Con más de 800 páginas el libro describe "las hazañas de las dos primeras generaciones de exploradores, colonizadores, gobernadores y misioneros que abrieron el camino al enorme imperio americano de España" (P. 5). Desde el descubrimiento de América, por Cristóbal Colón, hasta los inicios del reinado de Carlos I.
El libro se complementa a la perfección con el de John Elliott, La España Imperial. El de Elliott se centra más en la política y las figuras de los reyes, dejando de lado la conquista de América, mientras que el de Thomas trata casi exclusivamente temas relacionados con la conquista.
Está plagado de datos, fechas y personas, como Cristóbal Colón, Francisco de Bovadilla, Nicolás de Ovando, Diego Colón, Vasco Núñez de Balboa, Pedro Arias Dávila "Pedrarias", el Cardenal Cisneros, Fernando de Magallanes, Juan Sebastián Elcano, y muchas más.
El autor trasmite muy bien la labor colosal que supuso en esa época el descubrimiento y conquista de unos territorios tan vastos e inhóspitos. Eso es lo mejor del libro, que permite tener una visión global de la época y las personas que participaron en los hechos.
En el libro también hay espacio para anécdotas, vivencias personales, y detalles del día a día, pero es más un libro para acercarse a la época de una manera general y luego profundizar con otros libros más específicos. Uno de esos libros podría ser el de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, (1568. Tomo I - Tomo II).
Hace 500 años la vida era muchísimo más dura de lo que es ahora, incluso para los más favorecidos. Existían clases sociales, aceptadas por la mayoría, como los esclavos, por ejemplo, "en España, en el año 1490, debe haber habido aproximadamente 100 000 esclavos" (p. 45). Las tesis de Matt Ridley, en El optimista racional, cobran aún más fuerza a la luz de la historia. ¡Vamos a mejor!
El tema judío está presente en la obra. Debido al acoso que sufrieron muchos "abrazaron el cristianismo con objeto de evitar más persecuciones" (p. 52). A lo largo de la obra se observa como muchos descendientes de conversos van buscando su lugar en la conquista de América. Por ejemplo, la lectura de Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla nos descubre cómo acabó toda esta persecución histórica contra los judíos.
El afán de intercambio hacía que en los barcos llevaran "cascabeles, cuentas de vidrio de Venecia y otros objetos de vidrio" (p. 108).
La forma de administrar justicia ha variado, por ejemplo: "En diciembre de 1492, Fernando había sido atacado por un hombre con un cuchillo en la plaza del Rey de la capital catalana. [...] El agresor era un perturbado mental, 'el payés Juan de Cañamares'" (p. 125). Al agresor, "el 12 de diciembre, en una alta plataforma de Barcelona, le cortaron la mano derecha, con la que había llevado la daga, al igual que los pies que le habían llevado a la sala del consejo. Le arrancaron los ojos que le habían guiado hasta allí y luego también le arrancaron y quemaron el corazón que le había impulsado. Le arrancaron la carne del cuerpo con tenazas y luego fue entregado a la gente para ser apedreado y quemado en la hoguera" (p. 721). O cuando Colón "mandó azotar [a unos], a otros les cortó las orejas, y a otros la nariz, de tal manera que, como escribió Cuneo, 'daba compasión verlos'" (p. 168).
En la conquista hubo muchos que se comportaron con brutalidad con los indios, pero hubo "otros (entre los que había enemigos de Colón como fray Bernardo Boil y Pedro Magarit) [que] reprobaban todo maltrato de que fuesen objeto los indios" (p. 162).
Dan que pensar esos azares de la vida, como la muerte del Infante Don Juan (p. 198). ¿Cómo habría sido la historia de España sin esa muerte? Supongo que a grandes rasgos no muy diferente, porque la historia es mucho más que los reyes que dirigieron los países, pero es evidente que habría diferencias.
Quienes no podían viajar a América eran los "asesinos, falsificadores, incendiarios, 'sodomitas' (presumiblemente, todo tipo de homosexual), traidores, herejes o cualquiera que hubiese sacado dinero fuera de Castilla" (p. 200).
Como curiosidad el nombre de Venezuela o "pequeña Venecia" viene de la visión de los conquistadores de Aruba, "donde muchos nativos se alojaban en viviendas plantadas en el mar 'como en Venecia'" (p. 226).
