujer le llamaba en tres ocasiones tras derrumbarse la casa. Los miembros del SAMUR, que fueron los primeros en llegar, encontraron a Margarita en parada cardiorrespiratoria. Consiguieron reanimarla y la trasladaron al Hospital Ramón y Cajal, dondepermaneció en coma hasta su fallecimiento el 22 de julio.
Durante su estancia en el hospital, uno de sus hijos contó, al mes siguiente del atentado, cómo te acabas acostumbrando al dolor de ver a tu madre en esa situación: "Al principio fue un auténtico drama. No sabías cuánto iba a durar, cuándo iba a morirse. Ahora, ya no te lo preguntas. Vas al hospital, acompañas a tu madre en sus últimos momentos. Sabes que en cualquier momento se te va a ir. Así nos lo han dicho los médicos: es irreversible" (El Mundo, "La víctima silenciosa").
En el atentado resultaron heridas otra veintena de personas que sufrieron quemaduras y traumatismos de diversa consideración, entre ellas el líder del PP, aunque éste de carácter leve. Elpotente blindaje del vehículo en el que viajaba, un Audi V8 con quinientos kilos de chapa y dos mil kilos de peso, le salvó la vida a él, al chófer y al guardaespaldas. La onda expansiva y la metralla impactaron de lleno contra la puerta del lateral en el que viajaba el dirigente del PP.
Los terroristas activaron el coche-bomba con un cable de trescientos metros de longitud, en vez de con su habitual sistema de mando a distancia por radio. Sabían que este método no les habría funcionado, porque el coche del líder del PP iba equipado con un inhibidor de frecuencias que habría interrumpido las emisiones del mando a distancia. Además del blindaje, los terroristasactivaron la bomba con un ligero error de cálculo, obligados a efectuar la detonación desde un punto de la calle de José Silva que les impidió precisar el blanco.
José María Aznar fue asistido de urgencia en la Clínica Belén, en la que entró a pie. Externamente sólo presentaba ligeros rasguños en la cara. "Estoy bien, estoy bien. ¿Cómo están los míos (los agentes de su escolta)?", fueron las primeras palabras que dijo a los médicos. A continuación fue trasladado a la Clínica Ruber, de la calle de Juan Bravo, para ser sometido a una exploración neurológica exhaustiva. La clínica Belén, situada a pocos metros del lugar del atentado, fue desalojada parcialmente poco después a causa de una falsa amenaza de bomba.
La onda expansiva del coche-bomba perdió parte de su poder mortífero por ser una calle muy abierta y de edificios bajos. Una docena de automóviles aparcados en la misma sufrió graves destrozos por el incendio causado tras la explosión, así como numerosas viviendas de los alrededores, cuyos cristales saltaron hechos añicos. Un total de 37 edificios, 126 viviendas, 16 locales comerciales, oficinas y 20 vehículos resultaron dañados en el atentado. Dos de los edificios fueron declarados en ruina total.
Los dos etarras que perpetraron el atentado huyeron en un Fiat Uno con matrícula falsa a cuyo volante les esperaba un tercer terrorista. Los etarras dejaron abandonado este vehículo en un descampado de la calle de Mauricio Legendre, cerca de la estación de Chamartín, con un artefacto incendiario de 3 o 4 kilos que estalló alrededor de las nueve de la mañana, borrando todas las huellas de los terroristas.
Margarita González Mansilla tenía 69 años. Estaba casada con Agustín Mansilla Gómez, que resultó herido, y tenían un hijo, agente del Cuerpo Nacional de Policía, y una hija. Fue enterrada el 25 de julio en Puebla de Alcocer (Badajoz).
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