Había "pensadores" como fray Bernardo de Mesa cuyas ideas eran que "los indios del Nuevo Mundo eran hombres libres, pero que tenían propensión a la pereza, y era deber del rey ayudarlos a superar esta limitación. La libertad absoluta era malo para ellos, por lo que era deseable una forma de servidumbre" (p. 351).
"Las limitaciones del poder" afectaban "incluso (a) los más poderosos monarcas", por ejemplo, cuando "Fernando (el Católico) trató de disponer que el duque de Alba fuese el regente, en caso de que él muriese, lo que constituía una violación del testamento de Isabel, que estipulaba que fuese el cardenal Cisneros quien ocupase la regencia tras la muerte de Fernando. Tendilla apoyó al duque de Alba pero otros nobles poderosos, como por ejemplo el duque del Infantado y el condestable Velasco [...] apoyaron a Cisneros" (p. 362).
"El hecho de que los sacerdotes idealistas pretendiesen compensar la escasez de mano de obra india con esclavos negros de África muestra que el Renacimiento se disponía a aceptar patrones de comportamiento clásicos en más de un aspecto" (p. 435). Curiosa manera de pensar, indios no pero negros sí. Es cierto que ahora lo vemos con otra perspectiva y dentro de otra cultura, pero me sigue pareciendo difícil de entender.
El pensamiento de la época no era único, por ejemplo, cuando "se discutió sobre qué sentencias debían seguir a la guerra de los comuneros: Francisco de los Cobos y el obispo Ruiz de la Mota, al igual que el obispo Fonseca y Hernado de la Vega, apostaban por seguir una línea dura, mientras que otros hombres que en realidad habían salvado el reino, el condestable Velasco y el almirante Enríquez, apostaban por el perdón" (p. 534).
Algunos datos ilustran el tipo de mundo y la cultura de algunos pueblos mesoamericanos: "México-Tenochtitlan era mayor de lo que Venecia había sido en 1519, y también que cualquier ciudad Europea de la época, con la posible excepción de Constantinopla" (p. 543). "Ese hombre (un refugiado de las provincias interiores del oeste) había observado al juez (de Darién llamado Corrales) leyendo un documento y le había preguntado: 'Eh, ¿también vosotros tenéis libros? ¡Cómo! ¿También vosotros usáis de caracteres con los cuales os entendéis estando ausentes?" Aunque los libros ilustrados mexicas eran inferiores en calidad, tenían el mismo propósito" (p. 551). Es curioso comprobar como civilizaciones tan distanciadas, sin contacto, fueron capaces de desarrollar hábitos y habilidades similares. La evolución es la evolución.
Por supuesto se menciona en el libro la ayuda que proporcionaron a los españoles "otros pueblos (que) habían sido conquistados y sometidos y, como es lógico, guardaban por ello un agrio resentimiento contra los mexicas" (p. 568).
Un material muy importante en la época era la madera, que "se usaba para construir las casas, para los carros, para los barcos, para el puente sobre el río, para los toneles y también para alimentar los fuegos de los hornos. La madera era pues, en cierto sentido, la base de todo. Pero ya se habían consumido todas las existencias de roble (como el que había en el robledal de Constantina), y se creía que la madera de pino era inferior. Así pues, se importaba roble y otras maderas nobles de Inglaterra, Galicia, Alemania e incluso Escandinavia" (pp. 623-624).
Una reflexión de "un general del siglo XX (que) escribió al comienzo de la retirada de su país del norte de África: Cada época tiene una manera de ver las cosas, que difiere profundamente de lo que vino antes o vendrá más tarde. Las costumbres en este aspecto son inestables y, en general, nos influyen más de lo que suponemos. Nos consideramos seres libres y razonable. Pero todos nosotros somos, nos guste o no, juguetes de grandes corrientes de ideas" (pp. 624-625). Estoy de acuerdo con lo que trasmite este párrafo, pero eso no debe impedirnos pensar y oponernos a conductas, que aunque aprobadas por la mayoría, nos parezcan inmorales o lesivas para las personas. Así sucedió, por ejemplo, con mucha gente que se opuso a la esclavitud en su momento.
Título: El Imperio español
Título original: Rivers of gold
Autor: Hugh Thomas
Editorial: RBA
Fecha: 2004
Traductor: Víctor Pozanco
Páginas: 840
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